México

Un día como hoy hace un año…

Al amanecer del 19 de septiembre de 2017, México recordaba el sismo de 1985, sin saber que horas más tarde sucedería una catástrofe natural similar

Texto y fotografías: Luis Felipe Hernández Beltrán

Martes 19 de septiembre de 2017, a las 13 horas con 14 minutos y 40 segundos, en una tarde soleada, millones de capitalinos y de otros estados del centro de México, continuaban con sus labores cotidianas tras haber realizado el simulacro conmemorativo al entonces 32 aniversario del terremoto que sacudió al otrora Distrito Federal en 1985.

Al sonido de la alerta sísmica, tanto en los patios y áreas libres, como en las banquetas y camellones de las principales calles, trabajadores, alumnos de escuelas y hasta familias en sus hogares, realizaban el ejercicio que aparte del recuerdo solemne, sirvió como medida de prevención por si algún movimiento telúrico de igual o peor magnitud, volvía a ocurrir.

A las siete de la mañana en la plancha del Zócalo capitalino, el presidente Enrique Peña Nieto y el jefe de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), Miguel Ángel Mancera Espinosa, con integrantes de sus respectivos gabinetes, realizaron la tradicional ceremonia izando la bandera a media asta y guardando el minuto de silencio por quienes perdieron la vida.

Nadie se imaginaba, que 32 años, 5 horas con 57 minutos y 53 segundos, después, la tierra se volvería a manifestar en territorio mexicano.

El autor de esta nota, cubría para esta casa de trabajo un evento de la automotriz alemana BMW que se realizaba en el primer piso del hotel Four Seasons de la CDMX; justo cuando una voz de mujer, desesperada, comenzó a gritar que estaba temblando. Serán los buenos cimientos en los que está construido este complejo hotelero, que a pesar de la inmediata reacción del personal de seguridad para la evacuación de visitantes, huéspedes y personal, todo parecía indicar que se trataba de un movimiento telúrico más, como los que frecuentemente se dan en la capital del país.

Sin embargo, teníamos que salir hasta la avenida Paseo de la Reforma para notar que no se trataba de un sismo más, sino de una desgracia más fuerte con cientos de pérdidas arquitectónicas y humanas, y un sinfín de personas que habían quedado sin hogar o trabajo, pues el temblor los había derribado.

Las calles de la que quizá sea la avenida más emblemática de la ciudad capital, que a diario ve pasear a trabajadores, familias completas, miles de turistas nacionales e internacionales y ni qué decir de manifestantes, le tocó presenciar un auténtico caos: los carros se quedaron parados ante los constantes olores de gas, pues varios cilindros se habían caído desde edificios aledaños y no era conveniente encender los motores con la finalidad de evitar más desgracias; gente desesperada por llegar a su casa o ir a la escuela de sus hijos pues las líneas telefónicas estaban bloqueadas; del edificio del IMSS, sale una mujer con un pañuelo desechable en su ojo: había explotado uno de los vidrios cercano a su cubículo de trabajo.

La vida cambia y se empeoran las cosas, cuando desde los radios de los vehículos comienzan a llegar las nada alentadoras noticias: “se cayó un edificio por aquí, otro por allá”, “tal lugar quedó sin vidrios”, “se vino abajo la planta alta de una edificación”, “sale la Marina y el Ejército a las labores de rescate”, “está detenido el tránsito en una avenida ante la caída de una construcción”, “solicitan servicios médicos en tal calle”.

El caminar de quien escribe es rápido pero a la vez detenido para fotografiar las evidencias, personas sin zapatos o en traje de baño, pues como se encontraban, tuvieron que salir “corriendo” de los hoteles; personal de oficinas recibiendo indicaciones de sus superiores para ir a sus casas o “para salvar su vida” como mencionó un hombre; gente llorando y quienes con sus vastos o suficientes conocimientos médicos y psicológicos ofrecían sus servicios desde sus carros, las bancas o hasta los bordes de las banquetas, una empresa sacó sus garrafones de agua y vasos desechables para regalar a quienes corrían o aceleraban su paso para llegar con sus seres queridos, estaciones del metro que lucen abarrotadas (peor que como es costumbre) de gente que quiere llegar pronto a su destino.

Pocos taxis y servicios de transporte público y los que hay, son insuficientes ante la demanda: un señor de la tercera edad y con bastón, se pelea con una mujer con dos niños por el único taxi que logró pasar cerca de ellos. Un servidor interviene e interrumpe el duelo de groserías y propone que los dos se suban a la unidad y busquen una ruta intermedia de modo de beneficiar a ambos, el taxista accede.

No había calle de la Ciudad de México donde no hubiera gente alarmada o a la expectativa, sentada en la banqueta, sin zapatos, hambrienta pues restaurantes tomaron la decisión o recibieron la orden de cerrar, y preocupados, pues sus cosas de valor se habían quedado dentro de sus oficinas y no había permiso para pasar por ellas.

Y así fue el recorrido de este fotorreportero que continuó por la avenida Hidalgo hasta llegar al Zócalo, después por la avenida José María Pino Suárez hasta llegar a la calzada de Tlalpan. Sobreviviendo a una caminata de hasta cuatro horas, gracias a la gente que sacó garrafones o golosinas que ofrecía a los miles de caminantes para “hacerla más leve” como comentaba una voluntaria. Vehículos que ofrecían “aventón”: niños, mujeres y personas de la tercera edad era la prioridad. Con esos detalles, empezó una larga jornada de voluntariado que continuó por los próximos días.

La pesadilla del 19S, apenas iniciaba…

Aquí, la fotogalería de aquella odisea, publicada en este portal el 20 de septiembre de 2017: http://www.protocolo.com.mx/mexico/cronica-fotografica-despues-del-sismo/

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