Internacional

Reflexión Global: Sueños de poder en Venezuela

Esteban Belmont*

Nicolás Maduro
Nicolás Maduro pretende perpetrarse en el poder y no hay quien lo detenga. A pesar de meses de protestas, un centenar de muertos y la comunidad internacional presionando al gobierno venezolano, la realidad es que Maduro ha cambiado todo, para que no cambie nada.

Él ha demostrado lo lejos que está dispuesto a consolidar una dictadura en Venezuela, sin importar el costo. Mientras que miles de venezolanos salen a la calle a pedir a gritos que los escuchen, él baila en televisión y declama discursos propios de un pseudo-socialismo con el adjetivo bolivariano.

El chavismo murió con Chávez y aunque Maduro haya pertenecido a la alta cúpula del poder chavista, no tiene ni el carisma ni el tacto político que tenía su antecesor. El sueño de la Revolución Bolivariana se ha vuelto una pesadilla para millones de venezolanos que no ven una salida a este conflicto.

La formación de la Asamblea Constituyente nos aclara las dudas que nos quedaban con respecto al gobierno chavista. En primer lugar, la oposición en Venezuela que había logrado hacerse de la mayoría en la Asamblea Nacional, en realidad nunca tuvo la oportunidad de ser oposición, pues fue acorralada, achicada, secuestrada y silenciada.

La ilusión de una oposición robusta en Venezuela llegó protagonizada por algunas gubernaturas y alcaldías, pero la realidad nos golpeó a todos cuando con un decreto presidencial (forma predilecta del presidente Maduro para gobernar) se deshizo a la oposición por tratarse de un tema de seguridad nacional. Así, sin mayor explicación, la oposición en Venezuela se encuentra escasa de recursos, pero con un apoyo popular intenso.

En segundo lugar, queda ahora claro que las llamadas fiestas electorales de Venezuela, son en realidad un montaje del gobierno para venderle al pueblo, como desde hace 20 años, la idea que Venezuela es una democracia. Maduro, quien controla el Consejo Nacional Electoral, se ha asegurado de manipular las elecciones en lugares estratégicos, mientras que ha permitido una democracia a medias en unos cuantos espacios. Así, los auténticos bastiones de poder son controlados por Maduro y, pese a la inconformidad popular, se ha preparado para gobernar sin elecciones democráticas.

Luego, queda claro que la transición a la democracia en Venezuela no podrá llevarse a cabo en completa paz. A casi 20 años de iniciado el chavismo, se tenía la esperanza que un proyecto alterno democrático podría llegar en una transición negociada, espaciada y quizás hasta pacífica. Sin embargo, Maduro pretende perpetuarse en el poder y no lo soltará sin un conflicto armado.

Prueba de ello ha sido el constante robustecimiento de la relación que tiene el gobierno con los militares, grupo de poder quien garantiza la perpetuidad del poder chavista y que en sus más altas cúpulas mantiene privilegios que han comprado su total lealtad.

Chávez se encargó de garantizar que los militares estuvieran satisfechos con los ocupantes del Palacio de Miraflores pues se aseguró de proveerles de precios preferenciales para la compra de dólares, el control sobre la distribución de la producción nacional alimentaria, salarios exorbitantes y protección legal incondicional. Y aunque en fechas recientes ha existido disidencia entre los militares, los más altos mandos militares son totalmente leales a Maduro, pues tienen demasiado que perder en una transición democrática.

nicolas-maduro01Finalmente, la presión internacional al gobierno venezolano ha sido tibia y poco unificada. Las llamadas de atención que recibió Venezuela en la Organización de los Estados Americanos (OEA) fueron tomadas por el gobierno de Maduro como un intento más de Estados Unidos por intervenir en Venezuela, cuando en realidad existía una auténtica preocupación por la frágil situación de las protestas en todo el país.

La salida fácil del gobierno de Maduro fue acusar a los países de la OEA de títeres de Estados Unidos y mirar con desprecio sus ofertas de mediación. Aunado a lo anterior, Venezuela mantiene a otros estados miembros de la OEA como aliados puesto que les vende petróleo a precios accesibles y con una deuda multimillonaria, lo que provocó que los intentos de mediación en la OEA fracasaran por no estar totalmente unificados.

Por otro lado, las sanciones internacionales han sido otra cara del problema pues, aunque al ser dirigidas a funcionarios específicos podrían ser un método de presión, lo cierto es que, en el caso venezolano, el discurso antiimperialista de Maduro se ve indirectamente beneficiado de tales acciones. Esto quiere decir que, aunque los intereses privados de Nicolás Maduro se ven afectados, queda claro que el presidente venezolano no se detendrá por ello en su carrera por la perpetuación en el poder.

En Venezuela no queda más que esperar. Si la nación sudamericana desea resolver su conflicto interno deberá encontrar un equilibrio entre lo que desea realizar y aceptar las violaciones a los derechos humanos que ha perpetrado. Pero lo más urgente es garantizar el abastecimiento de productos de primera necesidad a los venezolanos que no pueden cubrir sus necesidades mínimas.

Es inadmisible que uno de los países con mayores reservas de petróleo en el mundo no pueda ni alimentar a su población, y tampoco es admisible que las exigencias del pueblo con hambre no sean escuchadas y que, al contrario, sean calladas con aplastante violencia y censura.

La oposición venezolana quizás no pueda sola para llegar a un acuerdo con el gobierno de Maduro. Recurrir al apoyo internacional es una jugada arriesgada pues se podría tomar como intervencionismo y, al mismo tiempo, aquel actor internacional que medie el conflicto debe contar con legalidad y legitimidad absoluta, o se sentará en una mesa de negociación sin haber sido invitado por una de las partes.

La realidad venezolana clama por un mejor gobierno, por una salida pacífica y pese a que los eventos recientes en todo el país demuestran que ambas partes están dispuestas a llegar hasta las últimas consecuencias, la mesura debe caber en ambos bandos y frenar la violencia que aqueja al país. Por un lado, el gobierno venezolano debe atender con urgencia el abastecimiento de comida, frenar la violencia policiaca y militar y permitir un mayor diálogo con la oposición. Por otro lado, la oposición debe buscar un mayor apoyo internacional y encontrar un mediador para solucionar el conflicto, mantener la Constitución política aún vigente y dialogar con la contraparte.

En una situación así, lo último que se desea es escalar el enfrentamiento. Maduro debe mesurar sus sueños de poder y entrar en razón, el pueblo venezolano está dividido y hoy más que nunca los sueños de una auténtica república bolivariana se encuentran más lejos que nunca, pues estamos seguros de que Simón Bolívar no hubiera querido ver a un pueblo latinoamericano dividido, herido y censurado como el que hoy permanece en Venezuela.
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* Esteban Belmont Bernal tiene un máster en International Relations por Queen Mary University of London y una licenciatura en relaciones internacionales por la UNAM. Ha sido merecedor de distintas becas de excelencia académica y actualmente es consultor en temas de política internacional y seguridad internacional.

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