Internacional

África: pasado, presente y futuro

África, el continente donde tuvo sus orígenes el ser humano y el cual representa el 20.2 por ciento de la superficie de tierras emergidas del planeta, con más de 30 millones de kilómetros cuadrados, es la zona con las condiciones de vida más precarias.

No obstante, África posee cuantiosos recursos naturales: minerales (96 por ciento de las reservas de diamantes, 75 por ciento de las de cromo, 70 por ciento de las de cobre), hidrocarburos (34 por ciento de las reservas mundiales), selvas maderables, fosfatos, abundantes recursos acuíferos, extensas sabanas aptas para el pastoreo, entre otros.

Durante la época colonial, el llamado continente negro fue la base primordial del tráfico de esclavos que las metrópolis europeas ejercieron con el fin de explotar los recursos naturales de sus colonias en América. Fruto de esa actividad son las extensas comunidades afroamericanas, particularmente densas en Estados Unidos, Brasil y los países caribeños.

El periodo colonial fue un punto de inflexión en la conformación de los Estados africanos, ya que éstos marcaron su delimitación fronteriza a partir del trazado colonial, generalmente sin tomar en cuenta los territorios «étnicos», dejando así separados en diferentes países a pueblos que comparten un legado, tradiciones y lenguas comunes, e incluso prácticas migratorias ancestrales, al dedicarse al pastoreo.

Derivado de ello se han gestado numerosos conflictos, ya que paralelamente, grupos étnicos tradicionalmente rivales entre sí, en ocasiones se han visto constreñidos en una misma entidad política, como los hutus y los tutsi –éstos también conocidos como watutsi–, que habitan en Ruanda y Burundi.

El término de la Segunda Guerra Mundial marcó el final del colonialismo clásico, emergiendo así a la vida independiente, al menos en términos formales, nuevos países de Asia, África, Oceanía y el Caribe.

Problemáticas del continente

1) El subdesarrollo generalizado, y por tanto, la alta tasa de pobreza y miseria absolutas en porcentajes significativos de la población.
2) Carencia de instituciones consolidadas y de órdenes gubernamentales permanentes.
3) Niveles alarmantes en la tasa de infección de sida, sin parangón en el mundo. Si bien el porcentaje y el número absoluto de infectados varía considerablemente entre los diferentes países, África concentra un significativo porcentaje de todos los seropositivos del mundo.
4) Conflictos interreligiosos, en particular la situación entre grupos cristianos y musulmanes, especialmente en la porción centro–occidental del continente.
5) La proliferación de movimientos armados, guerras internas y enfrentamientos entre países limítrofes.

Entre los más recientes conflictos se pueden mencionar los de Ruanda, Burundi, Congo (ex Zaire), Angola, Sudán, Chad, Liberia, Somalia, Etiopía-Eritrea, y recientemente, el problema racial en Zimbabwe.

Los movimientos armados, además de la pobreza y desabasto que acarrean, provocan la necesidad de compra de armamento, lo cual desvía la canalización de recursos que debieran emplearse en educación, infraestructura, salubridad, etcétera, y, por otra parte, desaniman la posible entrada de inversión extranjera.
6) Altos índices de criminalidad, aspecto intrínsicamente relacionado con los puntos anteriores.

7) Una elevada tasa de natalidad, con los niveles más altos en el orbe, que va acompañada de una falta de perspectivas generalizada, tanto en empleos como en servicios básicos.

La población del continente ha aumentado en forma significativa en los últimos años, y en la actualidad alcanza al menos 793 millones de habitantes.

Esta creciente explosión demográfica, acompañada por la pobreza generalizada, propician crecientes flujos migratorios que tienen, por el momento, como destino principal a Europa, pero también otras latitudes, en donde se han ido estableciendo amplias y cada vez más extensas comunidades africanas, especialmente en Francia, Reino Unido, Países Bajos y Bélgica, pero que paulatinamente se están extendiendo al resto de los países europeos, incluso a los de Europa oriental.

En su nuevo ambiente, los africanos, por lo general, ocupan el espectro más deprimido del ámbito laboral, y muchas veces son motivo de discriminación e incluso de violencia de parte de grupos de derecha. El carácter migratorio ilegal de la mayoría de ellos, y la falta de oportunidades, desemboca en una alta tasa de criminalidad y la consiguiente represión policiaca y el estigma social para toda la comunidad.

La combinación de las anteriores problemáticas, deja un panorama sumamente complicado, que únicamente tendría visos de mejorarse mediante una acción conjunta mundial (sería conveniente una especie de «Plan Marshall para África») en la que los países más poderosos dieran su contribución para tratar de lograr mejores perspectivas para el llamado continente negro.

El papel de África ante la reforma de la ONU

Por otra parte, en el aspecto de la representación africana en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde hace unos años se ha planteado la necesidad de una reforma estructural del máximo organismo mundial.

En ese sentido, uno de los aspectos más relevantes y prácticamente de aceptación generalizada, es la necesidad de modificar la estructura del Consejo de Seguridad, órgano con más poder de decisión en la estructura de la ONU, para que de esa forma se refleje el actual panorama del poderío internacional, ya que la composición del presente Consejo de Seguridad, con sus cinco miembros permanentes –China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia–, más otros diez miembros no permanentes, fue resultado del contexto mundial al término de la Segunda Guerra Mundial.

En el esquema de una eventual reforma, se plantea que aparte del ingreso de Japón y de Alemania como miembros permanentes del organismo de seguridad –lo que reflejaría la importancia de esos países en el orden mundial, y que sería una «retribución» a la asignación monetaria que otorgan al organismo para su funcionamiento–, se plantea como factible que, como muestra de una búsqueda de mayor representatividad global en esa instancia, se establezca el ingreso permanente de otros países en desarrollo al mismo.

De esta manera, y para lograr la equidad en la representación geográfica, se propone que exista un miembro de América Latina (probablemente, Brasil, México o Argentina), uno más de Asia, aparte de China, que ya es miembro permanente del Consejo (se menciona como el más probable a India, o en su defecto Indonesia), y otro de África. Respecto de este último continente, las hipótesis apuntan que el país elegido estaría entre Sudáfrica, Nigeria o Egipto.

Sudáfrica

Sudáfrica destaca por su poderío económico en el ámbito continental y por el nuevo papel que ha logrado en el contexto internacional tras la disolución del régimen del apartheid, así como por su nuevo liderazgo político en el entorno africano.

Prueba de lo anterior es que la ciudad sudafricana de Durban fue sede de la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada bajo auspicios de la ONU, del 31 de agosto al 7 de septiembre pasados. Además, cabe destacar que Sudáfrica es el único país que hasta el momento ha eliminado unilateralmente su arsenal nuclear.

Egipto

Egipto tiene a su favor el ser el segundo país más poblado del continente, su prestigio político internacional, al lograr ser un Estado moderado en una zona muy conflictiva, y finalmente, al ser una nación árabe –la más poblada de ellas– y musulmana, representaría de esa manera un cierto reconocimiento a los pueblos árabes y al islam por parte de la ONU, en un contexto en que está cobrando ímpetu el temor hacia el fundamentalismo musulmán, del cual Egipto, hasta el momento, parece mantenerse alejado.

Nigeria

En cuanto a Nigeria, los argumentos de más peso para una eventual participación permanente en el Consejo son su extensa población –123 millones de personas; con mucho, la más numerosa entre los países africanos–, su potencial económico y su carácter como país «completamente africano», elemento que en lo étnico y lo cultural, ni Sudáfrica ni Egipto poseen.

Sin embargo, su precaria estabilidad política, la frecuente violación de derechos humanos y la tradición de gobiernos opresores del país actúan en detrimento para tal objetivo.

Perspectivas

Una acción que ha dado paso a una cierta cohesión política en el continente, ha sido la iniciativa del presidente sudafricano, T. Mbeki, que transformó a la Organización de la Unidad Africana (OUA) en la Unión Africana (UA), que es un organismo más avanzado de integración continental.

De esta manera, se ha iniciado la consolidación de la UA como un intento serio de conseguir una efectiva integración en los ámbitos económico y de concertación política continental.

Para tal objetivo, se pretende que la nueva organización tenga un carácter supranacional, semejante en algunos aspectos a la Unión Europea, en un esquema próximo a la idea federal, con lo que en cierta forma, se identifica con la concepción del panafricanismo de K. Nkrumah, quien fuera presidente de Ghana.

La nueva organización no solamente comprenderá aspectos comerciales y económicos, ya que, entre otros temas, también abordará el derecho a la intervención conjunta en casos particularmente graves de violaciones masivas a los derechos humanos, genocidio u otros crímenes contra la humanidad, y un mecanismo de condena continental a los cambios anticonstitucionales de regímenes en la región.

Asimismo, los mismos tres mandatarios han presentado el Plan de Acción para el Milenio (PAM), donde se trazan los lineamientos que el continente debe adoptar para ser susceptible de captar inversiones extranjeras, dinamizar la economía y reestructurar sus sistemas educativos y de asistencia social. Aunque es muy pronto para realizar juicios acerca de dicho plan, es una iniciativa que sustrae al continente del inmovilismo que lo había caracterizado desde hace mucho tiempo.

En este sentido, los crecientes flujos migratorios que parten de África hacia los países desarrollados, podrían influir en forma decisiva para que dichas naciones promuevan inversiones y asistencia económica hacia África, para de esa manera ofrecer más oportunidades laborales en territorio africano y desalentar las corrientes migratorias.

Incentivos para el desarrollo

Por su parte, Estados Unidos firmó en mayo de 2000 el Acta para las Oportunidades y el Desarrollo de África, conocida como AGOA, por sus siglas en inglés. Este documento ofrece incentivos a los países africanos para continuar sus esfuerzos a fin de abrir sus economías y fomentar el libre mercado.

Paralelamente a ese objetivo, un elemento que en el futuro pudiera ser mejor aprovechado para fomentar el desarrollo continental, son los vastísimos recursos naturales africanos, que convierten a África en el continente más rico del mundo, en ese sentido.

El aprovechamiento de esos recursos deberá realizarse de una manera más racional, y no sobreexplotando los recursos, como lamentablemente se ha hecho hasta ahora, en la mayor parte de las naciones africanas.

Un aspecto que está provocando controversias a escala mundial es la iniciativa africana de que las naciones que en el pasado ejercieron la trata de esclavos, indemnicen a los países africanos de los que provenían los mismos.

Sea cual fuere el resultado de los planteamientos anteriores, podemos considerar que si bien el camino que África debe sortear no es fácil, la voluntad política que algunos de sus mandatarios han mostrado con la creación de la UA, y la búsqueda de una más efectiva relación en el ámbito interafricano, puede ser el inicio de un panorama menos sombrío para el continente con la población más pobre del planeta.

Países que nos están viendo

ALIANZAS