Personajes

Chin chin… se murió el Cronista de la Ciudad

Célebre por su frase “¡qué tanto es tantito!” y autor de varios libros, entre los que destaca Chin chin el teporocho, el periodista Armando Ramírez falleció ayer, miércoles 10 de julio, a los 67 años de edad

Texto: Luis Felipe Hernández Beltrán

Abril de 2010 y se anunciaba la conferencia de prensa de la reapertura del emblemático cabaret Bombay, mítico centro nocturno del Centro Histórico del otrora Distrito Federal (actualmente cerrado) con una noche de performances a cargo del desaparecido colectivo Madre Araña.

Al lugar llegó Armando Ramírez: pantalón de mezclilla, camisa a cuadros de manga larga y tenis; su chamarra colgando del brazo.

“Don Armando, ¡qué gusto tenerle aquí!”, le dijo el autor de esta nota quien en aquel entonces fue el convocante de prensa.

“Espérame tantito, mano, ¡déjame ir al baño!”, y así, el periodista corrió al WC para regresar y tomar un lugar.

La conferencia se desarrollaba ante poco más de 15 periodistas, mientras Armando, que solo observaba sin tener participación en algún momento, se paró de su asiento y acudió con un servidor que se encontraba al fondo del lugar.

“Oye, ¿pos qué está pasando aquí?, no entiendo nada”, me preguntó en voz baja.

“Don Armando, el Bombay estuvo cerrado casi dos años y estamos presentando el evento de performance con el que volverá a abrir sus puertas”, le contesté.

“La verdad, fui a caminar por Tepito y llegué hasta acá, pero tenía tantas ganas de ‘echar una firma’ que al verlo abierto, entré.”

Además de referirme que conocía bien a los hermanos García (dueños del lugar) y que no estaba enterado ni de su cierre y ahora su apertura, me reclamó el no haberle avisado de la conferencia.

“¡Pues quédese y es más, apóyenos a la difusión, necesitamos ver este lugar lleno!”, le respondí.

Armando se quedó al resto de la conferencia sin intervenir en ningún momento, y al término de la misma, sin más, discretamente inició la retirada.

“Don Armando —interrumpí su caminar— leí su libro Chin chin el teporocho y vi la película que se hizo, lo recuerdo cuando participaba en el programa En Vivo de Ricardo Rocha, usted sabe mucho de la ciudad, permítame platicar con usted”, y después de una ola de halagos, me compartió su número de celular y me pidió marcarle para agendar el encuentro.

Dos semanas después, lo contacté y me citó unos días después en la terraza del gran Hotel de la Ciudad de México, me parece que fue a las 12:00 horas. “Pero que cada quien pague lo suyo”, me solicitó.

La charla estuvo llena de recuerdos, y así, tras algunas tazas de café, me habló de la Leyenda de Don Juan Manuel; de los presos famosos que habitaron el antiguo Palacio Negro de Lecumberri (hoy Archivo General de la Nación); de la cabaretera María Conesa; del boxeador Raúl Ratón Macías y las veladoras que se le prendían a la Virgen de Guadalupe cada que este boxeaba; de las viejas panaderías del Centro Histórico; del barrio de la Merced y sus colonos libaneses que se establecieron allí, al igual que Jacobo Zabludovsky, el cantante Antonio Badú y los mitos del Che Guevara y Fidel Castro cuando planearon la revolución. Desde luego las corridas de toros y los toreros de antaño, y de la lucha libre y de los cambios que ha sufrido la Arena México.

Todo ese derroche de intelectualidad se fue entre dos y tres horas, cuando me dijo que tenía un compromiso que cumplir y había que despedirse.

Al momento de estrecharle mi mano se paró y me tomó del hombro para llevarme al balcón desde donde se apreciaba la plancha del Zócalo con el Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana y el Palacio de Gobierno en todo su esplendor.

“Mira, muchacho, cada que desde las alturas observes la ciudad, no solo la contemples, plática con ella: pregúntale lo que quieras a los edificios, a los jardines y hasta los tanques de gas y los calzones de tus vecinos colgando de los tendederos.”

Y así con un abrazo nos fuimos hasta la parte de abajo para ahora sí despedirnos y cada quien tomar su camino.

Nos habremos visto dos o quizá tres veces más, pero entre prisas y ocupaciones, no fue más que el saludo. Nos dimos de alta en el Facebook y por ahí me enteraba de lo que hacía.

Ayer, por medio de redes sociales, Marcela, Jimena y Armando Ramírez Sánchez, informaron que su padre, Armando Ramírez Rodríguez, quien nació en el barrio de Tepito el 7 de abril de 1952, falleció ayer, miércoles 10 de julio de 2019, a los 67 años de edad.

“Queremos recordarlo como lo que fue… Un enamorado de la vida, su ciudad y sus barrios… Pero sobre todo del papá más chingón, amoroso, comprensivo y alentador a lograr lo que quisieras hacer en tu vida… Él se ha ido pero siempre rodeado de sus hijos… No hablaremos de cómo falleció sino de cómo fue un guerrero de vida”, se leía en el texto.

El “Cronista de la Ciudad”, como se le conoció por sus múltiples trabajos periodísticos en varios medios de comunicación hablando sobre la cultura y sociedad de la Ciudad de México, deja como legado no solo textos, reportajes y crónicas periodísticas en torno a la capital del país, también en los libros que escribió como Noche de Califas, La tepiteada, La crónica de los chorrocientos mil días del año del Barrio de Tepito, Bye bye Tenochtitlán, Quinceañera, Pantaletas, pero especialmente Chin chin el teporocho que fue llevado a la pantalla grande en 1976 de la mano del director Gabriel Retes teniendo como protagonistas a los actores Carlos Chávez, Fernando Balzareti, Jorge Santoyo, Abel Woolrich, Aarón Hernán, Tina Romero, July Furlong y Diana Bracho.

También otros largometrajes y cortometrajes destacan en su palmarés como escritor cinematográfico.

De igual forma, fue creador de frases que se volvieron del dominio público como “Ojitos pajaritos” y “Qué tanto es tantito”.

Pierde la CDMX a su cronista favorito… ¿Qué tanto es tantito?, Armando fue mucho más. ¡Descanse en paz!

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