Cultura

La Navidad

Los antecedentes sobre la celebración de la Navidad son de carácter religioso y están sujetos a las manifestaciones culturales de los pueblos paganos y cristianos entre los días del 17 al 23 de diciembre.

El día 25 era la fiesta pagana del sol. El 19 de diciembre era el día más importante, ya que se celebraba una gran fiesta en honor a Saturno, dios de la agricultura. La gran fiesta de Navidad que actualmente se celebra el 25 de diciembre, no tenía antaño la misma fecha para todos los países cristianos. Había distintas opiniones sobre la fecha del nacimiento del Redentor.

En la iglesia del oriente se festeja el 6 de enero bajo el nombre de Teofanía, y conmemora la llegada de Cristo a la Tierra, y la revelación de su divinidad a los Reyes Magos. Ese mismo día la iglesia celebra el bautizo de Nuestro Señor por San Juan, y su primer milagro en las bodas de Canaán. La fiesta litúrgica de Navidad fue dispuesta por el pontífice Telésforo en el año 138, pero probablemente se haya adoptado en el surgimiento de la iglesia y para que los fieles recordaran ese gran misterio, que ha sido el primer acto de misericordia y de amor divino ofrecido a los hombres.

La fecha del 26 de diciembre fue fijada por el papa Julio I en el siglo IV. Él ordenó la búsqueda cuidadosa de los archivos del imperio conservados en Roma y estudió cuidadosamente el censo dispuesto por el emperador César Augusto. Esas investigaciones minuciosas, dieron como resultado que el nacimiento de Cristo ocurrió realmente el 25 de diciembre.

Tres misas

A partir del siglo VI los sacerdotes fueron autorizados a celebrar tres misas. La primera se llama misa de noche, la segunda del alba y la tercera del día. En el medievo, durante los festejos navideños se representaban en las iglesias y plazas los “misterios”, que eran temas de la historia sagrada. Esas funciones duraban varios días; desgraciadamente, en esas manifestaciones no faltaba el elemento cónico, exagerado y grotesco, así que para que no continuara esta degeneración de los misterios el parlamento, especialmente en Francia, los prohibió, en 1548. El pueblo cantaba cánticos acompañados por órgano, recordando los cantos de los pastores en el momento del nacimiento de Jesús, esos cantos son las “navidades”.

Por años, las celebraciones debieron ser interrumpidas, cuando en 1552, los puritanos británicos prohibieron la fiesta de la Navidad. Aunque la Navidad volvió a Inglaterra en 1660, bajo el reinado de Carlos II, los rituales desaparecieron hasta la época victoriana, cuando el príncipe Alberto instituyó de nuevo la práctica.

En la actualidad

La Navidad actual, como se vive cada año, es una creación del siglo XIX. El árbol de Navidad, originario de zonas germanas, se extendió por otras áreas de Europa y América. Los villancicos, que eran cantos típicos del pueblo, fueron recuperados, al tiempo que se componían otros. Las tarjetas de Navidad empezaron a utilizarse a partir de 1846, año en que se imprimió la primera de ellas en Londres.

Actualmente, para las distintas costumbres navideñas cristianas, quedaron la misa de la medianoche, o sea la “Misa de Gallo” y la reproducción del nacimiento, o sea del pesebre. Esta representación plástica, imagen dulce y amble, que adora y quiere el rito cristiano y especialmente el católico, se atribuye a San Francisco de Asís. Aunque cuentan que en el año 1025 ya en Nápoles, en la capilla de Santa María, se había armado el primer pesebre. Pero ateniéndonos a los libros sagrados, en el año 1223, ya en la adultez, el gran santo, que también había nacido en un pesebre, estando en la ermita de Greccio, tiene la idea de representar el nacimiento y pide la venia al papa.

Conseguido el permiso, arma la choza, con el asno y el buey, y pide a Dios la gracia de hacer bajar del cielo al divino Niño. En ese momento, su pedido fue escuchado, y Jesucristo, en forma y aspecto de un hermoso niño, apareció descansando sobre la paja, que luego fue milagrosa y sirvió para curar, y realizar varios milagros.

Sí, entonces, San Francisco, fue el que con su pesebre, contribuyó a la necesidad de las almas de aproximarse al Creador.

Varios artistas reprodujeron la escena del nacimiento, aunque a veces ésta no era la principal sino la adoración de los Reyes Magos y de los pastores.

En los museos de Europa existen, obras de los mayores artistas de todas las épocas. Por ejemplo, la de Boticelli (Felipe Alejandro): Adoración de los Reyes Magos, en el Palacio de los Oficios, en Florencia.

Distintas costumbres:

En Japón

Durante las fiestas navideñas se acostumbra colocar en el hogar un árbol enano, en cuyas ramas se colocan algunos hermosos ángeles.

Países nórdicos

En los países nórdicos, el árbol de Navidad reemplaza al pesebre. Generalmente es un abeto cargado de luces y regalos.

En Rusia

Las celebraciones de la Navidad no coinciden con el resto del mundo debido a que se sigue el calendario de la iglesia ortodoxa.

En las casas de las familias rusas se preparan 12 platillos para la mesa de Nochebuena en recordación de los 12 apóstoles.

El plato principal del menú es un pescado asado acompañado por una sopa de remolacha.

Días más tarde, los niños esperan la visita del Abuelo del Hielo, versión rusa de Papá Noel, a quien se conoce también como Maroz vestido con ropas rojas, botas negras y una estupenda barba blanca.

Maroz no viaja solo, lo acompaña la Niña de las Nieves y los dos juntos reparten juguetes, tortas y pasteles con jengibre.

Suráfrica

Llegando a Suráfrica, donde estuve un tiempo radicada en los años 1980, allí conocí un matrimonio maravilloso, él se llamaba Sveen Wellijus y ella Edita. Los conocí en la búsqueda de un profesor de inglés pues en aquel tiempo mi conocimiento del idioma no era muy bueno. Él era un danés hermoso y ella una inglesa estupenda, la cual modelaba los vestidos a la reina.

No tenían hijos y yo tenía a mis padres en Argentina, así fue como me convertí en su hija y ellos en mis padres. Me quisieron, los quise y los quiero. Con ellos aprendí cosas hermosas y disfruté momentos con mucho amor.

Aprendí a cocinar el pavo, a preparar la mesa, y a comprar “trique traca”, que en la noche de Navidad, rompíamos esperando ver la sorpresa.

A los dos mi corazón y mi amor.

Suráfrica es un país con diversidad de razas, culturas, grupos étnicos, lenguas, religiones y costumbres, las cuales tuve la suerte de vivir y apreciarlas, los zulú, los coxa, los africana, Cape town, Durban con sus hindúes… todo tan hermoso y añorado por mí.

En cuanto a las festividades navideñas, no existe una única tradición para honrar el nacimiento de Jesús, sino varias maneras de celebración.

La Navidad se celebra el 25 de diciembre, cuando algunas personas se dirigen en la mañana a la iglesia o van en grupo la medianoche del 24 de diciembre, la Nochebuena.

La fiesta de Navidad se celebra en familia y entre amigos para compartir un gran almuerzo y pasar un estupendo día en amistad.

La comida y bebida tradicionales se preparan de acuerdo con las costumbres de los diferentes grupos étnicos que habitan en Suráfrica.

Durante el día se realiza el intercambio de regalos. San Nicolás también les trae regalos a los niños que han sido obedientes y educados durante todo el año.

Pocos días antes del 25 de diciembre, la mayoría de las familias decoran el árbol de Navidad, generalmente lucen como los árboles naturales.

Aunque algunas familias han comenzado a utilizar el tradicional “árbol de Navidad surafricano”, el cual arman con alambres y lo decoran con figurillas tradicionales surafricanas. Esas pequeñas figuras representan muñecos zulúes y decoran con varios adornos preparados con cuentas ndebeles.

Los zulúes y los ndebeles son dos de los tantos grupos indígenas surafricanos.

Como las navidades coinciden con las largas vacaciones de verano en Suráfrica, muchas personas pasan el resto del día de Navidad en la playa, los parques, los bosques o al aire libre, para disfrutar del clima.

El 26 de diciembre es un día festivo en Suráfrica. Desde 1994 se denomina el “Día de la Buena Voluntad” para sustituir el nombre de Boxing Day (día de cajas), una tradición heredada de los británicos desde el siglo XIX cuando colonizaron.

Alemania

El tradicional árbol de Navidad tiene su origen en este país en el siglo VIII.

Al pasear en Navidad por esas hermosas ciudades alemanas encontramos las calles colmadas de abetos luminosos y adornos colorados, azules y blancos.

San Nicolás, Santa Claus, llega la noche del 5 al 6 de diciembre. Los niños deben resistir la tentación de no espiar los regalos antes de la Nochebuena. Una vez encendidas las luces de los árboles hogareños y luego de cantar los correspondientes villancicos, los tan deseados paquetes pueden abrirse y así todos sorprenderse por lo que hay dentro.

Las mesas de Navidad ofrecen gansos rellenos de manzanas, carne de cerdo asada, pescado, manzanas asadas, ponche y ron. Las casas se decoran, con ramas de Santa Bárbara, musgo y nueces pintadas.

Decoración de Navidad
Ideas para esta Nochebuena

El árbol de Navidad me encanta. Es clásico un pino o abeto. Yo pongo detalles de lo más tradicionales; la estrella coronando el árbol y los regalos a sus pies. Las ramas me encantan repletas de adornos de colores, en mi árbol cada adorno tiene su recuerdo, los adornos del primer árbol de mis abuelos, la campanita del primer sonajero que mi abuela regaló a mi hijo Emilio cuando nació, y muchas esferas y adornos que compro cuando estoy de viaje, así que tengo de distintos países. El pesebre que coloco es el completo, la Virgen, San José, el Niño, los pastores, el asno, el establo, los reyes y las ovejas. Ese pesebre acompañó mi niñez en la casa de los abuelos y ahora está en mi casa. Lleno de recuerdos y tradiciones.

La mesa

La mesa de Nochebuena es la más hermosa del año, así que la pondré con más amor y delicadeza que cualquier otra. Lo primero que haré a la hora de poner la mesa es que todos los elementos estén ordenados, simétricos. Esto es mucho más importante incluso que la elección de la vajilla.

La mesa es uno de los elementos importantes si queremos dar un toque especial a la noche de Navidad. Jugaré con mi imaginación y distinción.

Vajilla y cubiertos

La mesa de Navidad requiere una vajilla especial. Me encantan los platos blancos, los cubiertos que pongo son los de plata, coloco la mejor cristalería. Y luego juego con la imaginación para decorar en colores las servilletas y demás elementos los cuales coloco en dorado, rojo, verde y plata.

Los colores

Los colores por excelencia de las mesas navideñas se resumen por un lado en oro y plata, y por otro, en blanco, rojo y verde. Esto no es más que una tradición, nadie marca que el diseño de una mesa festiva de este tipo deba siempre centrarse en estas tonalidades.

El verde, por ejemplo, simboliza la esperanza y representa a la naturaleza. Por eso se consideraba de buen augurio regalar determinadas plantas, como la flor de Pascua. Es el color mágico propiciatorio para el solsticio de invierno. Una especie de llamada a que brote el verdor de la primavera.

Sin embargo, el amarillo es el color del sol y también el color de las espigas maduras, o lo que es lo mismo, un símbolo de fecundidad. También simboliza la felicidad y la prosperidad en todos los campos y aunque no es muy utilizado en estas fechas siempre es digno de tener en cuenta.

El rojo está asociado a la vida y a la generosidad sin límites. De color rojo es el uniforme de Santa Claus, que tiene como trabajo repartir regalos entre los demás.

Por último, el blanco simboliza pureza, inocencia, virtud y fe, además de la iluminación y la limpieza. Como su mezcla es fácil, es tal vez el más propicio para intentar combinaciones especiales.

Mantel

Las telas que me gustan para una estupenda mesa son el organdí o hilo, las gasas, los tules e incluso el lino o el algodón son siempre las que más utilizo para cubrir mis mesas festivas de Navidad. Y también me gusta colocar la flor roja de Navidad en los rincones, en estupendos jarrones y floreros; el color rojo de la estrella de Navidad imprime un tono alegre y completamente navideño, para dar la bienvenida a los invitados.

Recuerdos

Y recordando un poco a mi familia y costumbres, recuerdo a mi querida abuela Adela, la cual amaba a sus nietos, ella prefería poner regalos la noche de reyes.

Y sabes, Miguel, cuando llegábamos a su casa en esa fecha nosotros, sus nietos, éramos sorprendidos por los regalos que la noche de reyes los abuelos habían dejado para nosotros.

¡Pasaron los reyes! —decía mi abuela—, en el jardín puse el agua y el pasto para los camellos. ¡Sí, abuela!, decíamos todos, ¡sí! Y ellos tomaron, comieron y dejaron algo para ustedes.

Después tomábamos el té en una mesa estupenda con su vajilla inglesa, mesa que preparaba con amor y distinción, y eso se notaba…, ¡gracias, abuela!

Recuerdo que la abuela ponía de centro de mesa esa espectacular rosca de reyes de la que ahora cuento la historia. No sin antes contarte también que mi amado abuelo Emilio, amando a mi abuela Elena hasta sus últimos días, le decía, y ya grandes: Elena, poné los zapatitos que hoy es noche de reyes. Y en la mañana mi abuela encontraba una pulsera, una medalla o algo hermoso lleno de amor. Te das cuenta, Miguel, cómo con esta familia no voy a ser como soy, cambiar sería traicionarlos, traicionar a los que me amaron y formaron.

Y ahora te cuento la historia…

Rosca de reyes

La rosca de reyes es el dulce pagano más antiguo de la Navidad. En el imperio romano se celebraba la llegada del año nuevo el 1 de marzo. Los antiguos romanos se manejaban con las leyes del tiempo, porque al llegar la primavera desbordaban de vida árboles y plantas, y la luz aumentaba, y ellos creían que comenzaba un nuevo ciclo.

En aquellos tiempos, desde mediados de diciembre a finales de marzo, tenían lugar las fiestas de invierno, durante las cuales Roma celebraba la protección de sus dioses.

Años más tarde la iglesia logró cristianizar esas fiestas paganas superponiendo la fecha del nacimiento de Cristo al solsticio de invierno. Y así fue que con motivo de esas fiestas se elaboraban unas tortas redondas que preparaban con higos, dátiles y miel que repartían entre plebeyos y esclavos. En su interior se colocaba un haba seca y al que le tocaba era nombrado “rey de reyes”, ese reinado duraba poco tiempo.

Llegado el año 1000 y después que la iglesia había cambiado el espíritu primitivo de la fiesta en Francia, la figura del “rey haba” se le daba al niño más pobre de la ciudad. Felipe V de España llevó a su tierra esta tradición de la rosca como culminación de las fiestas de Navidad, desprovisto de todo simbolismo. Esta rosca cubierta de frutas escarchadas con alguna sorpresa escondida en su interior. Escribir esto me hace recordar esos villancicos que cantábamos cuando éramos chicos.

“Arre borriquito, vamos a Belén, que mañana es fiesta y pasado también…”

Me lleva a los recuerdos de la casa, el 8 de diciembre, día de la Virgen, cuando todos con alegría esperábamos armar el árbol, la casa limpia, con perfume a jazmines, a la familia organizando la mesa más hermosa del año donde todos con amor nos reuníamos. A pesar, y sabes Miguel, que muchos ya comparten esa mesa conmigo desde el cosmos infinito, a pesar de eso, dejaron dentro mío el amor y la paz que en esos días me enseñaron a tener, con su ejemplo y alegría. Y es el que trato de trasmitir a mis hijos.

“Duérmete Natacha sueña con Jesús,
que mañana es fiesta y pasado también…”

Dejo a todos en esta Navidad el cuento que me acompañó desde mi niñez, el que me contaba mi madre, y que yo conté a mis hijos todas las noches en que el sueño no quería venir…

El gigante egoísta. Oscar Wilde

Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped.

Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos para escucharlos. Un día el gigante regresó. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín. Y los niños salieron corriendo. —Mi jardín es mi jardín —dijo el gigante.

Era un gigante muy egoísta. Los pobres niños no tenían ahora dónde jugar.

Sólo en el jardín del gigante egoísta continuaba el invierno. La primavera se ha olvidado de este jardín —gritaban—. Y llegó el Granizo. Vestía de gris y su aliento era como el hielo.

El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del gigante no le dio ninguno. Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve danzaban entre los árboles.

En realidad sólo era un jilguerillo que cantaba ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más bella del mundo. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance de su vista, había un niño.

Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped. Era una escena encantadora. Era el rincón más apartado del jardín, y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas a su alrededor llorando amargamente. ¡Sube, pequeño! —decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía—; pero el niño era demasiado pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo.

Voy a colocar al pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para siempre.

Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser invierno. Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas que no vio acercarse al gigante. Y el gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del gigante y le besó.

Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con ellos.

Desde ahora, éste es vuestro jardín, queridos niños —dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro—. Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más hermoso de los jardines que jamás habían visto.

Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol? —preguntó—. El gigante era a éste al que más quería, porque lo había besado. No sabemos —contestaron los niños—, se ha marchado.

El gigante se quedó muy triste.
Todas las tardes, cuando terminaba la escuela, los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se le volvió a ver.

Tengo muchas flores hermosas —decía, pero los niños son las flores más bellas—. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos.

El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó cerca del niño.

—¿Quién se ha atrevido a herirte? —gritó el gigante.
—No —replicó el niño—, pues éstas son las heridas del amor. Y el niño sonrió al gigante y le dijo: Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso. Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto de capullos blancos.

Y ahora me despido deseando, a blancos, negros, rojos y amarillos, cristianos, musulmanes, budistas, soldados, a ricos y a pobres, a todos mis congéneres de esta maravillosa tierra la más hermosa Navidad. Con la paz y el amor que todos los hijos de Dios merecemos, en esta viña del Señor desde el corazón y con amor, hasta siempre y por siempre. Merry Christmas!, ¡Feliz Navidad!, Heureux Noel!, Natale Felice!

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