México

Desgaste físico y emocional en las competencias Chimaltlalli

Jalar un vehículo humvee y simular el atender a un herido en pleno combate, parte de las pruebas

Texto y fotografías: Luis Felipe Hernández Beltrán

Descarga de adrenalina de los distintos participantes en la competencia militar Chimaltlalli
Descarga de adrenalina de los distintos participantes en la competencia militar Chimaltlalli

Un vehículo humvee se ha quedado parado en medio del asfalto pero no puede quedar aparcado allí, hay que atarlo con sogas y jalar las más de dos toneladas que pesa para llevarlo hasta un lugar donde esté seguro.

Ese solo es el final de una intensa jornada de actividades que realizaron los 13 contingentes militares que participan en la competencia Chimaltlalli en distintos puntos del Heroico Colegio Militar; un día antes, se realizaron otras pruebas a campo traviesa y en agua, así como actividades de destreza, escalada, rapidez y agilidad mental.

Una mochila con distintas provisiones cuyo peso equivale a 20 kilos, es la compañera inseparable de viaje, la cual no puede quedar abandonada; aun sin usarse, debe estar presente en todo momento. No hay tiempo para secarse el sudor, ni siquiera para respirar tranquilamente cinco minutos, los gestos y muecas, reflejan que los dolores son fuertes, pero un quejido puede causar, incluso, una penalización.

El campo no es plano, hay subidas y bajadas, terrenos lodosos, esquivar árboles, quitar maleza y ramas pesadas; hay que darse prisa para llegar hasta la siguiente etapa: simular el atender a un herido en plena situación de combate; generalmente, el de menor peso es el indicado para hacerse pasar por la víctima; correr con la camilla sin dejar caer al compañero y no olvidar las pertenencias de este, sin pasar por alto que el trayecto hay cientos de obstáculos.

Al final, todo el equipo debe llegar unido, con escasa diferencia de distancias entre uno y otro de sus miembros; si uno ya cruzó la meta, está autorizado a regresar a apoyar, e incluso cargar a quien va rezagado y no puede más.

Una vez cruzando la meta la prueba no acaba allí, hay que supervisar que todas las provisiones estén de vuelta y guardarlas inmediatamente, una que no regrese, es motivo de descalificación.

Suena complicado, pero para quienes lo realizan, es parte de lo divertido. “Lo divertido no es tanto la competencia, sino el convivio entre castrenses de distintos países”, dice un soldado guatemalteco que representó a su país en esta extrema competición. “Eso es algo de lo más normal, la verdadera adrenalina se siente en el combate, eso no es diversión, pero para eso estamos hechos”, refiere un cadete brasileño.

Así termina la odisea militar del Chimaltlalli, después de un breve descanso, bañarse y comer, la mentalidad está a la espera del día siguiente, cuando se sepan los resultados y conocer al pelotón ganador; mientras tanto, la vida militar continúa con pruebas aún más complicadas que las que se vivieron durante los dos días de la carrera.

Revista Protocolo

Países que nos están viendo

ALIANZAS