Viajes

Momentos de vida

Hemos olvidado esos instantes donde el mundo al fin reduce su velocidad y nos permite estar presentes en donde y en cuando estamos

Por Melanie Beard

Siempre tenemos algo importante que hacer y una fecha límite para cumplir nuestros propósitos, ya sea que estén relacionados con el trabajo, la escuela o sean cuestiones personales. La prisa es nuestra compañera constante, al igual que los retrasos. Tenemos que luchar contra el tiempo, y el reloj es el enemigo a vencer. Entre el tráfico de la ciudad y la impaciencia de los ciudadanos, parece que nunca tendremos un momento para nosotros mismos. Entre tanto corretear y ser correteados hemos olvidado vivir. Hemos olvidado esos instantes que son completamente nuestros, donde el mundo al fin reduce su velocidad y nos permite estar presentes en donde y en cuando estamos.

De estos momentos está compuesta la vida.

Así, a la larga lista de asuntos pendientes hay que añadirle un merecido descanso. Unos días, un fin de semana, que dediquemos en su totalidad a nuestra persona. Hay que hacer una pequeña pausa y mimarnos, dejando los nervios y la angustia atrás, para recuperar el aliento.

No hay lugar más relajante que la playa. El murmullo de las olas, el canto de las gaviotas y la cálida caricia del sol funcionan como magia que contrarresta cualquier preocupación o molestia. Con los pies en la arena y la mente en las nubes, uno se reencuentra.

Cada quien tiene su destino favorito y en esta ocasión les compartiré el mío.

A sólo media hora de vuelo del Distrito Federal se encuentra la ciudad de Acapulco, en el estado de Guerrero. Cuando alguien dice “Acapulco” nos llega a la mente una serie de imágenes. Vemos la violencia de la cual tanto nos hablan en las noticias, vemos buenos antros donde los jóvenes pasan mañana, tarde y noche, o vemos una activa y entretenida playa, llena de actividades como el jet ski o el paracaídas.

Yo no veo nada de eso. Para mí, Acapulco significa Banyan Tree. Las imágenes que llegan a mi mente son de la increíble vista de mi villa hacia los riscos, del gran árbol alumbrado en el restaurante La Nao y del turbulento mar desde la alberca de Las Rocas. Recordar este paraíso es pensar en la exquisita comida de su restaurante Saffron, en particular su delicioso wok de res con arroz de azafrán, en la perfecta atención de su personal y en la calidad y hermosura de sus exclusivas villas.

Acapulco se ha llegado a percibir como un destino que ofrece mucho menos de lo que en verdad tiene. Sus excelentes hoteles, restaurantes gourmet y perfecto clima han logrado esconderse tras la sombra de la mala publicidad.

El pasado fin de semana me tomé un merecido descanso en esta espectacular ciudad, y al disfrutar del Acapulco que yo conozco, visto desde los cómodos sofás de mi villa, me pregunto qué es lo que se necesita para cambiar la forma de percepción de la gente. ¿Cómo hacer para que vean las millones de virtudes del destino? ¿Cómo mostrarles lo que está después de los antros y el acelere de la Costera?

La solución no parece ser nada sencilla, se tendría que cambiar una imagen de la ciudad que ha durado años; que se ha fortalecido con los años. O quizá la solución no es canjear la imagen por otra, sino añadirle a ella los encantos y la paz que ofrece el destino. Necesitamos dar a conocer que esos momentos de relajación y descanso que tanto necesitamos se pueden encontrar aquí, que no se tiene que ir más lejos para darnos ese lujo de un fin de semana de reencuentro con uno mismo.

El caluroso clima y el constante romper de las olas en los riscos debajo de mi villa crean un ambiente perfecto para la reflexión. Éste es un lugar de pausa, donde pareciera que el mundo se detiene, dejando las preocupaciones de la vida real suspendidas, esperando a que nosotros decidamos cuándo pueden volver a nuestras mentes. Y esta pausa, este momento, es totalmente nuestro.

Banyan Tree, el paraíso dentro de un paraíso, me ha abierto los ojos a un Acapulco repleto de estos momentos. Un Acapulco único y sumamente bello.

Quizás eso es todo lo que necesitamos, un abrir de ojos, para no dejar que se nos pierda de vista la hermosura que nos rodea.

Revista Protocolo

Palabras clave

Países que nos están viendo

ALIANZAS