Ofrece Embajada de la República de Corea espectáculo artístico catalogado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
Texto y fotografías: Luis Felipe Hernández Beltrán
Si la historia de la formación de la República de Corea está llena de misticismo, lo ocurrido hace unos días en el teatro Metropolitan de la Ciudad de México confirmó la creencia de que la ficción siempre ha acompañado a este país asiático, y en ese legado de buscar siempre el bien, hasta los valores se fomentan con ese toque de leyenda, único del pueblo coreano.
Sim Cheong es una joven coreana que tras la muerte de su madre estuvo dedicada a cuidar amorosamente a su padre ciego. La única forma de hacerle regresar la vista a su viejo era sacrificar su vida ofreciéndose a un grupo de marineros para que estos a su vez logren controlar la furia del mar y así lo hace, aventándose a este para calmar las aguas; la joven vuelve a la tierra y logra enamorar a un rey que le pide matrimonio, pero el único requisito para lograr la unión era que los invitados debían ser ciegos, esperando reencontrar a su padre; y así lo hace el día de la boda, solo que queda sorprendida cuando se da cuenta que el hombre ha recobrado la vista.
Este cuento, catalogado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, fue representado por artistas de la Fundación de Patrimonio Cultural Coreano, presentado ante un público que abarrotó el recinto de la colonia Juárez de la capital del país, en su mayoría invitados de la Embajada de la República de Corea y del Centro Cultural Coreano en México, organizadores del evento.
Somos Corea, somos arirang, fue una probadita de la cultura del país oriental, un espectáculo performático que contó con números de música, danza y hasta la demostración de los alcances tecnológicos con proyecciones multimedia de los bellos paisajes coreanos.
Si bien en 50 años de relación bilateral entre México y la República de Corea ha habido muchos logros benéficos en materia de economía, política, tecnología, educación, cultura y deporte, no deben descartarse los valores morales, ya que siempre van de la mano con cualquier actividad del pueblo sudcoreano.
Revista Protocolo
