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“Sargento” Pedraza: una medalla de plata que se festejó como si fuera de oro

Ayer, 14 de octubre, se cumplieron 50 años de que el “Sargento” Pedraza ganara su medalla de plata y primera para la delegación mexicana en los Juegos Olímpicos de 1968

Colaboración: Luis Hernández Reyes

La caminata, incluida en los Juegos Olímpicos de Londres 1908, esperó 60 años para encontrar su popularidad en los Juegos Olímpicos de México 1968.

El vaivén armónico con que se desplazaban supuestos cuerpos flotantes, encontró una especie de histrionismo y ejercicio a la vez, al recorrer las calles, avenidas y circuitos principales de nuestro país. En aquel entonces, fue toda una novedad el ver cómo avanzaban atletas suspendidos, aparentemente, en el aire, para ganar tiempo, distancia y por consecuencia, alguna premiación metálica.

México tuvo la fortuna de encontrar en un hombre de apariencia humilde, con un especial corte de cabello militar, que de repente asombraba a la gente al verlo enfundado en una camiseta y un short con los colores distintivos de México. Pocas veces se habían conjuntado admiración y destreza como la que a partir de ese momento se desplegó por las pantallas de televisión caseras, observadas por cientos de miles de niños que querían ser como ese mexicano llamado José Pedraza Zúñiga.

Nacido en Nahuatzen, Michoacán, el 1 de junio de 1937, por lo que, aparentemente, para la justa olímpica, había rebasado la edad atlética olímpica y que, sin embargo, la hacía con una fortaleza más espiritual que natural para bracear al lado de blancos altos y fornidos hombres que hacían algo similar al mexicano.

Tal vez la vitamina anímica que tuvo el “Sargento” Pedraza, fue producto del aliento y porras de asombrados mexicanos que no quisieron perderse el momento en el que pasaba el contingente que iba a la cabeza en busca de las preseas metálicas.

Aquel pelotón que salió del Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria, paulatinamente, se fue desmembrando hasta quedar al frente los punteros y quién iba a pensar que la competencia de 20 kilómetros estaba verdaderamente en vivo por la emoción que le impregnaban los comentaristas designados para el evento. En la memoria de los JO de México 1968, dos voces autorizadas cubrían de emoción aquella hazaña del mexicano: Fernando Alonso y Leopoldo González, voces que han quedado inscritas en las cintas de audio que preservan la trascendencia de este singular deporte.

El momento más significativo que registra la historia de aquel 1968 se ubica cuando los tres competidores en busca de alcanzar el ansiado primer lugar, cruzan por la puerta del maratón del Estadio Olímpico, de la famosa cazuela de CU. Fue como un cambio de frescura el introducirse a un ambiente en el que los ojos de los espectadores que ya no eran aquellos que habían salido a las calles para ver el paso de los competidores, estaban impulsando al competidor mexicano para que diera su máximo esfuerzo por alcanzar la punta. Por ahí se recuerda que las condiciones físicas de Pedraza, a esas alturas del kilómetro 19, impulsaba, meteóricamente a don José a rebasar al par de adversarios que mantenían su rítmico paso.

El ucraniano (representando a la entonces Unión Soviética) Vladimir Golubnichi, primero en tocar la punta y fue aplaudido al llegar a la meta, y que pensar que lo hiciera Pedraza en segundo lugar, no alcanzaba la presea aurea, sino tocaba a las puertas de la gloria porque estaba poniendo a México en todo lo alto por la hazaña lograda.

José Pedraza, sargento militar, medalla de plata, la primera para México en aquellos legendarios Juegos Olímpicos de 1968. A partir de ese momento, la marcha se volvió un elemento importante en los Juegos Olímpicos, México ostenta diez medallas obtenidas por andarines mexicanos: tres de oro (Daniel Bautista, 20 kilómetros, Montreal 1976; Ernesto Canto, 20 kilómetros, Los Ángeles 1984, y Raúl González, 50 kilómetros, Los Ángeles 1984); cinco de plata (José “Sargento” Pedraza, 20 kilómetros, México 1968; Raúl González, 20 kilómetros, Los Ángeles 1984; Carlos Mercenario, 50 kilómetros, Barcelona 1992; Noé Hernández, 20 kilómetros, Sídney 2000, y Guadalupe González, 20 kilómetros, Río de Janeiro 2016); y dos de bronce (Bernardo Segura, 20 kilómetros, Atlanta 1996, y Joel Sánchez, 50 kilómetros, Sídney 2000).

Cincuenta años después de la hazaña del “Sargento” Pedraza, la historia reconoce a México como cuna de brillantes marchistas.

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