Cultura

Muerte: germen de vida

En México la muerte es entendida de manera singular. Es tan sólo la liberación de la vida banal y mundana que termina por ser sometida ante el fenómeno natural e inevitable de la muerte.
Nancy Herrera

El aspecto festivo proviene de la cosmovisión prehispánica al concebir la muerte como el despertar o el renacimiento a otro mundo, el mundo de los muertos que remite al génesis, la energía creadora, el germen de la vida.

Dentro de la concepción de la cultura mexica la manera de perecer determinaba cómo sería la próxima vida. Los guerreros muertos en batalla y en sacrificio se dirigían al Tonatiuhichan que significa “la casa del sol”. En ese lugar se convertían en compañeros del astro mayor para después regresar a la tierra reencarnados en colibríes.

Las mujeres que morían durante el parto iban a Cihuatlampa, la casa del sol de las mujeres. Al igual que los guerreros, acompañaban al sol para obtener una vida inmortal y después descender a la Tierra en días funestos para causar enfermedades.

Los que morían ahogados o de fiebre llegaban al mundo del Tlalocan, el paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. En ese lugar eran recompensados con una vida llena de placeres y abundancia.

El Xochatlapan, lugar de nuestro origen, recibía a los infantes para que fueran alimentados por un árbol nodriza.

La muerte es el comienzo y no el fin, por eso era vinculada con el calendario agrícola prehispánico, en donde la celebración iniciaba al término del ciclo agrícola, es decir, en la recolección de la cosecha, cuando elegían las mejores semillas que destinaban para sembrarlas en la siguiente temporada.

De esta manera, los primeros alimentos que elaboraban con el maíz eran compartidos con los difuntos.

Sombras
del pasado

La imposición de los colonizadores por medio del cristianismo no consiguió erradicar por completo las antiguas creencias. El culto prehispánico se fusionó con el modo católico de honrar a los difuntos.

La celebración consiste en compartir alimentos, bebidas y oraciones con los difuntos mediante ofrendas que contienen tanto elementos prehispánicos como católicos. La festividad se lleva a cabo los dos primeros días de noviembre: el 1 se rinde culto especialmente a los infantes, mientras que el 2 está dedicado a los adultos.

Los elementos que constituyen las ofrendas varían de acuerdo con la cultura de cada región. Éstas representan los servicios ofrecidos a los difuntos, pero jamás son concebidas como un regalo sino como un ofrecimiento.

Generalmente están compuestas por papel picado, flores como el cempasúchil, cacalosúchil y crisantemos, velas y veladoras para cada uno de los difuntos, alimentos cocinados, bebidas, incienso, dulces, retratos de los fallecidos e imágenes cristianas.
A lo largo del rito se realizan actos con los cuales se recibe a los difuntos, se les demuestra atención y por último se despiden.

El sentido tradicional es invitar a los familiares y amigos fallecidos a los hogares con el objetivo de que disfruten de los placeres de esta vida por medio de la comida, bebida o el juego.

Las familias acuden a los cementerios para adornar las tumbas con flor de muertos, veladoras y en algunos casos con los platillos preferidos de sus difuntos.

La línea que separa la vida de la muerte se difumina para dar paso a la convivencia entre los que pertenecieron a esta vida y los que aún están aquí.

Un versopara la muerte

Los versos conocidos como “calaveras” satirizan la muerte de amigos y parientes. Esta tradición data del siglo XVIII y surge para hacer mofa de la pedantería de los himnos mortuorios.

A su vez, la palabra calavera se refiere a la persona que no se toma la vida en serio, es representada por un cráneo humano el cual se elabora tradicionalmente de chocolate, amaranto o azúcar.

Cada una de las calaveras se coloca en el altar y portan el nombre de los integrantes de la fa milia, para simbolizar la muerte de los que aún viven, mientras que los parámetros de vida y muerte desaparecen para situarlos en un mismo plano.

La razón de la cultura muerte

Desde una visión antropológica el coordinador del departamento de etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Víctor Hugo Uc, sostiene que el Día de Muertos es un culto colectivo que regula la vida social.

“En función de cómo una sociedad trate a sus muertos nos hablará de cómo tratan a sus vivos”, en ciertos grupos sociales se sanciona moralmente a las personas que no cumplen con los ritos y ofrendas mortuorios.

Por otra parte, el significado de la ofrenda se puede entender en relación con la forma en que se atiende el mundo de los muertos “ya que es una manera de estar bien con los que se encuentran en otra dimensión”, agrega Víctor Hugo Uc.
La regla que prevalece en las ofrendas es no ofrecer comida cruda, ya que “a través de la ofrenda se hace del muerto un vivo y los vivos no comen alimentos crudos ni descompuestos”, especifica el antropólogo.

Las ofrendas y los rituales permiten regular las pasiones y las emociones del duelo. “Todos deseamos que al morir nos recuerden, ofrendamos con la esperanza de que ya muertos alguien lo hará por nosotros.”

De manera que el rito abarca lo simbólico, social y cultural, para romper con ciclos naturales de la vida que nos permitirán reencontrarnos con los ausentes amados.

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