México

Se acata pero no se cumple

Todos los gobernadores y presidentes municipales de este país, han necesitado, necesitan y necesitarán a las Fuerzas Armadas

Por: Juan Ibarrola C.*

Una de las instituciones más difíciles de comprender son sin lugar a dudas las Fuerzas Armadas. La sociedad hoy en día sigue considerando al Ejército, a la Fuerza Aérea y a la Marina Armada de México como entes en los que se puede confiar y, sobre todo, como las instancias que llegan a socorrer a la población en caso necesario.

Es precisamente esa ayuda prestada a partir de poner en marcha el Plan DNIII-E —nació a finales de la década de 1970— lo que logra que no existan tantos choques entre los civiles y los militares, como en muchos países del mundo. Después del 2 de octubre de 1968, el Ejército comprendió la necesaria comunión que debe existir con la sociedad. Y vaya que han trabajado en pos de ello.

De las tres fuerzas, el Ejército es a quien más recomendaciones le ha hecho la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y por supuesto el “dedo flamígero” no se ha hecho esperar. Sin ánimo de justificación, las violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército, están por debajo de la media internacional, y el dato se toma en función de lo que vive el país en materia de inseguridad y violencia.

Sin seguir justificando, en México se violan más los derechos de los defensores de los derechos humanos, por parte de las autoridades estatales y municipales, de lo que el Ejército ha hecho. Lo ideal sería que no hubiese exceso de fuerza o abuso de poder, mismos que han sido aceptados por la propia Secretaría de la Defensa.

Pocos civiles pueden entender en su totalidad la entraña del mundo castrense; por qué actúan como lo hacen; por qué y para qué piensan como piensan; y quizá la pregunta central es, qué persiguen las Fuerzas Armadas de este país.

En la milicia, ya sea de tierra, de aire o de mar, existe la cadena de mando, es decir, una orden sigue una línea que nada debe romper, excepto una contraorden dictada por un superior al que dictó la primera. Desobedecer una orden superior, tiene muchas complicaciones e implicaciones para un soldado. Esto es lo primero que debemos entender del actuar de los elementos de las Fuerzas Armadas.

Demostrado está que el fin de esta institución es el de dar paz y tranquilidad ante el acecho de alguna fuerza extranjera y también ante elementos que pongan en riesgo la seguridad interior. Se dirá entonces que el narcotráfico y sus ramificaciones criminales han puesto en un brete a la seguridad de los ciudadanos y que la fuerza policiaca no es harta, ni cumplida ni bastante para hacerle frente al problema. Aquí comienza el círculo vicioso, ya que entonces los estados de la República mandan llamar a las Fuerzas Armadas, para que garanticen esa paz necesaria.

Triste pero cierto, entre algunos “guachos”, todavía existe aquello del “mato y luego viriguo”.

El fuero militar no ha desaparecido en su totalidad. El Poder Judicial de la Federación, le ha quitado la posibilidad de que cuando se violen derechos humanos de civiles por parte de militares, entonces quien juzgará será un tribunal civil.

No se midió en su justa dimensión lo que puede provocar esta medida, ya que a pesar de que lo acatará la milicia mexicana, el palo, ya ni Dios se los quita, y como elite cerrada que son, guardarán en su corazón la afrenta.

Pocos han caído en la cuenta de lo que han sido los ejércitos en América Latina. Desde Guatemala hasta Argentina se han dado cualquier cantidad de golpes de Estado en los últimos 50 años. Militares vueltos civiles que toman el poder. En suma, la fuerza de las armas oficiales, sobre el poder para mandar sobre el pueblo.

En México, desde hace más de seis décadas, no se presenta una sublevación por parte de algún militar. Si bien, ha sido inmenso el poder que se les ha dado, han sabido mantener el equilibrio para no impactar a la sociedad, no metiéndose en el terreno político. Es un hecho también que tenían una representación en las cámaras con uno o dos militares en retiro, haciendo funciones de legisladores, con lo cual lograban un equilibrio.

Hace muchos años que un militar no es alcalde ni siquiera de un “pinche” pueblo, mucho menos gobernador. Y viene a cuento, ya que entendieron verdaderamente su papel, su alcance y su fuerza. Quizás entendieron que en un país como éste, los militares no deben gobernar. Por lo menos directamente.

En materia electoral, y sobre todo en elecciones federales, cómo se podría entender que la normalidad y seguridad de las mismas, estuviesen aseguradas sin la presencia de las Fuerzas Armadas.

Queda claro que el exceso cometido por algunos integrantes de los jefes, oficiales y tropas, son una realidad y se deben perseguir y castigar. Sin embargo en vez de seguir intentando cambiar un modelo que a pesar de la fea realidad, sigue aportando más beneficios a la sociedad mexicana; debieran intentar cambiar la realidad social; esa que ha hecho que muchos jóvenes prefieran ingresar a las filas de la delincuencia, que seguir un camino correcto. Esa realidad que permite que la delincuencia financie campañas políticas.

No tienten a que las Fuerzas Armadas lleguen al extremo del “se acata, pero no se cumple”. Como se vea, ante el panorama político-electoral que vive este país, en las próximas elecciones, se van a necesitar. El próximo presidente, sea quien sea, va a necesitar a los soldados. Todos los gobernadores y presidentes municipales de este país, han necesitado, necesitan y necesitarán a las Fuerzas Armadas.

No hay vuelta de hoja. Habíamos convivido bien hasta ahora. Como pa qué conflictuarnos.

* Periodista. E-mail: jibarrolals@hotmail.com Twitter: @elibarrola Facebook: Juan Ibarrola

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