Internacional

De la transición al cambio

La primera generación de reformas estructurales (que comenzó a mediados de los años ochenta) en México, estuvo orientada a recuperar la estabilidad, abrir los mercados y reducir el peso del Estado en la economía. Esta primera ola de reformas no tuvo grandes problemas para materializarse, pues el Poder Legislativo de aquellos tiempos se sujetaba en buena medida a los designios del presidente en turno.

Las mayores libertades democráticas de los años noventa dieron pie a que surgieran nuevos impedimentos para concretar una segunda ge-neración de reformas, orientadas a consolidar el funcionamiento de la primera ola de cambios y a flexibilizar la economía. Con un Congreso ya libre de cualquier injerencia del Ejecutivo, la estructuración de las nuevas reformas simple y sencillamente se trabó ante el predominio de mecanismos políticos que no incentivan el funcionamiento eficiente del Poder Legislativo.

La falta de los nuevos cambios estructurales hace prácticamente imposible alcanzar el crecimiento económico, alto y sostenido, que se requiere para salir del subdesarrollo. Ciertamente, existen reformas que no requieren de la aprobación del Congreso, en materia, por ejemplo, de seguridad pública, derechos de propiedad, simplificación administrativa o mejoramiento de las vías de comunicación y sistemas de transporte que abaraten los costos de transacción, donde el Ejecutivo no ha mostrado la convicción necesaria.

La tarea que sí hemos llevado a cabo es consolidar la estabilidad macroeconómica. Si bien es cierto que la construcción de una macroeconomía sólida no se inició en el se-xenio de Fox, un gran atino de esta administración ha sido proseguir con políticas monetarias y fiscales ordenadas y coordinadas que aseguran que la economía se mueva en un escenario de baja inflación, lo que constituye la primera condición para que el crecimiento económico tenga lugar.

Aunado a la estabilidad de precios, las finanzas públicas se han mantenido relativamente ordenadas, con un tipo de cambio estable en lo ge-neral, así como con cuentas externas equilibradas; además se han reunido las divisas necesarias para hacer frente a los vencimientos de mercado de la deuda externa programados para 2006 y 2007, gracias a lo cual es pro-bable descartar una crisis sexenal como las del pasado.
En este sexenio se han captado alrededor de 80 mil millones de dólares de Inversión Extranjera Directa (IED) lo que supera con creces (en más del 50 por ciento) a lo registrado en el sexenio anterior.

En materia financiera también se ha avanzado. El manejo, por ejemplo, de deudas como la del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB) ha permitido que el costo de rescatar a los ahorradores sea el menor posible, por abajo del 9 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En este mismo renglón, se han puesto en práctica diversas medidas que fortalecen y mejoran el funcionamiento de los mercados financieros. La entrada de inversionistas institucionales (como las Afore) también permite prever un mayor desarrollo del mercado de ca-pitales mexicano. Aunque falta que entre en vigor la nueva ley del mercado de valores (que protege a los pequeños inversionistas), definitivamente es muy probable que antes de que finalice este sexenio sea una realidad.

Otro de los frutos de la estabilidad de precios, que coadyuva a que las tasas de interés se mantengan bajas, ha sido la construcción de un mercado hipotecario robusto que hoy está permitiendo que más mexicanos tengan acceso a una vivienda digna.

Por el lado de la política social México está registrando reducciones reales en pobreza extrema (del 24 al 17 por ciento). Aunque es posible que en esto influyan las remesas
que envían los migrantes, la realidad es que la sola estabilidad de precios permite que año con año el poder adquisitivo de los mexicanos aumente. Asimismo, si se compara con otros sexenios, la política social hoy es más selectiva en los sectores en donde interviene, lo que permite obtener mejores resultados en materia de combate a la pobreza extrema.

Éstos son algunos avances reales que pavimentan el camino del cre-cimiento, pero para emprenderlo de manera efectiva requerimos de un vehículo con nuevo motor estructural. Es importante reconocer los avances porque si no somos capaces de ello tampoco podremos vislumbrar la estrategia futura que permita a más mexicanos alcanzar una vida digna. Por ahora, el avance logrado no constituye el cambio esperado, pero sí es la condición necesaria para que algún día ese cambio se haga realidad.

El autor agradece la colaboración de Godofredo Rivera Arias.

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