Ciencias Alternas

La Luz de la Navidad

La Navidad nos invita a mirar al mundo con más misericordia, hartos estamos de conflictos, ya que la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intereses y en las opiniones personales

Dr. Moisés Matamoros Muñoz

“Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9,5). Lo que, mirando desde lejos hacia el futuro, dice Isaías a Israel como consuelo en su angustia y oscuridad, el Ángel, del que emana una nube de luz, lo anuncia a los pastores como ya presente: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2,11). Dios está presente. Desde este momento, Dios es realmente un “Dios con nosotros”. Ya no es el Dios lejano que, mediante la creación y a través de la conciencia, se puede intuir en cierto modo desde lejos. Él ha entrado en el mundo. Es quien está a nuestro lado.

Lo que el Ángel anunció a los pastores, Dios nos lo vuelve a decir ahora por medio de sus mensajeros. Esta es una noticia que no puede dejarnos indiferentes. Si es verdadera, todo cambia. Si es cierta, también me afecta a mí. Y, entonces, también yo debo decir como los pastores: “Vayamos”, ¿esta Navidad hacia dónde vas, cuál es tu dirección, qué rumbo eliges?

Se dice que los pastores eran personas vigilantes, y que el mensaje les pudo llegar precisamente porque estaban velando. Nosotros hemos de despertar para que nos llegue el mensaje, y estar dispuestos a escucharlo. Hemos de convertirnos en personas realmente vigilantes. ¿Qué significa esto? La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que, quien sueña, está en un mundo muy particular. Con su yo, está encerrado en este mundo del sueño que, obviamente, es solamente suyo y no lo relaciona con los otros. Despertarse significa salir de dicho mundo particular del ego y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos.

La Navidad de este año 2021 nos invita a mirar al mundo con más misericordia, hartos estamos de conflictos, ya que la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intereses y en las opiniones personales, en nuestro minúsculo mundo privado. Muchos han culpado a la situación sanitaria vivida como la responsable de violencia, divorcios, crímenes. La realidad es que eso ya estaba en cada persona, y únicamente se dejó ver en una situación límite. El egoísmo, tanto del grupo como el individual, nos tiene prisioneros de nuestros intereses y deseos, que contrastan con la verdad y nos dividen unos de otros.

De esto se trata despertar e ir fuera, para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único amor. Así, despertarse significa desarrollar la sensibilidad para con el Universo, para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos. De modo oculto o patente, en cada alma hay un anhelo de Dios, la capacidad de encontrarlo. Para conseguir esta vigilancia, este despertar a lo esencial, solo se requiere el vivo deseo de que Dios se manifieste. El gran teólogo Orígenes dijo: “Si yo tuviera la gracia de ver como vio Pablo, podría ahora contemplar un gran ejército de Ángeles”. En efecto, los Ángeles de Dios y los Santos nos rodean. Dios mismo está presente entre nosotros.

Volvamos a la Navidad. Nos dice que los pastores, después de haber escuchado el mensaje del Ángel, se dijeron uno a otro: “Vamos derechos a Belén… Fueron corriendo”. Se apresuraron, dice literalmente el texto griego. Lo que se les había anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente. En efecto, lo que se les había dicho iba mucho más allá de lo acostumbrado. Cambiaba el mundo. Ha nacido el Salvador. El Hijo de Dios tan esperado ha venido al mundo en su ciudad. ¿Qué podía haber de mayor importancia? Ciertamente, les impulsaba también la curiosidad, pero sobre todo la conmoción por la grandeza de lo que se les había comunicado, precisamente a ellos, los sencillos y personas aparentemente irrelevantes. Se apresuraron, sin demora alguna. En nuestra vida ordinaria las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios, no les acucian de modo inmediato. Y también nosotros, como la inmensa mayoría, estamos bien dispuestos a posponerlas. Se hace ante todo lo que aquí y ahora parece urgente. En la lista de prioridades, la Luz se encuentra frecuentemente casi en último lugar.

Así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios, pidamos ayuda a Arcángel Metatrón para que nos oriente en cómo distribuir mejor nuestro tiempo. Esta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprendamos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana. Queremos aprender de ellos la libertad interior de poner en segundo plano otras ocupaciones —por más importantes que sean— para encaminarnos hacia Dios, para dejar que entre en nuestra vida y en nuestro tiempo. El tiempo dedicado a Dios y, por Él, al prójimo, nunca es tiempo perdido. Es el tiempo en el que vivimos verdaderamente, en el que vivimos nuestro ser personas humanas.

Los pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el pesebre y han podido encontrar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente, los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más tarde. Los pastores estaban allí al lado. No tenían más que “atravesar”, como se atraviesa un corto trecho para ir donde un vecino. Por el contrario, los sabios vivían lejos. Debían recorrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban guía e indicaciones. Pues bien, también hoy hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. Por decirlo así, son sus vecinos, y pueden ir a encontrarlo fácilmente. Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive lejos de la Luz.

Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que podamos salir del enredo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y así encontrar el camino hacia Él. Pero hay sendas para todos. La Luz va poniendo hitos adecuados a cada uno. Él nos llama a todos, para que también nosotros podamos decir: ¡Ea!, emprendamos la marcha, vayamos a Belén, hacia ese Dios que ha venido a nuestro encuentro. Sí, Dios se ha encaminado hacia nosotros. No podríamos llegar hasta Él solo por nuestra cuenta. La senda supera nuestras fuerzas. Pero Dios se ha abajado. Viene a nuestro encuentro. Él ha hecho el tramo más largo del recorrido.

Superémonos a nosotros mismos. Hagámonos peregrinos hacia Dios de diversos modos, estando interiormente en camino hacia Él. Pero también a través de senderos muy concretos. Los pastores se dicen uno a otro el motivo por el que se ponen en camino: “Veamos qué ha pasado”. El texto griego dice literalmente: “Veamos esta Palabra que ha ocurrido allí”. Sí, esta es la novedad de esta noche: se puede mirar la Palabra, pues esta se ha hecho carne. Aquel Dios del que no se debe hacer imagen alguna, porque cualquier imagen solo conseguiría reducirlo, e incluso falsearlo, este Dios se ha hecho, él mismo, visible en Aquel que es su verdadera imagen. Dios es así. El Ángel había dicho a los pastores: “Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. La señal de Dios, la señal que ha dado a los pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño, se convierte en niño, se deja tocar y pide nuestro amor.

Cuánto desearíamos, nosotros los hombres, un signo diferente, imponente, irrefutable del poder de Dios y su grandeza. Pero su señal nos invita a la fe y al amor, y por eso nos da esperanza: Dios es así. Él tiene el poder y es la Bondad. Nos invita a ser semejantes a Él. Sí, nos hacemos semejantes a Dios si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humildad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos solo las armas de la verdad y del amor. “En efecto, ¿para qué te serviría que Cristo haya venido hecho carne una vez, si Él no llega hasta tu alma?”.

Facebook, Instagram y Twitter: moises.matamoros

Países que nos están viendo

ALIANZAS