Cultura

Cabezas colosales olmecas, de origen mesoamericano

Arqueólogos universitarios descartan la teoría de que la civilización más antigua de Mesoamérica tiene sus raíces en África, por lo que muchos creen que el origen de estas esculturas es africano

Revista Protocolo

Ciudad de México, 11 de febrero de 2020.— El origen de las cabezas colosales olmecas no es africano, como se rumora desde hace 150 años, sino mesoamericano, afirmó Ann Cyphers, académica del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, quien junto con sus colaboradores han realizado estudios de ADN mitocondrial que comprueban la identidad de los olmecas, la civilización más antigua de estas tierras.

La experta recordó que las teorías del origen africano y las migraciones transoceánicas están muy enraizadas en el imaginario colectivo, por lo que “ha sido muy difícil sacudirnos de estas ideas”.

Ann Cyphers, descubridora en 1994 de la más reciente cabeza olmeca, hallada en el sitio arqueológico de San Lorenzo Tenochtitlan, Veracruz, explicó que esa tesis data de 1869 y fue propuesta por José María Melgar y Serrano, quien reportó la primera cabeza colosal en lo que hoy es Tres Zapotes, Veracruz.

“Entonces no se sabía de la existencia de la cultura olmeca, y Melgar propuso que los rasgos de las esculturas correspondían a personajes de Etiopía, gente de raza negra, más que nada por las facciones del rostro. De ahí nació esa especulación y se formó una polémica que nos persigue en la arqueología olmeca.”

Para la investigadora, las facciones anchas y achatadas de los rostros de las cabezas colosales se explican porque los tronos de los gobernantes, que eran grandes prismas, fueron reciclados para hacer las esculturas.

Reutilizar los tronos era importante, pues además de ser un símbolo del gobernante, con ello se evitaba traer más rocas de otras poblaciones. Como querían que la cabeza fuera lo más grande posible, acomodaban la imagen del gobernante en el prisma y el rostro se deformaba.

“Eso aclara en gran medida el porqué de las facciones comprimidas. Se entiende, por ejemplo, la nariz y la boca anchas, pues ninguna cabeza tiene elementos salientes, todo está compacto, pegado, es parte del prisma.”

En excavaciones realizadas durante años en sitios olmecas y al estudiar científicamente diversas piezas de esa civilización, arqueólogos universitarios no han encontrado artefactos africanos; esta es una primera línea de investigación que descarta el origen en aquel continente. La segunda línea contempla estudios de ADN, que antes no se podían hacer porque no había entierros olmecas.

Al respecto, Enrique Villamar Becerril, antropólogo de la UNAM, indicó que se muestrearon dos entierros: en Loma del Zapote (que data de 1200 a. C.) y en San Lorenzo (1000 a. C.). “De esos dos individuos se tomó muestra ósea de costilla y se sometió a un procedimiento para obtener su ADN mitocondrial, el linaje que proporciona la madre a un individuo, porque es más factible recuperarlo de restos arqueológicos.”

Así logró la clasificación de esa información genética, denominada haplogrupo. “La diversidad genética del ADN mitocondrial se puede clasificar según las similitudes que hay en varios individuos, y ellos pueden compartir algunas mutaciones que los hacen diferentes a otros individuos en diferentes regiones geográficas del mundo.”

Esas diferencias permiten definir a qué grupo pertenecen, y así el ADN mitocondrial se clasifica en haplogrupos. “Obtuvimos el haplogrupo de estos dos sujetos y supimos que pertenecen al A, uno de los más abundantes entre las poblaciones fundadoras e indígenas de América. Si hubieran sido africanos, el haplogrupo sería L, que es característico de esas poblaciones”, resaltó.

Además, remarcó Cyphers, si hubiera material genético africano en los olmecas, no solo se vería en los entierros, sino en las poblaciones posteriores.

Al describir a los olmecas, Cyphers dijo: fueron “la primera civilización de Mesoamérica, gobernantes poderosos; en una palabra, una civilización”.

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