Ciencias Alternas

No oigo, no veo, no hablo

Aunque en la cultura occidental usualmente tienen una connotación negativa ya que describen a alguien que se hace el ciego ante la maldad, su significado original es que es sabio “no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal”

Dr. Moisés Matamoros Muñoz

Casi todos hemos visto y usado los emojis de los monitos que se cubren los ojos, los oídos y la boca. Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde vienen y qué significan? El origen de estos tres personajes es un poco oscuro. Son de origen japonés, están dibujados en los muros de un templo sintoísta, pero tienen posibles raíces budistas o hinduistas. Aunque en la cultura occidental usualmente tienen una connotación negativa ya que describen a alguien que se hace el ciego ante la maldad, su significado original es que es sabio “no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal”. (Por cierto, a veces hay un cuarto mono con los brazos cruzados que quiere decir: “no hacer el mal”.)

Existe una porción semanal de la Kabbalah que se llama Shoftim, lo cual quiere decir “jueces”, y en la Torá se leen los detalles sobre cómo debe funcionar el sistema judicial. Sobre esta porción, el Rav Berg solía enseñar que hay puertas por las que pasa el alma después de dejar este mundo. En cada una hay un guardia que deja pasar el alma o no. Estas puertas también corresponden a puertas que tenemos en nuestro ser (ojos, boca, nariz, etc.), es decir, las aberturas por las que percibimos la realidad.

¿Te has dado cuenta de que cuando alguien no te cae bien por alguna razón parece que todo lo que hace, aunque sea totalmente benigno, está mal? Probablemente todos hemos pasado por algo así. La razón es que en realidad no percibimos la realidad como es. Nuestros ojos ven o nuestros oídos escuchan algo, pero todo es filtrado por nuestra mente. En el caso de alguien que no te cae bien, lo ves con un lente interno que hace que todo lo que este individuo haga sea desagradable.

Ninguno de nosotros es verdaderamente objetivo. De un modo u otro, nuestra percepción ha sido adulterada. Nuestra manera de ver el mundo es formada por una cantidad de cosas: el entorno en el que crecemos, la sociedad, la religión, la cultura, nuestro sistema de creencias, etc. Sin embargo, está escrito en la Biblia que cuando dejamos este mundo, no solo seremos juzgados por nuestras acciones, sino también por nuestros sentidos, por la manera en la que percibimos la realidad. Entonces, ¿qué debemos hacer?

Ser consciente espiritualmente es vivir con discernimiento de lo que permitimos entrar y salir de nuestros ojos, oídos y boca. Fuimos bendecidos con el poder de elegir ver lo que está bien en los demás en lugar de ver lo que está mal en ellos. Podemos ser conscientes de la oportunidad para decir una palabra amable sobre alguien y para evitar oír chismes. Aunque haya una persona con la que no te entiendas para nada, puedes encontrar al menos un aspecto positivo y concentrarte en él, teniendo en cuenta que creamos una bendición para nosotros por medio de ese esfuerzo.

Ser consciente de tus puertas no significa que te pongas en el camino de personas perjudiciales o que renuncies a tu sentido común y buen juicio. Más bien significa que consideres lo que dirás antes de decirlo o que retrocedas y pienses en otro punto de vista antes de reaccionar.

Es muy fácil y rápido acercarnos a alguien, juzgar a esa persona e instantáneamente compararnos con ella o encontrar defectos (aunque esto tiene más que ver con nuestra propia inseguridad que con cualquier otra cosa). Ver con lo que llamamos en hebreo ayin tov (buen ojo) significa percibir las cosas con benevolencia, recordar que hay una chispa divina en cada uno de los hijos de Dios. Parece un esfuerzo pequeño, irrelevante quizás, pero cuando vemos la Luz en los demás, nuestra propia Luz brilla con más intensidad en el mundo.

El Midrash dice que las bendiciones provienen de anavá: la humildad. Es decir, que las bendiciones solo llegarán a una persona cuando esta despierte la humildad en su interior. Así que, ¿cómo despertamos la humildad?

Sabemos que Moshé es visto como una de las personas más humildes que haya vivido en este mundo. Tiféret Shlomó explica que cuando hablamos acerca de la humildad, en referencia a Moshé, no hablamos de la humildad de una persona. Cualquiera puede alcanzar cierto nivel de humildad, sin embargo, cuando hablamos acerca de Moshé nos referimos a un nivel de humildad verdadera, la cual es la única forma para conectar con todas las bendiciones. Moshé tuvo el mérito de hablar directamente con el Creador porque alcanzó verdadera humildad a través de los grandes niveles de conexión y revelación que logró como resultado de su transformación espiritual y su crecimiento personal.

La humildad no simplemente significa que somos espirituales y que sabemos que no es bueno actuar con ego o hablar con altivez a las personas. Si bien es bueno que trabajemos en desarrollar la humildad, esta no es la clase de anavá, humildad, que Moshé tenía y por la que deberíamos esforzarnos. Entonces, ¿cuál es la verdadera humildad de Moshé?

A medida que nos acercamos cada vez más a la Luz del Creador, comenzamos de forma natural a ver cuán pequeños somos en realidad. Kedushat Leví utiliza la analogía de una pequeña vela: mientras más lejos está del Sol, más puede la vela iluminar la oscuridad; pero mientras más cerca esté del Sol, menos luz creará porque la luz de la vela es opacada por la luz del Sol. Esto también es verdad para nosotros. A medida que crecemos espiritualmente y desarrollamos una conexión más cercana con la Luz del Creador, la humildad llegará a nosotros de forma natural. Esto no es algo por lo que la persona deba trabajar. Si nos acercamos a la Luz del Creador, se hace más claro para nosotros cuán pequeños y diminutos somos. Si la humildad no es algo que viene a nosotros de forma natural, es una indicación de que necesitamos trabajar para desarrollar esta capacidad. Y ya que la humildad es la base para todas las bendiciones, esta es la pregunta que debemos hacernos: ¿Es natural para mí ser humilde?

Desgraciadamente, incluso para aquellos de nosotros que trabajamos espiritualmente, el desear volvernos más humildes implica esfuerzo, y si es un esfuerzo, entonces es una indicación de que estamos alejados de la Luz del Creador y nos estamos alejando aún más. Porque si en realidad nos estamos acercando al Creador, actuar con humildad será algo natural para nosotros; a medida que nos acercamos a la Luz del Creador, vemos de forma natural cuán pequeños e insignificantes somos en comparación. Si la humildad no es algo que sintamos de forma natural, es un indicador claro de que no nos estamos acercando a la Luz del Creador, no estamos creciendo y, por lo tanto, todas las maravillas que hacemos y todas las cosas que la gente ve en nosotros no significan absolutamente nada.

Pensamos que trabajar en nosotros mismos significa restringir nuestra reacción cuando alguien nos hace algo negativo porque sabemos que es importante no tener ego y queremos ser espirituales. Aunque comportarse de esta manera está bien, esto no es humildad verdadera y tampoco es un indicador de que estamos creciendo.

Si estamos creciendo y nos conectamos con fuerza con la Luz del Creador, la humildad se vuelve natural. Si tener humildad no es algo natural para ti, olvídate de todo lo que haces y de todo lo que las personas ven en ti, porque eso significa que no estás creciendo y no te estás conectando con más fuerza a la Luz. Cuando crecemos, nuestra insignificancia se vuelve cada día más evidente. Pero si la disminución de nuestro ego no ocurre de manera natural, entonces es la indicación más clara de que no estamos desarrollando nuestra conexión con la Luz del Creador.

Por ende, no cambia nada lo que alguien piense acerca de nosotros o de lo que hacemos, todo lo que importa es que nos hagamos esta simple pregunta: ¿La humildad crece en mí de forma natural cada día? La respuesta es que si estás acercándote más a la Luz del Creador, entonces la humildad tiene que nacer de forma natural en ti.

Fuente: www.kabbalah.com

@moises.matamoros

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