«El Nido» es un aviario ubicado en el municipio de Ixtapaluca, a dos horas de la capital mexicana, para la reproducción de esta ave
El quetzal, un ave de plumaje colorido, cuyo nombre científico es Pharamachrus mocinno, y que significa “garganta grande”, es un ave considerada sagrada en las civilizaciones prehispánicas, que ante la caza indiscriminada y nula protección de autoridades centroamericanas y mexicanas, aunadas al cambio climático, está en peligro de extinción.
Las plumas del macho, que llegan a medir hasta 50 centímetros, fueron utilizadas en el adorno del penacho del emperador azteca Moctezuma.
El quetzal es una especie originaria de los bosques de niebla de México, Guatemala, Costa Rica y Panamá.
La Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), junto con autoridades centroamericanas y la Secretaría de Medio Ambiente de México (Semarnat), la tienen catalogada en peligro de desaparecer, por eso, desde hace años, el finado biólogo mexicano Jesús Estudillo se dio a la tarea de estudiar a esta ave y evitar su extinción y fue el primero en el mundo en descubrir que en cautiverio no se reproducía y moría joven al no contar con la presencia cercana de bromelias y helechos, originarios de Chiapas, México, y que sirven de fuente de agua para esta ave que al no poder desechar todo el hierro que adquiría por su dieta fallecía a temprana edad.
De esta forma creó en el aviario “El Nido”, ubicado en el municipio de Ixtapaluca, a dos horas de la capital mexicana, un sitio natural para la reproducción de esta ave, situación que consiguió con éxito tras años de observar las costumbres del quetzal de beber agua de estas flores y que le permiten sobrevivir.
Así, este sitio que es considerado el tercer aviario en tamaño del mundo y que cuenta con más de tres mil ejemplares de unas 320 especies de aves que habitan y comparten espacios acondicionados con diferentes microecosistemas, para tener bajo resguardo sus programas de manejo, ambientación, acoplamiento, reproducción y alimentación y que opera gracias a la Fundación Vida Silvestre, AC, logró tras años de trabajo reproducir esta especie y tratar de conservarla para futuras generaciones, aunado a los trabajos de reproducción de otras especies.
Revista Protocolo
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