Cultura

A 470 años de su muerte Erasmo de Rótterdam está vigente

A 470 años del fallecimiento del gran pensador humanista Erasmo de Rotterdam (1469-1536) vale la pena recuperar sus ideas sobre la naturaleza de la política y las virtudes de los gobernantes que especialmente en este momento son relevantes para México.
Arturo Magaña Duplancher

Un primer acercamiento a la vida y la obra de Erasmo (1469-1536) nos deja corroborar la tesis de León E. Halkin según la cual “sigue siendo más célebre que conocido”. Mal interpretado la mayoría de las veces e incomprendido por los estudiosos de la Reforma aparece ante nosotros, sin embargo, con una vigencia extraordinaria.

Erasmo, a través de los puntos esenciales de su pensamiento, ha vuelto a ser actual. El sentido de una civilización en peligro, la búsqueda fraternal de la paz, el cuidado de una educación racional, el renacimiento de las culturas clásica, bíblica y patrística, el humanismo integral, en suma, son preocupaciones que no han dejado de serlo hasta nuestros días.

Líder europeo

La Institución o Educación del príncipe cristiano (1516) es el tratado político que Erasmo escribió a los 47 años de edad en plena madurez y riqueza de pensamiento cuando era ya el líder indiscutible de los intelectuales europeos. El texto encarna sus esperanzas de una armonía cristiana emanada de la paz universal, religión genuina, educación y prosperidad. Este texto, destinado al futuro Carlos V, pretende erigir un modelo para todos los reyes cristianos. Encierra fundamentalmente una pedagogía orientada con fines políticos pero todas las cuestiones relativas al ejercicio del gobierno, la naturaleza y la fuerza de las leyes y el fundamento de la autoridad.

Erasmo toma al príncipe desde su nacimiento para iniciar un verdadero proceso de “paideia”, responsabilidad de un preceptor. Este preceptor será elegido por el príncipe de entre los mejores hombres, los eruditos, los incorruptibles, los íntegros. Este tutor estará al tanto de las amistades del príncipe, apartará de él las malas compañías como los aduladores, los bebedores, los bufones, las mujeres hermosas y los otros monarcas que pueden, a un corazón joven, servir de ejemplo de opulencia, lujo e intemperancia.

El “arte del gobierno” exige una gran preparación y es, en buena medida, una educación a través del tesoro reunido por los siglos pasados. Los proverbios de Salomón, el Eclesiastés, el Evangelio mismo y el libro de la sabiduría, por un lado, las obras de Plutarco, Séneca, Aristóteles, Platón y Cicerón, por el otro, y las grandes obras de historia de la antigüedad clásica de Tito Livio, Salustio y Jenofonte formarán al príncipe cristiano humanista.

Poder, sabiduría y bondad

Hay para Erasmo tres cualidades: poder, sabiduría y bondad, que Dios posee y que el príncipe deberá poseer también. Sin estos tres elementos, el príncipe se convertirá en tirano y gobernará sin Dios, sin respetar la libertad de las almas, haciendo sentir a sus súbditos un mandato insoportable y no como padre de una gran familia cristiana.

El príncipe, luego de la instrucción teórica, deberá recibir otra más técnica. Deberá conocer bien la historia de las ciudades y provincias, su geografía. Deberá visitarlas y aun emprender la conquista de la opinión y el afecto de los súbditos con recursos retóricos aunque el mejor medio de ganar su afecto sea amarlos sinceramente.

El programa de gobierno es muy completo: “Hace falta, mediante acertados decretos, corregir las malas costumbres, reformar las leyes corrompidas, anular las malas, elevar a los magistrados íntegros y castigar o aprisionar a los demás, estudiar el modo de ayudar cuanto sea posible al pueblo, liberar al Estado de todos los ladrones y malhechores, construir y mantener una concordia eterna entre todos sus súbditos. Embellecer las ciudades, fortificar las que están poco seguras, adornarlas con edificios públicos, puentes, pórticos, iglesias y muelles y acueductos y sanear los lugares apestados.”

El príncipe cristiano debe cultivar en su Estado el arte de la paz. El príncipe cristiano desprecia la guerra, exhorta siempre a un pacifismo cristiano, a un acuerdo de la doctrina de la Iglesia con las exigencias del bien común y a la extracción de algunas reglas prácticas de una política de paz.

La verdadera guerra empieza en nuestro interior. La razón lucha contra las pasiones, la cólera, la ambición y la avaricia; esas luchas trascienden a las guerras entre estados. De este modo, las pasiones humanas son las culpables de las guerras y son los príncipes los verdaderos responsables: “Son la cólera, las pasiones absurdas y condenables, el frenesí por la gloria, la tontería y la ambición, la avaricia insaciable, las injurias entre príncipes, su deseo de hacerse pagar cualquier supuesta deuda, la de arrebatar el dinero al pueblo, la ausencia de buena fe en los tratados y los descontentos y ofensas a que dan lugar los matrimonios entre los príncipes.” El deseo de gloria mediante las nuevas adquisiciones territoriales es un deseo absurdo, la grandeza de un príncipe no se mide por el tamaño de su reino sino por su prosperidad.

Príncipe vs tirano

Para Erasmo, la autoridad del príncipe es justa mientras no tenga por objetivo más que el bien público y sea aceptada libremente por sus súbditos. En esto estriba la diferencia entre el príncipe y el tirano. El tirano piensa en sí mismo más que en la República, es propietario del Estado y de la vida misma de sus súbditos.

Toda la grandeza del oficio de rey está en gobernar, no a asnos o caballos, sino a hombres libres; en eso es en lo que imita a Dios, cuya autoridad respeta la libertad humana.

Para algunos autores como P. A. R. Janet, la Institución del príncipe cristiano es “un buen tratado de moral pero nunca un tratado político”. Éste es un punto de vista más o menos generalizado pero poco convincente. La importancia de Erasmo en la historia de las ideas políticas la planteo en palabras de Pierre Mesnard: “la restitución de las enseñanzas tradicionales en toda su urgente obligación y en su descuidada complejidad. Hacer de la política idealista, como en Platón, una capaz también de soluciones prácticas y aplicaciones inmediatas”. No es que la obra sea un tratado moral y no político, para Erasmo no hay diferencia. Si, como dice Isaiah Berlin, Maquiavelo no separó la política de la moral sino la moral pagana de la moral cristiana, podemos decir que Erasmo no hizo la distinción. Debemos entender a Erasmo como un hombre cuyo humanismo cristiano respondía a las necesidades de paz y tranquilidad en una época de odios, inseguridad e intolerancia. Creo que no estamos lejos de ese escenario.

Países que nos están viendo

ALIANZAS