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Una lideresa indígena que nació en la cancha

Ava Guaraní Tania Vera

La joven Ava Guaraní Tania Vera no solo fundó el primer equipo de futbol femenino indígena de su comunidad, sino que ha llevado su voz a instancias políticas de alto nivel

Revista Protocolo

El pueblo guaraní lleva el futbol en la sangre: desde el siglo XVII practicaban un juego de pelota llamado manga ñembosarái que se adelantó al futbol moderno en al menos dos siglos.

Aunque no se marcaban goles ni había arcos, esta tradición de juego con pelota de caucho es parte del legado cultural del pueblo guaraní, un legado que la joven indígena Ava Guaraní Tania Vera heredó con orgullo.

Cuando tenía 19 años, Tania quería jugar al futbol como lo hacían los hombres de su comunidad de Fortuna, en Paraguay, pero no había una liga femenina.

“Lo mismo sucedía cuando se tomaban decisiones sobre un proyecto productivo; las mujeres indígenas no teníamos participación y nuestra visión no era escuchada.”

Tania decidió participar en la Escuela de Liderazgo de Mujeres Indígenas sobre Derechos Humanos y Seguridad Alimentaria que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) desarrollaron en 2015 en Paraguay.

Esta escuela tenía el objetivo de empoderar lideresas indígenas y activistas para que se convirtieran en actores de incidencia de sus derechos humanos, seguridad alimentaria y nutrición.

“Durante el curso aprendimos sobre los derechos de los pueblos indígenas e intercambiamos experiencias sobre el derecho al acceso a la tierra y al territorio, que es una constante amenaza para nuestros pueblos”, recuerda Tania, que después de participar del curso siguió estudios universitarios en derecho y se ha integrado a diferentes espacios de toma de decisión que inciden en su comunidad.

Hoy, con solo 21 años, Tania forma parte de Comité de Representantes Indígenas que participan en PROEZA, el programa de lucha contra el cambio climático del gobierno de Paraguay, diseñado con el apoyo de la FAO, que recibió 90 millones de dólares del Fondo Verde del Clima.

PROEZA beneficiará a 17 mil familias vulnerables, reduciendo los efectos adversos del cambio climático, disminuyendo la pobreza rural, combatiendo la deforestación y mitigando las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Soy la única mujer entre los ocho líderes indígenas que conforman este Comité, pero voy a seguir trabajando para que cada vez haya más mujeres indígenas participando en la toma de decisiones. Tenemos mucho que aportar. El cambio climático, la pobreza y la inseguridad alimentaria son temas que también nos afectan y a los que también podemos contribuir con nuestras experiencias y conocimiento”, dijo la joven.

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