Internacional

Algo hay que no quiere un muro…

Cuando a Rauf Denktash, el autoproclamado presidente de la llamada República Turca del Norte de Chipre, se le pregunta cómo se podría resolver el problema chipriota, simplemente contesta, en una mala cita del poeta estadounidense Robert Frost: «las buenas rejas hacen por buenos vecinos».

Así que cuando el experto en política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, y el consejero especial para Chipre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Álvaro de Soto, viajaron a Nicosia en septiembre pasado para tratar de reanudar las charlas entre Denktash y su contraparte del sur, Glafcos Clerides, se encontraron con la misma obstinación mostrada durante los últimos 27 años.

Una vez más Denktash respondió en forma negativa a los esfuerzos de Estados Unidos, Europa y la comunidad internacional para establecer el diálogo a fin de reunificar la isla. De nuevo se negó a considerar cualquier propuesta de acercamiento.

Pero mientras el autocrático turco-chipriota continúa con esa actitud necia de inventar razones contradictorias para no aceptar ningún discurso con los griego-chipriotas o cualquier representante externo que trata de intervenir como mediador, parece que está descuidando la seguridad de su régimen, pues el peligro acecha en sus propias puertas.

Los mismos chipriotas de origen turco han empezado a rebelarse contra Denktash, quien después de 30 años de liderazgo, ha olvidado cuáles son los deseos del pueblo que supuestamente representa.

En los últimos tres o cuatro años, un puñado de partidos liberales, sindicatos de trabajo y organizaciones no gubernamentales en el norte de la isla mediterránea han formado una «plataforma contra la opresión» y han pedido la renuncia de Denktash y el retiro de las tropas turcas.

En los últimos meses, miles de personas se han reunido en la Plaza Inonu del lado norte de Nicosia, flameando banderas de la internacionalmente reconocida República de Chipre (es decir, la parte sur).

Muchos de sus líderes ya se encuentran tras las rejas por haber expresado sus ideas, pero el movimiento subterráneo de resistencia sigue creciendo en el lado ocupado, mientras que Avrupa, el único periódico de oposición en el territorio, ha registrado un incremento de más de 100 por ciento en su circulación durante el último año, pese a que el gobierno de Denktash ha tratado de cerrarlo con la confiscación de sus computadoras, el arresto del editor en jefe y dos bombazos en sus oficinas.

Tal parece que entre más trata Denktash de callar a la oposición, ésta refuerza los ataques en su contra.

Crisis financiera

Y si la represión política no es motivo suficiente para sembrar un creciente resentimiento contra los amos de Anatolia, la crítica situación económica reciente en Ankara, reflejada y magnificada en el norte de Chipre, ha puesto a la población turco-chipriota a punto de iniciar una revuelta.

Pues mientras que la una vez próspera región norte ha llegado a la quiebra financiera con un desempleo de casi 35 por ciento, el lado libre de Chipre presume su apogeo económico y se encuentra en vísperas de entrar en el club exclusivo de la Unión Europea.

Desesperado por la intransigencia de su impuesto mandatario en tanto a las negociaciones de la parte norte para unirse al sur y aprovecharse del nuevo matrimonio con la UE, muchos turco-chipriotas han optado por abandonar su «nacionalidad» y adoptar la bandera de la República de Chipre.

De acuerdo con fuentes del Ministerio del Interior del lado sur, en lo que va del año, por lo menos unos cuatro mil turco-chipriotas han solicitado pasaportes greco-chipriotas.

Es más, una tercera parte de la comunidad indígena de turco-chipriotas ha huido de la isla desde la invasión turca de 1974, y los que quedan se ven hostigados por los soldados y nuevos inmigrantes turcos.

Entre tanto, Denktash en su olvido insiste que todo el mundo debe reconocer la soberanía de su supuesto Estado antes que pueda haber algún diálogo de reunificación.

La comunidad greco-chipriota sigue comprometida con el esfuerzo de la ONU para llegar a un arreglo comprensivo, basado en un solo Estado soberano de Chipre, con una sola nacionalidad, pero una personalidad internacional. De esta manera, serían garantizadas la independencia e integridad territorial de dos comunidades cuyo comportamiento político es similar.

El presunto Estado de la República Turca del Norte de Chipre es el producto de una agresión, ocupación y colonización. La falta de reconocimiento de esa entidad ilegal por parte de México y virtualmente por todas las naciones, con la excepción de Turquía, se debe a que el poder usurpador rebasó los principios de justicia universal y la ley internacional.

«Buenos vecinos»

Denktash ya lleva 27 años con su muro, y hasta la fecha, no ha hecho nada para cultivar «buenos vecinos».

Sus teorías de separación y segregación se fundamentan en la mentira de que las dos comunidades no saben convivir y por eso deben aislarse entre sí. Pero el hecho es que los greco-chipriotas y los turco-chipriotas compartieron juntos la tranquilidad durante muchos siglos.

Fue sólo después de la ocupación británica, con sus políticas divisoras y la subsecuente intervención violenta turca, que nacieron los resentimientos étnicos que convulsionaron al país en la década de 1960.

En las secuelas de la invasión turca de 1974, unos 250 mil chipriotas, tanto de descendencia griega como turca, fueron desplazados y convertidos en refugiados en su propio país. Para darle contexto a ese hecho, hay que recordar que esta cifra representa una tercera parte a la población de la isla.

Cualquier Estado nacido de una invasión o de una ocupación no merece el reconocimiento que tanto reclama Denktash.

Pese al dolor producido por la división y los efectos catastróficos de la continuada ocupación, la República de Chipre ha logrado realizar un milagro económico y hoy día se encuentra en la primera fila de candidatos para participar en el engrandecimiento de la Unión Europea.

Por tal razón, Denktash y sus seguidores (los pocos que le quedan) deben ahora pensar seriamente en la conveniencia de aislar a la comunidad turco-chipriota de la prosperidad y estabilidad o sería más benéfico para ellos unirse con compatriotas del sur para disfrutar del progreso de la república y su cercana adhesión a la UE.

Si Denktash le diera la interpretación adecuada al poema de Frost, sabría que el propósito del escritor era mostrar que una reja sólo sirve para destruir las relaciones y el entendimiento humano, pues la línea clave de la obra es que «algo hay que no quiere un muro».

La gente de Chipre, tanto del sur como del norte, ya se cansó de los muros y rejas, y como Robert Frost, exigen: «no necesitamos ese muro.»

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