Arquitectura

Analizan papel del constructor en modernización de México

El libro El campo del constructor en el siglo XIX aborda la participación de arquitectos e ingenieros civiles en la transformación del país

Un estudio histórico y sociológico sobre el papel de los constructores, que a finales del siglo XVIII y mediados del XIX conformaron una elite muy influyente en la esfera social, cuya labor fue determinante en la modernización del país y en especial de la ciudad de México, es abordado en el libro El campo del constructor en el siglo XIX, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Se trata de la más reciente publicación de Leopoldo Rodríguez Morales, historiador adscrito —desde hace más de tres décadas— a la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) del INAH; especialista que también cursó estudios de ingeniería y arquitectura en el Instituto Politécnico Nacional.

La elaboración de este corpus —que deriva de la tesis doctoral en historia y etnohistoria del autor— implicó casi un lustro de investigación en diversas fuentes documentales, como los archivos de la Antigua Academia de San Carlos (Facultad de Arquitectura de la UNAM) y de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México, así como del Archivo General de la Nación (ramo Instrucción Pública y Bellas Artes), entre otros.

De acuerdo con Rodríguez Morales, el campo del constructor es la historia de los arquitectos, los ingenieros civiles, los agrimensores (expertos en la medición de terrenos y aguas) y los maestros de obra, quienes en el siglo XIX conformaron una elite y ayudaron a transformar dentro de sus posibilidades a la nación mexicana.

“El campo es una noción teórica del sociólogo Pierre Bourdieu que refiere a un espacio social de luchas, distinciones y privilegios de determinados grupos; dicho razonamiento lo llevé a los constructores, tema que no se había abordado mediante este enfoque.”

Este trabajo se avoca a fines del siglo XVIII, periodo en el que se fundó la Real Academia de San Carlos en la Nueva España, en 1785, hasta la segunda mitad del siglo XIX, particularmente cuando se instauró el plan de estudios de la carrera de ingeniero civil y arquitecto, entre 1857-1867.

“A raíz de las Reformas Borbónicas —añadió Leopoldo Rodríguez— cambiaron diversos aspectos de la vida, entre ellos el cultural, con la fundación de colegios en España y posteriormente en la Nueva España. En esta última la Academia de San Carlos fue la primera escuela de arquitectura, antes sólo había gremios cuyos arquitectos se formaban por tradición familiar. Esta institución, con planes de estudio y reglamentaciones novedosos, trajo consigo una nueva forma de ver y construir.”

A fines del siglo XVIII los académicos de mérito titulados en la escuela no superaban los diez, y existían seis o siete arquitectos examinados por el ayuntamiento, cuya formación había ocurrido en el seno familiar. Uno de los estatutos de dicha institución señalaba como requisito fundamental la presentación de planos, especialmente de las obras públicas, hecho que llevó a la confrontación entre dichos constructores gremiales con la Academia de San Carlos.

Cabe señalar que este campo se vio influido por relaciones de poder, por ejemplo algunos constructores de los gremios recibieron títulos de la Academia, tal es el caso de la familia Ortiz de Castro, la cual consiguió importantes distinciones por su buena relación con el ingeniero militar Miguel Constanzó, profesor de San Carlos que llegó a ocupar un cargo similar a un secretario de obras públicas; este personaje diseñó entre otras obras la antigua fábrica de tabaco conocida como La Ciudadela.

“La tendencia modernizante dejó su sello en el espacio urbano, en las calles, en la disposición de las plazas, el empedrado, las alamedas, en fin, en la transformación de la imagen de la ciudad. Una de las instituciones encargadas de llevar a cabo estas acciones fue la Academia de San Carlos, aunque éstas no se concretaron en el siglo XVIII, sino hasta el XIX, cuando el nuevo Estado llevó adelante una inequívoca política modernizadora”, sostuvo el historiador.

“Todo el sector —o el campo, en palabras del autor— participó de una u otra forma en la construcción material de la nueva nación: desde el diseño de la moderna ciudad capital, hasta las instalaciones ferrocarrileras, la construcción de puentes, canales y caminos al interior de la República”, señaló la historiadora Hilda Iparraguirre, durante la presentación de la obra.

Los arquitectos e ingenieros influyeron en la modificación de la traza de la capital desde su óptica y con la introducción de nuevos sistemas y materiales constructivos; hasta la primera mitad del XIX se utilizaban piedra, tezontle y madera, y a partir de la segunda se introdujeron masivamente el hierro, el cemento y el vidrio, lo que cambió la estructura arquitectónica y urbana de la ciudad, comentó Leopoldo Rodríguez.

Un ejemplo de estilo neoclásico y de ese cambio de visión es el Palacio de Minería que se empezó a construir en 1797 y se inauguró en 1813, bajo el diseño del arquitecto español Manuel Tolsá, se trata del edificio público más representativo de la época.

Un suceso relevante en el periodo que abarca el libro es la fundación de la Asociación de Ingenieros Civiles y Arquitectos de México, en 1868, agrupación con ideas liberales donde se discutía el bien público, es decir, el cómo construir una nueva ciudad desde sus ámbitos, que son la técnica y la tecnología.

Cabe señalar que dicha asociación aún existe y aunque su actividad hoy día es menor, es la encargada de la organización y entrega del Premio Nacional de Arquitectura, además que resguarda gran parte de sus valiosos archivos, entre los que destacan la revista Anales de la Asociación integrada por 14 volúmenes y publicada en el siglo XIX, la cual constituye una fuente documental importante para el estudio de la ciudad de México.

La edición del INAH se compone de cinco apartados: Los arquitectos Ortiz. Los primeros casos de certificación académica en el siglo XVIII; Configuración del campo del constructor en el siglo XIX; La certificación profesional de la carrera de ingeniero civil y arquitecto. 1857-1867; La certificación profesional de los maestros de obras y agrimensores; y ¿Quiénes somos? La esfera pública de los constructores: la Asociación de Ingenieros Civiles y Arquitectos.

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