Cultura

Catalogan piezas arqueológicas repatriadas a México

Se trata de piezas que fueron repatriadas a México a finales del año pasado, luego de haber sido incautadas en Estados Unidos y Alemania

Más de cinco mil objetos arqueológicos de los periodos paleoindio y prehispánico, son registrados y catalogados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta). Se trata de piezas que fueron repatriadas a México a finales del año pasado, luego de haber sido incautadas en Estados Unidos y Alemania.

La tarea de clasificación lleva 20 por ciento de avance, y entre los materiales registrados destacan dos puntas Clovis y Folsom, de más de 11 mil años de antigüedad, así como un escarificador utilizado por cazadores recolectores para hacerse diseños en la piel.

Los antiguos objetos fueron entregados en dos lotes al Instituto, el 25 de octubre y 23 de noviembre de 2012, como parte del Programa para Procurar la Recuperación de Bienes Culturales, que implementan la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Procuraduría General de la República, el INAH y el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Una vez bajo resguardo del INAH, especialistas de la Dirección de Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicos (DRPMZA) se han dado a la tarea de catalogar y analizar macroscópicamente cada uno de los objetos, a partir de lo cual han podido dilucidar, preliminarmente, algunos materiales, técnicas de manufactura, filiaciones culturales y temporalidades.

“Estas piezas, cuya temporalidad va de 9200 a.C. a 1600 d.C., dan cuenta de la vida de los grupos de cazadores recolectores, particularmente de aquellos que habitaron el noroeste del país, y la explotación que realizaron de recursos naturales, como fibras de diferentes tipos de agaves para hacer textiles o sandalias, así como el uso de piedras, entre ellas, pedernal para la elaboración de flechas”, informó Alejandro Bautista Valdespino, subdirector de Registro de Monumentos Arqueológicos Muebles de la DRPMZA.

A su vez, el arqueólogo Isaac Aquino, investigador de la DRPMZA, indicó que “los objetos confirman lo que cronistas del siglo XVII y principios del XVIII, como los padres jesuitas Eusebio Francisco Kino y Juan María Salvatierra, narran en sus escritos sobre la indumentaria de estas antiguas poblaciones”.

“Dichos cronistas —abundó— mencionan que entre esos grupos era común el uso de faldellines decorados con plumas o conchas, calzar con huaraches hechos de yuca, o el uso de redes para trasladar herramientas para la caza o frutos que recolectaban, elementos de los que hay evidencia en estos lotes de piezas.”

El especialista dijo que en el caso del primer conjunto (integrado por más de cuatro mil objetos) destacan dos puntas de pedernal, asociadas a la caza de megafauna por grupos seminómadas en el periodo Pleistoceno, desarrollado hace diez mil años de antigüedad, cuando existieron grandes animales, como el bisonte y el mamut.

Isaac Aquino mencionó también que durante la catalogación, se conoció la técnica de manufactura de las puntas, “que consistía en obtenerlas por percusión (golpeteo), para posteriormente, por medio de presión hacer el acabado, que consistía en una acanaladura en el centro de la punta”.

Los expertos del INAH también han identificado 102 piezas orgánicas, entre ellas fragmentos de cestería, cinco pares de sandalias de fibras de yuca y una red para cargar objetos, datadas de 1000 a 1600 d.C., las cuales fueron utilizadas como herramientas o indumentaria por cazadores recolectores que se asentaron en el Altiplano Central y norte de México, principalmente en Sonora, Chihuahua, Coahuila, Sinaloa, Nuevo León, Durango, Tamaulipas y Baja California.

“Dentro de tales piezas sobresale un escarificador, que gracias a los estudios macroscópicos, se sabe que está hecho con una tablilla de hojas de yuca, sobre la que se insertaron puntas de cactus, con éstas los cazadores recolectores se hacían marcas sobre su cuerpo que pintaban con carbón o algún pigmento natural, que quedaban de manera permanente”, explicó Alejandro Bautista.

Asimismo, se registraron espinas de mantarraya que, posiblemente, fueron usadas como herramientas para cortar la piel y crear figuras en ella, o como punzones de autosacrificio.

De acuerdo con Isaac Aquino, los objetos serán sometidos a estudios morfológicos para conocer la región exacta de procedencia, se les harán análisis que ayuden a establecer temporalidades mucho más precisas, y se les realizarán diagnósticos de restauración para que a la brevedad, sean sometidos a procesos de estabilización, toda vez que los materiales con que están hechos son perecederos.

“Dentro del mismo lote de piezas de material orgánico —dijo el arqueólogo—, se encontraba un lanzadardos de madera de 33 cm de largo, cuya antigüedad oscila entre 1000 a 1600 d.C., lo que refiere que es uno de los artefactos utilizados para arrojar lanzas hasta 100 metros de distancia, durante la época más tardía de cazadores recolectores en el norte del país.”

Por su parte, el arqueólogo Omar Silis García, también adscrito a la DRPMZA, refirió que dentro de la colección había cuatro hachas de cobre, que de acuerdo con sus características morfológicas, son instrumentos de contextos funerarios de la cultura tarasca (Michoacán), “una de las primeras civilizaciones en explotar el metal durante el periodo Posclásico Tardío (900-1521 d.C.)”.

En cuanto al segundo lote de objetos (integrado por 916), Omar Silis detalló que tres de ellos son moluscos fosilizados, siendo el más grande el de 40 cm de diámetro; actualmente son estudiados por biólogos del INAH para determinar la especie, área de distribución y antigüedad.

El resto de las piezas corresponden a 897 cuentas de concha y caracoles, relacionadas con la cultura Casas Grandes (Chihuahua); y 11 objetos de cerámica procedentes del occidente de México, cuya antigüedad se estima entre 200 y 900 d.C., y quizá se vinculen con la tradición Tumbas de tiro, que se practicó en estados como Sinaloa, Nayarit, Colima, Jalisco y parte de Zacatecas.

“Entre estos materiales destaca una olla fitomorfa —de 8.3 cm de alto y 11 de ancho— con tonos naranja y blanco sobre rojo, cuyas líneas semicurvas dan la apariencia de una calabaza”, anotó Silis García.

A partir de la catalogación, el especialista pudo reconocer tres conjuntos de conchas y caracoles (de entre 4 cm y 9 mm de diámetro), algunos en forma tubular y otros circular, de entre 800 y mil 300 años de antigüedad.

El registro de las piezas continúa, y se prevé terminar a mediados de este año; la información estará disponible al público interesado en la página de internet www.registropublico.inah.gob.mx. Una vez acabada su catalogación, se dispondrá a establecer espacios de almacenamiento o de exhibición de los antiguos objetos.

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