Cultura

El Museo de los Huevos de Pascua en Hungría

Los festejos de la temporada de Pascua gozan de una particular importancia en la región de Europa del Este; al acercarse esta época, las vitrinas se inundan de huevos decorados con los motivos más variados, los artistas expresan sus ideas en estos pequeños óvalos tridimensionales que una vez al año sirven de soporte para plasmar imágenes.

Al igual que las telas para óleo, los huevos se convierten en el pretexto sobre el cual se expresan ideas y se transmiten sentimientos, al igual que los cuadros, cada uno es único y lleva en sí una parte del alma de su pintor.

Yendo más allá de los efímeros huevos de chocolate, que año con año pasan a ser símbolo de una globalización insensata, los huevos de cascarón real que sirven para inmortalizar la obra de algunos artistas, quienes aprovechando un soporte novedoso que ofrece un abanico de posibilidades para lograr efectos artísticos, forjan sus obras con una sutileza extrema.

Los húngaros, gente sensible con alma de artista y corazón de poeta, fueron los primeros en ceder una importancia tal al arte ovoide que decidieron crear el Museo del Huevo de Pascua, el cual, ubicado en la ciudad de Zengövarkony, aloja una maravillosa colección de estos símbolos de la época pascual, decorados por artistas de las más diversas nacionalidades.

Huevos de Ucrania, de Francia, China, la India e Israel, conforman esta imaginativa colección dentro de la cual encontramos cascarones perforados, grabados, pintados, barnizados, pintados al óleo, con acuarelas, decorados con pedrería, modificados con ácidos, huevos de porcelana, de madera, de cristal y hasta de oro. Una composición única en su género que reúne todo el significado de los huevos de Pascua en un solo lugar.

Habiendo obtenido esta peculiar colección de manos del doctor Rózsa Nienhaus, un coleccionista aficionado, quien decidió donar su tesoro a una de las ciudades más ricas de Europa del Este en cuanto a cultura se refiere, la localidad de Zengövarkony adicionó un museo más a su extensa lista, ya que desde hace algunos años es merecedora del título de “la ciudad que posee más museos por número de habitantes”.

Por si estos atractivos no fueran suficientes, la afortunada población de este lugar puede jactarse de poseer el bosque de castaños más grande que se ha visto, enmarcado por las colinas Mecsek, un paisaje que semejaría un cuento de hadas dentro del cual existe una variedad fantástica de museos y rincones culturales.

Un lugar tan remoto que encierra el hechizo de un cuento de hadas, imágenes que muchos sólo pueden ver en sueños y que existen en realidad, Hungría encierra esa fascinación de los huevos de Pascua en sus calles y museos, pequeños objetos que no sobrepasan los diez centímetros de altura, lo cual se ve compensado con su circunferencia, con esa superficie que acepta todo tipo de trabajo, tan receptiva y tan frágil que sólo pueden trabajar sobre ella los artistas que se inspiran en musas y hadas, y que forman delicadamente figuras e imágenes que valen la pena ser conservadas en un lugar casi místico, como salido de una historia, rodeado por paisajes impresionantes y viejos árboles de castaños, descendientes ciertamente de aquellos que fueron plantados hace cientos de años por los romanos, cuyo imperio alguna vez alcanzó estos lares…

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