Conocido por los chinos como tcha, cha, tee o thay y habiendo recibido el nombre de “thee” por parte de los holandeses, quienes tuvieron conocimiento de la existencia de esta planta al desembocar en Fuxion, una provincia china, el producto denominado en español “té” se ha puesto hoy muy de moda.
Montserrat Piñeiro Guerrero
Los europeos aprecian mucho sus propiedades medicinales, los ingleses no dejan de beberlo desde que lo conocieron, en Estados Unidos todas las variedades existentes son comercializadas mientras que en México cada día se abre un nuevo salón de té.
Entre el mito y la realidad
Nadie conoce con exactitud la fecha en que empezó a beberse el té en China aunque si algo es seguro es que fue aquí en donde este néctar tuvo su origen. La versión más popular reza que fue el mismo monje hindú que introdujo el budismo en China hacia el año 520 quien se cortó los párpados para impedir que el sueño interrumpiera sus meditaciones, al caer éstos sobre la tierra floreció una planta cuya forma asemejaba la morfología de los párpados la cual fue útil para los budistas desde aquella ocasión ayudándoles a mantenerse despiertos durante sus meditaciones.
Una versión más sustentada afirma que el té se conoció en China durante la época de los Tres Reinos (entre los años 222 y 277) y la costumbre de beberlo fue expandiéndose hacia el sur del territorio, haciéndose cada vez más arraigada y dando origen a un arte específico de beber té durante el periodo en que reinó la dinastía T’ang, iniciando como una bebida de lujo consagrada para los cortesanos y popularizándose posteriormente entre todas las clases sociales. Una vez conquistado el territorio chino el gusto se expandió hacia otros pueblos como los mongoles, los tártaros, los turcos y los nómadas tibetanos.
Su expansión por el mundo
Llevado hasta Europa por los holandeses, el té comenzó a cobrar popularidad en aquellos lares, los portugueses, los mejores navegantes de aquellos tiempos, se encargaron de dar a conocer la bebida en algunas latitudes. En poco tiempo el té invadía ya el territorio inglés, el francés y algunos países del este de Europa y llegaba hasta Rusia. Sin embargo, los países más renuentes a incorporarlo en su dieta fueron España y Alemania quienes estaban demasiado habituados a beber café.
En Inglaterra particularmente el consumo del té se popularizó debido a que la isla británica se apoderó del territorio indio, monopolizando el comercio de la planta y obteniendo su importación a precios realmente accesibles. Pronto los cafés rivalizaron con los salones de té, en donde las damas y las familias se reunían para disfrutar de la novedosa bebida en compañía de pastas y galletas.
Se debe a la duquesa Ana de Bedford la implantación de la costumbre del té de las cinco aquella dama afirmaba experimentar
a esa hora una “extraña sensación de hundimiento”, lo cual trataba de confrontar sentada en la sala de su casa bebiendo una reconfortante taza de té.
El té verde
El más emblemático de los tés es producido en la provincia de Tchokiang, cerca del lago de Hang-tcheou, el original té verde crece en la cima de la cadena montañosa de T’ich Mu. La cosecha debe llevarse a cabo antes de la primavera, que viene acompañada de lluvias y un clima muy húmedo que puede afectar la calidad del producto.
¿Cómo preparar el té?
Antes que nada es necesario saber que las hojas de té verde deben guardarse en un recipiente hermético ya que en cuanto entran en contacto con el aire pierden su perfume experimentando una especie de oxidación.
Las hojas deben infusionarse en agua caliente pero nunca hirviendo, el agua no debe sobrepasar los 88ºC (a la altura de la ciudad de México). Asimismo, la creencia de dejar el té por más tiempo en la infusión para obtener una mayor concentración es equivocada ya que al sobrepasar los cinco minutos el sabor puede adquirir un tono amargo.
Los utensilios ocupados para realizar la infusión deben estar preferentemente limitados a dicha función para evitar la más mínima mezcla de aromas y opacar las propiedades de la planta.
