Internacional

La globalización de la solidaridad, el camino a la paz

La iglesia católica, como institución, desempeña un papel necesario e insustituible en la estabilidad mundial, aseguró a Protocolo el cardenal Norberto Rivera Carrera, máximo jerarca del catolicismo en México.

«Son permanentes la voz y la acción de la iglesia a favor de la armonía mundial. Y no sólo en casos de guerra; hoy en día, en el contexto de la globalización que ha traído indiscutibles beneficios para unos pocos, la iglesia no se cansa de alertar sobre un problema serio que se ve en las nuevas condiciones de pobreza y desesperanza en los países marginados; incluso en las sociedades ‘modelo’ en las que se están gestando grandes núcleos de desocupados, de abandonados. Y todo ello está creando tensiones en las sociedades y entre los Estados.»

Ante este grave problema –enfatizó el cardenal Rivera–, la iglesia ha propuesto la globalización de la solidaridad, como la ha llamado el papa Juan Pablo II. Es decir, plantea un cambio de mentalidad sobre todo en los líderes mundiales para que construyan sociedades basadas no sólo en intercambios legítimos, sino también en la lógica de la generosidad, como enseña la encíclica Laborem exercens. Sólo así todos los hombres se podrán beneficiar de un mercado global, sólo así serán más equitativas las relaciones entre los Estados y será posible gozar de una paz verdadera.

«Perversión de la religión»

Norberto Rivera explicó que la iglesia enseña y practica la tolerancia como expresión de la auténtica libertad religiosa. «Muchos quisieran que la tolerancia fuera cobardía y traición a los principios que recibió de su fundador, pero esto no es posible.

«Por ello, la iglesia condena todo atentado contra la vida humana, lo mismo mediante el aborto que el terrorismo. A ambos los condena como actos cobardes, injustificables e inaceptables. En el caso del terrorismo, y más cuando se pretende justificar en nombre de Dios, el papa lo ha denunciado como una repugnante ‘perversión de la religión’.»

El cardenal sostuvo que el principio vertebral de la iglesia católica para lograr la paz y la armonía en el mundo, es el respeto a la dignidad de la persona humana por su proyección teleológica y por su imagen y semejanza con Dios.

«En torno a este eje giran los restantes principios que forman el corpus de la doctrina social de la iglesia, como son el del bien común, el de solidaridad y el de subsidiariedad. Éstos, al igual que los ámbitos en que deben ser aplicados, como es la política, la democracia, la familia, el trabajo y las relaciones laborales, y otros más, encuentran su pleno sentido a la luz del respeto a la dignidad y a la vida humana desde el momento mismo de la concepción.

«No tengo la menor duda de que si se vivieran esos principios en todos los países de la Tierra, la paz y la armonía mundial estarían absolutamente garantizadas.»

Diplomacia religiosa

Al cuestionársele sobre la diplomacia que la iglesia católica ejerce para promover su doctrina, el cardenal indicó que la iglesia es absolutamente respetuosa de todos los Estados, naciones y gobiernos. No impone o señala algún modo o comportamiento específico; es sumamente respetuosa.

Pero esto no significa que deba permanecer indiferente o ajena respecto de las políticas, a los programas económicos, a los programas de gobierno, a las luchas a favor de la justicia. Antes al contrario, la naturaleza propia de su misión de salvación le exige hacerse presente en todos los campos de la actividad humana, pero su contribución específica es de naturaleza ético–religiosa.

¿Cuál es el mundo ideal para el cardenal Norberto Rivera?

En el siglo pasado, diversas utopías, ideologías e «ismos», pretendieron traer paraísos y sólo crearon infiernos. Pero, como afirma el historiador alemán Ranke, «toda época es anterior a Dios».

Yo creo que al inicio de este milenio podemos crear un mundo, si no ideal, sí mejor, más equitativo, más humano. Pero es necesario que el hombre se decida a no vivir más de espaldas a Dios, a edificar un mundo en el que los hombres actúen verdaderamente como hijos suyos y como hermanos de sus prójimos. Si nos decidimos a ello, todas las demás cosas, como lo bienes materiales, como la concordia, como la cultura, se nos darán por añadidura.

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