Cultura

Máximas de Oro

Protocolo, estas reglas que trato de transmitir con tanto amor, son fundamentales y necesarias en las relaciones diplomáticas y a escala internacional en los actos oficiales, así como en el entendimiento de unos países con otros, pero de forma muy especial en el trato con las personas.
Patricia Elena Blanco Ratti

En el ámbito nacional también son fundamentales; debemos saber cómo respetar a las personas que una nación ha revestido con cierta dignidad.

No debemos olvidar que seguir estas reglas nos dará total seguridad, pero no simplemente las tenemos que saber, estudiar y memorizar, debemos tenerlas incorporadas en nuestro actuar, para poder desenvolvernos con naturalidad.

Esas reglas denotan el buen gusto y la buena educación de una persona, sobre todo su cuna y su superación propia.

“Las faltas de educación y de cortesía entre los comunes ofende y entre los grandes indigna…”

En toda relación humana es fundamental observar estas reglas, entre naciones, empresas, y en la vida cotidiana con nuestros pares. Seguramente con este desorden y la pérdida de las coronas más fuertes estas reglas que tratamos de enseñar y no flexibilizar por los usos y costumbres, morirán y nacerá un protocolo nuevo, tal vez será un protocolo desordenado donde las reglas que heredamos de nuestros antepasados y nos han sido muy útiles hasta el día de hoy, queden en desuso por deliberada abstracción. Seguramente nacerá así el protocolo nuevo. Lo cual me asusta y preocupa, porque perder el rumbo no es correcto.

Por eso comprometo a cada agente de protocolo a transmitir y a enseñar con su imagen y conducta, y a no creer que el protocolo es la jaula de oro sino simplemente un compromiso con uno y con los demás en torno a esto que tanto amo que es la educación.

La educación es el éxito y el protocolo es esa llave que me abre la puerta del éxito. Por eso creo que el desafío del protocolo del nuevo siglo es que cada país tenga su protocolo propio, y que toda América esté unida con reglas propias que la identifiquen. En Argentina las reglas están escritas, son las del presidente Alvear con el conde Juan Eugenio de Chickoff, el 9 de febrero de 1926, respetémoslas actualizándolas al nuevo siglo, y así viviremos en el orden que corresponde. En cuanto a los cursos y docentes creo que debemos respetar una única línea, porque sino convertimos a esta ciencia arte en algo que el alumnado no comprende. O sea, cursos con mucho temario y palabras llenas de pompa y circunstancia, en donde se transita y no se aprende nada.

Esta moda de cursos que han surgido con títulos llamativos de los cuales realmente no entiendo el significado. Como “el saber ser, el saber estar”. Realmente considero que tendríamos que armar cursos con seriedad, y simplemente enseñar educación, y no mezclar los términos. No me refiero con esto a los cursos de Protocolo de Estado, que son serios y claros; me refiero a los cursos que abarcan todo y no enseñan.

Qué es un agente de protocolo, me preguntó una alumna. Un agente de protocolo es una persona como cualquier otra, tiene familia, alegrías, tristezas. La diferencia o la exigencia es que esté realmente comprometida con lo que transcribe, enseña y hace. Pero tiene aún un desafío más grande: debe tener ciertas virtudes que no debe cambiar o pactar porque le parezca que la persona que tiene enfrente es un poderoso.

Un ceremonialista debe saber que trabaja con personas en equipo, donde él es el guía y el líder, el ejemplo y modelo a seguir y que también trabaja en función de otras personas para llegar al éxito buscado.

Un ceremonialista debe tener la virtud de la cortesía y esa virtud es la que se trae desde la cuna, y la ha tomado como filosofía de vida, porque la tiene innata.

¿Qué es la virtud? Es la predisposición del alma para hacer el bien y no obrar el mal. Es ser una persona como cualquier otra, útil a la sociedad, es decir, un bien nacido.

¿Qué es la cortesía?

La cortesía es el don de agradar, es la más perfecta semejanza a la bondad, es un suplemento de la virtud.

Los griegos ya definieron a la virtud como aquella disposición habitual de la voluntad que facilita la realización de actos buenos.

Recordemos al apóstol San Pablo en su epístola a los Romanos cuando nos dice “[…] Adelantaos unos a otros en el respeto […]”. En cuanto al respeto, no podré respetar a los demás si no logro respetarme a mí mismo.

El no respetarme, sería lo que me permitiría tener vicios. O sea que no debe permitirse la falta de voluntad para hacer el bien y superarse diariamente.

Debe exigir y observar lo bello y estético, lo correcto, las reglas, o sea, el protocolo, enseñarlas y hacerlas cumplir, como misión fundamental, y si no es capaz de ello debe abdicar.

El ceremonialista o agente de protocolo debe conocer quiénes son las personas de mayor jerarquía, quiénes tendrán un papel más importante por desarrollar, quién o quiénes son anfitriones y quienes los invitados, para poder disponer el lugar adecuadamente. Y debe pensar que la falla en algún aspecto de las reglas de protocolo, puede hacer peligrar cualquier negociación, la imagen, la conducta; debe saber lo que debe decir y en especial lo que debe callar, o sea que debe comprender cada agente de protocolo que el enseña simplemente con su imagen correcta y su conducta.

Confucio Padre del Ceremonial 600 a.C.

Confucio decía:

Cuando no se habla correctamente, lo que se dice, nunca es lo que se pretende.

Si lo que se dice no es lo que se pretende, lo que habría que hacer se queda sin hacer.

Si esto se queda sin hacer, la moral y el arte se corrompen. Si se corrompen la moral y el arte, la justicia pierde su rumbo.

Y, si la justicia pierde su rumbo, el pueblo cae en la más absoluta confusión.

Pensando en voz alta…

Realmente no entiendo por qué doy vueltas en el tema y busco cuando ya lo tengo, ¡en América y en mi patria!, esas reglas que heredamos de nuestros antepasados, las tengo en mi memoria y en mi corazón, las dejó aquel grande, que en la vejez, y con amor las escribió para su hija.

Claro, hablo del general San Martín y sus Máximas para Mercedes. Él las dejó escritas para su hija y para las futuras generaciones. Recuerdo aquel libro blanco con la imagen del general en oro en la tapa que estuvo en mi familia como un verdadero tesoro.

Lo trajo mi amado tío Carlos A. Ratti después de aquel desfile maravilloso que el general Perón hizo al Padre de la Patria, al general San Martín, en el centenario de su paso a la inmortalidad, donde mi tío como cadete de la Escuela Fray Luis Beltrán, participó. Recuerdo, el me contaba que ese desfile duró horas. Se trajeron las campanas de la iglesia, que sonaron cuando el general libertó el Alto Perú. Recuerdos, tardes de invierno, aprendiendo y escuchando a mis mayores. ¡Qué placer!

Un poco de historia

Cuando el general San Martín partió de Mendoza para cruzar la cordillera de los Andes, su hija Mercedes tenía sólo cuatro meses y recién la volvió a ver en 1818, después del triunfo de Chacabuco.

Su esposa Remedios enfermó y la pequeña hija del general quedó en manos de sus abuelos, quienes la criaron, educaron y cuidaron, lo que derivó para el general en una niña muy mimada y caprichosa.

Finalmente en 1824 embarcan juntos a Europa y una vez en Francia, el general San Martín se ocupó de reeducarla, y entre otras cosas escribió las Máximas para Mercedes durante el año 1825, nada tan maravilloso y hermoso, lo quiero compartir con ustedes para que todos pensemos, si nuestros antepasados las heredaron y las trasmitieron y así dieron personas útiles a la sociedad, por qué nosotros nos apartamos de ellas.

Máximas para mi hija

1) Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.

2) Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.

3) Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.

4) Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.

5) Respeto sobre la propiedad ajena.

6) Acostumbrarla a guardar un secreto.

7) Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.

8) Dulzura con los criados, pobres y viejos.

9) Que hable poco y lo preciso.

10) Acostumbrarla a estar formal en la mesa.

11) Amor al aseo y desprecio al lujo.

12) Inspirarle amor por la patria y por la libertad.

No tengo más que decir. ¡Gracias y glorias eternas a este grande de mi amada patria! ¡Paradigma de aquellas, de estas, y de las futuras generaciones..!

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