Cultura

El azúcar: elemento de identidad, generador de mitos, creencias y tradiciones

Aspectos relacionados con su historia, producción y presencia en la cultura popular, integran la muestra Un dulce ingenio que se presenta en el MNCP

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El corte de caña al momento de la inauguración

A partir del supuesto de que la caña de azúcar es originaria de América —cuando en realidad es nativa de Melanesia, Oceanía y fue traída por los españoles hace más de 500 años—, se ha convertido en elemento de identidad; a su alrededor se han tejido mitos, creencias y tradiciones que vinculados a su proceso industrial, productivo y generador de riqueza, dan sustento a la exposición Un dulce ingenio. El azúcar en México, inaugurada el 5 de agosto en el Museo Nacional de Culturas Populares (MNCP).

La muestra, cuyo corte de caña (no de listón) estuvo a cargo de Fernando Serrano Migallón, secretario Cultural y Artístico de Conaculta; Miriam Morales Sanhueza, directora general de Culturas Populares; René Martínez, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Azucarera y Alcoholera, y Aarón Mejía, director del MNCP, es producto de la investigación realizada por la historiadora Beatriz Scharrer y montada en la Sala Guillermo Bonfil Batalla, con el apoyo museográfico de Sebastián Soto.

Un dulce ingenio. El azúcar en México ofrece una visión panorámica sobre aspectos relacionados con su producción, tanto desde el punto de vista histórico como de su presencia en diversas manifestaciones de nuestra cultura popular en torno del trapiche y el piloncillo, sin olvidar su importancia industrial y económica.

La palabra azúcar proviene del árabe as-sukkar y del vocablo sánscrito (India) sharkara, de las que se derivaron sus diversas denominaciones en los distintos idiomas.

El primer dato que aporta la exposición y que causa desconcierto en muchos, es enterarse de que la caña de azúcar, a pesar de su carácter tropical y gran arraigo, no es originaria de nuestro continente. Proviene de Oceanía, donde se domesticó y consumió como bebida; posteriormente se dio a conocer en China y la India, lugares en los que se dieron los primeros pasos para conservar su jugo por medio de la cocción que derivó en el gur, dulce sólido y oscuro; los árabes la llevaron al Mediterráneo y a las Canarias, para luego ser traída a América por los españoles.

El azúcar, según su estado de refinación se distingue en varias clases: azúcar de caña o remolacha (sacarosa), de leche (lactosa), de frutas (fructuosa), de madera (xilosa) y de malta (maltosa).

Aquí, a través de ambientaciones, reproducciones fotográficas, gráficos estadísticos y expresiones propias de la cultura popular, se documenta que detrás de la producción azucarera ha habido esclavitud, hacendados, deforestación, ejidatarios, jornaleros, industria, ceremonia, festejos, riqueza y tecnología.

El primer ingenio en México fue fundado por Hernán Cortés en Santiago Tuxtla, Veracruz. Posteriormente tocó el turno a Morelos., Antonio de Serrano, oidor de la Primera Audiencia hizo lo propio en el Valle de Cuernavaca; le siguió Hernán Cortés en Tlaltenango, Bernardino del Castillo (subalterno del conquistador) en Amanalco y así fue creciendo su presencia.

Se dice que en el siglo XVII las autoridades virreinales prohibieron el empleo de indígenas en la elaboración del azúcar, por considerarla una labor peligrosa; los hacendados se vieron obligados a importar esclavos de África que hicieron crecer a la industria.

Los procesos y técnicas que durante mucho tiempo prevalecieron, derivaron de una fusión de costumbres indígenas, europeas y africanas. Y fue hasta el porfiriato cuando vivió importantes avances tecnológicos. Se introdujo el sistema de vías portátiles para el acarreo de la caña cortada y la báscula para pesarla; la máquina de vapor hizo que los trapiches trabajaran mejor y más rápido.

Poco tiempo después, los campesinos morelenses encabezados por Zapata se rebelaron y la región cañera (Puebla, Guerrero, Estado de México, Tlaxcala y Oaxaca) se convirtió en escenario de enfrentamientos armados.

La exhibición también da testimonio de los cambios que el campo, la industria y quienes la animan han vivido, a través de obras pictóricas pertenecientes a la Colección Banamex, realizadas por Eugenio Landesio, Moritz Rugendas y Diego Rivera; fotografías de la faena y la vida de los jornaleros, así como ambientaciones de todo lo que rodea su vida laboral, familiar, ceremonias, festejos y tradiciones.

Así, se pueden apreciar sus usos en las industrias del dulce tradicional e industrializado, refresquera, alcoholera, farmacéutica, sus aplicaciones en la gastronomía y la panadería.

En la parte económica se destaca que la caña de azúcar aporta más ingresos que el maíz, frijol y sorgo, a pesar de que ocupan mayores extensiones de cultivo en el país. Y aún más, del azúcar que se produce en México (cinco millones de toneladas al año, somos el sexto productor mundial), el 60 por ciento es para consumo directo y el 40 por ciento restante, sirve de insumo a otras industrias.

Por lo que se refiere al consumo de azúcar, las estadísticas señalan que en 1850 alcanzaba dos kilos por habitante; en 1913 registró un crecimiento diez veces mayor; para 1975 se incrementó a 36 kilos per cápita. Hoy día mientras en los países desarrollados se ubica en 27 kilos por persona, en nuestro país alcanza ya los 50.

La cultura popular también se ha visto permeada por la presencia del azúcar, al igual que la religión. Como ejemplos, se habla de danzas como la de “Los arrieros” (Estado de México) que reproduce las vicisitudes de los arrieros para transportar sus productos; la de “El trapiche” (huasteca veracruzana), como un agradecimiento a los dioses por la buena cosecha; la de “Los negritos” (Estado de México, Puebla, Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Michoacán y Veracruz), alusiva a los esclavos africanos; la ceremonia Wirrárika de cambio de varas, practicada en las comunidades huicholes y que anuncia el renacer del Sol.

En la religión, se manifiesta a través del Señor de la Caña, un Cristo ensangrentado, en actitud meditativa que porta una caña de maíz y que encuentra una variante en la capilla de la localidad de La Cañada, Ocuilán, Estado de México, en donde el Cristo porta una caña de azúcar, pues hace tiempo ésta se sembraba en la Hacienda de Jalmolonga.

Finalmente, cabe mencionar el uso del azúcar en los remedios para curar enfermedades y transformada en aguardiente, en las limpias practicadas por yerberos y curanderos.

Sobre la “Danza de los negritos” existen dos explicaciones. Para algunos se trata de la representación de los jornaleros de la caña de azúcar tiznados después de la quema durante la zafra, otros afirman que los danzantes representan a los esclavos negros que llegaron durante la Colonia para incorporarse al cultivo de la planta. Lo cierto es que ambas versiones están relacionadas con el impacto social, económico y cultural que produjo la llegada de la caña de azúcar a América.

Esa relación de más de 500 años con el producto traído de Asia es abordada en la exposición Un dulce ingenio, el azúcar en México, con la que el Museo Nacional de Culturas Populares (MNCP) regresa al montaje de muestras temáticas de “gran formato” acerca de productos, materiales y costumbres que han tenido un impacto crucial en la cultura popular mexicana.

Aarón Mejía, director del museo, explica que la muestra que ocupa los más de 300 metros cuadrados de la sala Carlos Bonfil, está integrada por fotografías, videos, música, gráficas, recreaciones y diversas piezas relacionadas con la actividad industrial, artesanal y cotidiana del azúcar.

“Existen infinidad de procesos culturales, muchos de ellos tocan de manera directa a los sectores y a las culturas populares del país. En la muestra el público va a poder ver, no sólo el viaje de la caña de azúcar de Asia a Occidente y de Occidente a América, y la incorporación a la rama productiva y cultural, sino también podrá observar toda esta cultura en torno a la caña, su cultivo y su procesamiento, ya sea para hacerse azúcar o piloncillo.”

La exhibición, que contó con la colaboración del museógrafo Sebastián Soto y la investigación de la historiadora Beatriz Scharrer, otorga la mitad del espacio al impacto que en la cultura popular ha tenido el azúcar. Ya sea a través de danzas, refranes y cantos, en los que se menciona al endulzante o su materia prima, o bien a través del uso que se le ha dado como ingrediente de la medicina tradicional, la gastronomía y la múltiple dulcería típica del país.

A través de la exposición, que permanecerá abierta al público hasta marzo de 2010, el público podrá apreciar tanto los aspectos históricos como la vida en las haciendas azucareras y las manifestaciones de la cultura popular en torno al trapiche y el piloncillo, pasando por la producción industrial y datos estadísticos de la producción mundial, que ubican a México como el sexto productor.

Un dulce ingenio… muestra la fusión de técnicas y costumbres africanas, europeas e indígenas en torno a la producción y consumo del azúcar. “Aunque en el México prehispánico ya se conocían endulzantes como la miel de abeja o la fructosa, la incorporación del azúcar a las cocinas le da un toque de diversidad impresionante”, agrega Mejía.

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