Etiqueta y Protocolo

La mesa y su historia

En la mesa es donde una persona demuestra su buena educación.

Es el lugar en donde se ve un verdadero caballero y una verdadera dama.

Son muchas las personas que parecen educadas en público, sus maneras y formas de hablar son correctas, pero en cuanto se sientan a la mesa se notan sus no muy buenas costumbres, y vemos que no saben comer, ni manejar los cubiertos, ni tener una postura elegante y natural.

Por eso considero que para dominar la situación, se debe comenzar por hacer de ello un hábito, acostumbrar a los niños a que ya desde pequeños, y aunque estén en casa, tengan buenos modales y buenas maneras, ya que después les será más fácil convivir con personas que no pertenezcan a su familia.

Sabido es que los antiguos romanos comían tendidos en lechos llamados triclinios, éstos eran para tres personas, al comedor también lo llamaban así. Al empezar, los esclavos les lavaban los pies, les presentaban agua para lavarse las manos y los perfumaban. Luego los comensales se coronaban con rosas y, después de estas delicadezas, daban inicio al consumo de sus manjares (exceptuando los líquidos). Comían con los dedos, lo cual indica que se volvían a lavar las manos al final de cada servicio. Los huesos y demás desechos eran arrojados al suelo. (Podemos observar estas costumbres en los mosaicos de Pompeya.)

Las costumbres de los romanos fueron cambiando con el paso del tiempo y una de las primeras en desaparecer fue la de comer echado. En la Edad Media, en periodo anterior a las cruzadas, las costumbres en la mesa eran bastantes groseras. No se usaban manteles, tampoco se ponía plato para cada persona, las mesas eran redondas, rectangulares o semicirculares, en éstas los comensales se sentaban en semicírculo mientras los criados servían por el lado recto.

Alrededor de las mesas se colocaban paños, en las buenas mesas eran bordados y finos, creyéndose que harían a la vez de servilletas. Los manjares no líquidos eran servidos en fuentes planas o con pie que eran colocadas en el medio y así cada uno de los comensales se iba sirviendo, arrojando los huesos y desperdicios sobre la misma mesa. Comían sin plato ni tenedor, ponían pan y salero y un cuchillo el cual utilizaban para cortar una rebanada del pan en el cual ponían algún alimento. Bebían en crateras (recipientes especiales en que se mezclaban el agua y el vino), o de las botellas.

En el siglo XII desaparecieron los paños y aparecieron los manteles, ponían uno hasta el suelo y otro pequeño sobre él, los vulgares seguían comiendo en fuentes mientras que en las mesas más lujosas ya se ponían platos para cada comensal, continuaba la costumbre de seguir comiendo con los dedos. Esto explica las palabras de Jesucristo para designar al apóstol que lo había traicionado, cuando dice “El que mete las manos en el plato conmigo”.

Como vemos, la mesa ha sufrido distintos cambios y ha sido escuela de costumbres durante los tiempos de la historia donde no tienen importancia los cambios de las distintas variaciones de comidas, ni el arte de la degustación, sino el comportamiento de costumbres y hábitos que se han desarrollado.

Vemos cómo a principio de la Edad Media desaparecen las servilletas y a partir del siglo XV Leonardo da Vinci las vuelve a introducir asqueado de observar los malos modales y maneras de sus contemporáneos, en un intento por desterrar el hábito del uso de conejos, los que atados con cintas a los asientos eran usados como servilletas. Entonces escribe sobre las formas incorrectas de proceder en las mesas de los banquetes organizados por el entonces “jefe de protocolo” del Ducado de Milán.

“Hay ciertos procedimientos que debe evitar todo invitado a la mesa de Mi Señor Ludovico. Este catálogo está basado en observaciones que realicé a lo largo del último año entre los que sentaron a esta mesa:

Ningún invitado se deberá sentar encima de la mesa, ni de espaldas, ni en la falda de otro invitado.
No deberá poner su pierna encima de la mesa.

No pondrá para comer su cabeza en el plato.

No tomará la comida de su vecino sin pedirle permiso antes.

No colocará trozos de su propia comida masticados a medias en el plato de su vecino sin primero preguntarle.

No limpiará su cuchillo en la ropa de su vecino.

No tallará sobre la mesa con su cuchillo.

No se pondrá comida de la mesa en su bolso, ni en su bota para comerla después.

No limpiará su armadura en la mesa.

No escupirá frente a él.

No se llevará el dedo a la nariz, ni al oído mientras conversa.

No soltará sus pájaros en la mesa.

No golpeará a los sirvientes (sólo puede hacerlo en defensa propia).

(Acerca de los procederes indecorosos en la mesa de Mi Señor Ludovico, Leonardo da Vinci.)

Del análisis del comportamiento en las distintas mesas puede deducirse las distintas conductas de pueblos y culturas, vemos en la mesa de la Última Cena, ejemplo máximo de las comidas familiares o personales, donde el compartir dejaba lo propio y solitario del acto de comer, para convertirse en un acto exclusivo de las relaciones sociales entre los individuos.

No olvidemos cuando el rey comía solo en su mesa, y nadie podía sentarse a ella. A pesar que multitud de siervos se acercaban a él ofreciéndole manjares que prácticamente volvían a la cocina, sin haber sido probados, sirviendo ellos de alimento al personal del palacio. La Edad Media ofrecía entonces, el acto de comer como íntimo, entendiendo por íntimo, a lo solitario; donde el rey gozaba de excelentes viandas, y no tenía que hacer gala de su buena educación.

Por suerte, los tiempos cambiaron y las mesas modernas demuestran la necesidad de socializar. La mesa comienza a ser el lugar ideal para agasajar, se descubre que la mesa no es sólo el lugar más agradable para degustar los mejores platos, sino que era y es el mejor lugar para demostrar la cortesía a otras personas. Fue necesario para ello realizar cambios profundos, entre ellos: el lugar más importante donde sentar a los invitados; cómo decorar las mesas, ya no tenían que ser sólo los manjares los que la vestían, crear la atmósfera ideal, fue necesario crear comedores de gala, salas de saludo y para tomar el café. Para sentarse a la mesa, no podía vestirse de cualquier manera, ni mostrar malos modales. De esta forma nacían las maneras distinguidas y el valor del buen gusto.

El transcurso del tiempo y su evolución han logrado que la mesa como relación social se haya extendido a todo el conjunto de la sociedad. Y no debemos de olvidar que del comportamiento de una persona en la mesa, en la manera de comportarse, de comer y de beber, se puede deducir su educación.

Aunque muchas personas no lo crean, mantener normas de urbanidad es muy importante. Si nuestro comportamiento no es el correcto y mostramos mala educación en la mesa, ésa será la imagen que se llevarán de nosotros. Por eso nuestro comportamiento tiene que ser el correcto cuando somos los anfitriones, y aún mayor cuando somos los invitados.

El cuidado de las buenas maneras en la mesa sigue vigente. La naturalidad es fundamental a la hora de estar sentado a la mesa. “Y no deberíamos de olvidar que el agradar es un arte que debemos cultivar…”

Buen anfitrión

El anfitrión ideal es aquella persona a la que es un placer visitar, porque es obvio que para él resulta una satisfacción recibir en su casa.

Un buen anfitrión es el rey de la fiesta, probablemente sea él quien menos la pueda disfrutar, pero para él ha sido un placer que la fiesta que ha programado y que todos esperaban haya sido un éxito.

Así como el homenaje más importante que podemos rendir es invitar a compartir nuestra mesa, también es nuestro deber brindar un ambiente agradable .Es esencial que al sentarnos a la mesa nuestro estado de ánimo sea tranquilo, con o sin invitados, en especial, cuando nosotros somos los invitados. Cuando nos sentemos a la mesa evitaremos cualquier tema que pueda crear tensiones a nuestros comensales. Poner música suave, logrará un clima ideal.

El ser un buen anfitrión no se limita en saber recibir con elegancia y alegría, sino que es donde debemos recibir con responsabilidad. En donde debemos agasajar amigos, compañeros de trabajo, etc. Con amabilidad, cordialidad, sencillez, amabilidad y dominio de nosotros mismos.

Por eso la organización debe de ser perfecta, hay que considerar hasta el mínimo detalle. Debemos crear un ambiente agradable y sereno, y actuar con naturalidad y sencillez. No olvidemos que invitar a una persona a nuestra casa es darle acceso a nuestro círculo íntimo, de nuestras amistades, es brindarle un acercamiento espiritual, porque ha ganado nuestro afecto y confianza. Por ello la mesa tiene su trascendencia más allá de lo material. La mesa crea un estado especial de sociabilidad. Por eso la importancia de saber conducirse en ella con modales que causen buena impresión, lo que, por otra parte, refleja la consideración que nos merecen las personas con quienes comemos.

Un buen anfitrión honra a su invitado considerando su bienestar antes que ninguna otra cosa, y el invitado hace lo posible con su conducta para mostrarse merecedor de tal honor.

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