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Bangladesís celebran su día de la independencia en México

Bangladesh es uno de los países más jóvenes del mundo, con 46 años de haberse fundado, y una de las poblaciones con mayor cantidad de habitantes

Texto y fotografías: Luis Felipe Hernández Beltrán

Nandita Chakma y su esposo, Supradip Chakma, embajador de Bangladesh
Nandita Chakma y su esposo, Supradip Chakma, embajador de Bangladesh

Será porque algunos cuentos de literatura lo manejaron como un país místico, lleno de seres mitológicos, donde se juntaban las hadas a hacer conjuros; así es como mucha de la población, al menos latinoamericana, ubica a Bangladesh.

La frase mágica del “abracadabra”, tradicional en las hechiceras para hacer sus evocaciones, viene de aquella pequeña nación asiática; además de que su nombre no es muy común en un país.

Sin embargo, alejado de aquellas historias ficticias, Bangladesh crece como un país que presume de tener una de las poblaciones mundiales más grandes del mundo, así como tener el Somapura Mahavihara, uno de los templos budistas más grandes de Asia, y ni qué decir de contar con el manglar más grande de todo el planeta con una variedad de especies animales.

El ser una de las naciones más jóvenes, de apenas 46 años de haberse creado, pero de las que más lazos bilaterales forjó a los pocos días de estar constituida, motivo más que suficiente para hacer grandes fiestas tanto en aquel país musulmán, como en sus sedes diplomáticas de todo el mundo.

México no fue la excepción y al llamado del embajador bangladesí en nuestro país, Supradip Chakma, llegaron políticos, empresarios, diplomáticos e invitados especiales para disfrutar por unas horas del festejo de aquella patria.

La emoción era tan grande para el cuerpo diplomático bangladesí acreditado en México, que el propio embajador Chakma no dejó de sonreír en todo el festejo, y como buen anfitrión, no comió hasta que todos se hubieran servido; dedicó varios minutos a quienes le solicitaban hablar con él, y a diferencia de los invitados que suelen solicitar fotografías con el embajador convidado, fue el propio diplomático quien acudió mesa por mesa para tomarse fotografías con los invitados, no sin antes hablar cualidades positivas de quienes conocía delante de todos los que estaban cerca.

Si bien, la mitología bangladesí no estuvo presente en ningún momento de la fiesta, las hadas y sus conjuros hicieron que todos los asistentes disfrutaran al máximo de la celebración, y hasta la lluvia y los fuertes vientos que días antes dominaron la Ciudad de México, desaparecieron por completo, para vivir un día “mágico”, como el propio país de Bangladesh.

Revista Protocolo

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