La artista japonesa presenta su exposición interactiva Yoko Ono. Tierra de esperanza conformada por 19 instalaciones performáticas
Texto y fotos: Luis Felipe Hernández Beltrán
Yoko Ono baila, pinta, recorre distancias largas, sube escaleras, se da tiempo para improvisar breves discursos con contenido de la paz mundial y no deja de crear instalaciones performáticas y supervisar que éstas estén bien colocadas.
Sus 82 años no impiden que quien fuera la musa del célebre John Lennon esté más activa que nunca.
Atrás quedaron aquellos que la hacían responsable por la desintegración de los Beatles y el haber transformado al máximo icono mundial de la música pop a convertirse en la mal criticada faceta de artista de performance. Hoy, los viejos y nuevos seguidores, vinieron a ver a la artista de arte contemporáneo, cuyo mensaje subliminal no es otro más que el “amor y paz”.
Yoko Ono. Tierra de esperanza es el título de la exposición interactiva que actualmente se presenta en el Museo Memoria y Tolerancia de la Ciudad de México y permanecerá allí hasta el 29 de mayo. Pero esa es solo exhibición cerrada, otros espacios como la plancha del Zócalo capitalino, algunas estaciones del metro y recintos como el bosque de Chapultepec, también forman parte de la “yokomanía en la Ciudad de México”, como alguien se atrevió a llamarle, y estarán abiertos al público de forma gratuita.
Armar una vajilla destruida, subir una escalera para ver con una lupa el pequeño mensaje que hay en el techo, cubrirse el cuerpo con una tela negra y formar imágenes, recorrer un laberinto para llegar al teléfono que hay en el centro y esperar una supuesta llamada de Yoko Ono, poner sellos con mensajes de paz en mapas, armar rompecabezas con mensajes de paz cuyas piezas se encuentran en cascos militares, son solo algunas de las 19 instalaciones que conforman la exposición interactiva, por lo que se espera contar con la participación del público. “La naturaleza desmaterializada e intrínseca de los objetos”, como la llama la autora.
“Como ha sido capaz de contribuir como buena artista contemporánea a devolver la vida a los huesos marchitos de una sociedad humana corrompida por la indiferencia. Con el trabajo de todos, hemos mostrado que México sí está dispuesto a sumar esfuerzos por el bien, sin importar la bandera o ideología que podamos tener, ya que somos hermanos, somos humanos y eso es lo fundamental. Como iglesia tan solo quiero callar y contemplar su obra, dejar que el espíritu creativo nos mueva, nos llene, nos toque y nos permita soñar”, pronunciaba un emocionado Norberto Rivera Carrera, arzobispo primado de México e invitado de honor al performance inaugural, ante una concurrencia, en su mayoría integrantes de la comunidad judía, que coincidía con el dignatario católico y aplaudía sus palabras.
Yoko Ono solo contestaba con “los quiero mucho” en repetidas ocasiones, misma frase que utilizó para ponerle color a un muro blanco que había allí y con ello, guiar a los invitados especiales a su mundo de performance.
“El amor y paz” ha vuelto… han vuelto las gafas redondas, los pantalones rotos y arrastrados, el cabellos largo y descuidado en los hombres, las flores, y el incienso. En fin, cada Yoko con su tema, ¿o no?
Revista Protocolo
