Ciencias Alternas

Los siete derechos divinos

Eres todo, pues vienes del Todo, nada te falta, tampoco nada te sobra. A cada día le basta su propio afán y Dios se encarga que todo llegue a ti

Dr. Moisés Matamoros Muñoz

Por ser hijos de Dios, tenemos acceso a todo lo que es posible, lo real y lo que está más allá de nuestro plano tangible. Podemos decir que tenemos acceso a Dios, lo más inmenso, pleno y perfecto. Sin embargo, es un trabajo personal que este acceso sea más consciente y con mayores oportunidades de revelación.

El libro del Génesis abre un capítulo que da origen a todo. En el primer día, Dios dijo: “Hágase la luz”. Sin embargo, los portadores de la luz: el Sol, la Luna y las estrellas, no se hicieron sino el cuarto día. Los kabbalistas creen que la Luz que fue creada en el primer día de la creación no es la luz como la conocemos; era consciencia.

Según el Zóhar, la Luz estaba en todas partes. Era necesaria una vasija para contener esta Luz, para recibirla y compartirla, así que Dios “escondió” la Luz dentro de la naturaleza y dentro de nosotros. Nuestro propósito en esta vida es revelar Luz. Como Karen Berg explica: “Nuestro trabajo espiritual es revelar toda la Luz que originalmente fue puesta en nuestra Vasija y luego convertirnos en un faro de Luz para otros”. En cada vida, nuestro trabajo es revelar la mayor cantidad posible de Luz para compartirla con otros y ayudarlos también a revelar Luz.

Revelamos Luz al transformar nuestro deseo de recibir para nosotros mismos al deseo de recibir para compartir con otros. Para resumirlo, debemos compartir con un corazón bondadoso. Al principio, uno pensaría que todo lo que debemos hacer son “buenas acciones”. Y así vamos, como niños a los que les prometieron un premio si se portaban bien, diciendo “por favor” y “gracias”, compartiendo nuestros “juguetes”, y siendo amables con todos los que conocemos. Por supuesto, nunca deberíamos subestimar el poder de una palabra amable o los buenos modales. Sin embargo, revelar Luz al compartir requiere un cambio en la manera en la que vemos nuestra vida y nuestras relaciones con la gente que nos rodea; requiere consciencia.

Nuestro trabajo de revelar Luz es continuo. Cambiamos nuestra consciencia y crecemos, solo para darnos cuenta de que hay más trabajo que hacer. Incluso las personas más conscientes entre nosotros se esfuerzan continuamente para realizar un trabajo espiritual más profundo todo el tiempo. Lo que mucha gente no ve es el hecho de que cada cambio solo nos acerca a nuestro verdadero yo. En su libro El secreto, Michael Berg dice: “Transformar quien eres no significa convertirte en algo fuera de tu naturaleza. Significa redescubrir tu verdadera naturaleza, quien realmente eres tú. La chispa del Creador ya está dentro de ti. Solo debes airear esa llama a través de acciones positivas de bondad. Mientras mayor sea la Luz y la bendición, más escondida debe estar”.

La Luz que fue revelada el primer día de la creación contenía amor, felicidad, confianza y belleza. Estaba escondida para que pudiéramos transformarnos en el proceso de encontrarla. “Cuando la redescubrimos”, dice Michael Berg, “expresamos la chispa de santidad en nuestra alma, y en ese momento, alcanzamos el propósito de nuestra vida”. Así que mientras continúes en tu camino, permite que se haga la Luz.

Por eso es importante tener en claro los derechos básicos con los que la Luz nos respalda para este trabajo espiritual, posiblemente haya más de siete derechos, pero ubiquemos estos que pueden ser de mucha utilidad en nuestra tarea de ser más afines al Creador, puesto que somos imagen y semejanza de Él:

  • Derecho a tener: eres todo, pues vienes del Todo, nada te falta, tampoco nada te sobra. A cada día le basta su propio afán y Dios se encarga que todo llegue a ti. ¿Acaso algo realmente te ha hecho falta? Dios no quita, simplemente educa, forma, encamina. Tus ambiciones materiales son válidas, pero cuando te vas al extremo, Dios equilibra la balanza para que no caigas en el apego, la dependencia o la avaricia.
  • Derecho a sentir: los sentimientos son parte fundamental de tu esencia, te definen y te proyectan. Sentir está bien, es bueno y es liberador, para ello Dios te da la facultad de ponerle nombre a tu emoción, e identificarla hacia qué plano, qué situación o persona está dirigida. Es válido tener miedo de acobardarse, es válido gritar de euforia, es válido llorar por alguien, Dios asiste siempre con su fuerza.
  • Derecho al poder: está asociado con el trabajo. Toda acción laboral es edificante, pues es el canal por el que mereces. No decaigas en tus aspiraciones a más, pues son válidas si están fundamentadas en la superación personal y un mejor compartir. Nadie que anhele tener cae en una falta; la falta se da cuando impera el poder por encima de la conciencia, o cuando el ser humano se esclaviza al trabajo.
  • Derecho a amar y ser amado: ningún ser humano pasará por esta vida sin experimentar el amor, tú no eres la excepción. Dios es amor, el amor es la manifestación más perfecta de la creación, es el motor que mueve todo, la causa incausada, el primer orden. Como dijera la reciente película de Disney Soul, es el gran antes y el gran después. Así que por ningún motivo elimines el amor de tu vida, no te pelees con él, solo intégralo y verás todo con más armonía. El amor es más que una pareja, el amor es ver cara a cara a Dios.
  • Derecho a expresar, escuchar y ser escuchado: con toda libertad manifiesta lo que tus ideas generan y respeta la decisión cuando alguien requiera hablar. La verdad nunca será oculta, tienes la posibilidad que esto sea una verdadera epifanía, para revelar siempre Luz a los demás. Conviértete en buena noticia con la facultad de anunciar y también denunciar, en esto consiste ser profeta.
  • Derecho a ver la verdad más elevada: Dios se muestra, se hace ver, se hace sentir, se hace escuchar. Dios comunica y Dios quiere que lo conozcas. Por lo tanto, Él que es toda Verdad, está aquí y ahora para acercarse y disipar dudas, sombras, oscuridad, tinieblas. No hay nada que quede oculto, no hay nada que no se muestre a la Luz. Quien anda en verdad, anda en paz, y la paz es un tesoro del alma que no se le entrega a nada ni a nadie.
  • Derecho a saber: no solo es “conocer” sino “saborear”. El verdadero saber lleva a disfrutar lo que la vida otorga, de este modo “se sabe más y mejor”. Un sabio siempre estará dispuesto a aprender, por eso conserva su derecho a saber, porque todo le muestra enseñanza. Recuerda, la hoja del árbol no se mueve sin un propósito, y el universo siempre es y será tu mejor aula para la evolución.

“No el que vence a miles de enemigos en la batalla, sino el que se vence a sí mismo, es el máximo vencedor”

Buda

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