Responsabilidad Social

Trabajo infantil: consecuencia del COVID-19

Según la OIT y la Unicef, a escala global, el trabajo infantil ha disminuido en 94 millones desde 2000, algo que ahora podría verse amenazado

Revista Protocolo

Ciudad de México, 15 de junio de 2020.— Millones de niños corren el riesgo de tener que laborar como consecuencia de la crisis del COVID-19, lo que podría propiciar un aumento del trabajo infantil por primera vez tras 20 años de avances, según se desprende del nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Según el informe “COVID-19 y el trabajo infantil: periodo de crisis, momento para actuar”, el trabajo infantil ha disminuido en 94 millones desde el año 2000, una mejora que podría verse amenazada.

El documento dice que los niños que trabajan podrían tener que hacerlo durante más horas o en peores condiciones. Muchos podrían verse obligados a realizar peores formas de trabajo, lo que causaría un daño significativo a su salud y seguridad.

“Habida cuenta de las graves consecuencias de la pandemia en los ingresos de las familias, muchas de estas, al no tener apoyo alguno, podrían recurrir al trabajo infantil”, afirmó Guy Ryder, director general de la OIT.

“Tener en cuenta los problemas asociados al trabajo infantil en el marco de políticas de mayor alcance sobre educación, protección social, justicia, mercados de trabajo y derechos humanos y laborales a escala internacional supone una diferencia fundamental”, añadió Ryder.

Según el informe, el COVID-19 podría resultar en un aumento de pobreza y por lo tanto en un incremento del trabajo infantil, ya que los hogares utilizan los medios disponibles para sobrevivir. Algunos estudios aseguran que un aumento de un punto porcentual del nivel de pobreza conlleva un aumento del 0.7 por ciento o más del trabajo infantil.

“A medida que la pobreza aumenta, las escuelas cierran y la disponibilidad de los servicios sociales disminuye, más niños se ven empujados a trabajar. Cuando imaginamos el mundo después del COVID, debemos asegurarnos de que los niños y sus familias disponen de las herramientas necesarias para afrontar tormentas similares en el futuro. Una educación de calidad, servicios de protección social y mejores oportunidades económicas pueden cambiar las cosas”, dijo la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.

La población que trabaja en el sector informal y trabajadores migrantes serán los que más padezcan los efectos de la recesión económica, aumento de la informalidad y desempleo, así como el empeoramiento general de la calidad de vida, crisis sanitarias y deficiencias de los sistemas de protección social, entre otras consecuencias adversas de la crisis.

Hay cada vez más pruebas de que el trabajo infantil está aumentando a medida que las escuelas cierran durante la pandemia. El cierre temporal de los centros educativos afecta a más de mil millones de alumnos en más de 130 países. Incluso cuando se reanuden las clases, es posible que algunos padres ya no puedan enviar a sus hijos a la escuela.

Como resultado, más niños podrían verse forzados a realizar trabajos peligrosos y de servidumbre. La desigualdad de género puede agudizarse puesto que las niñas son vulnerables a la explotación en el sector agrícola y en el trabajo informal o doméstico, según el informe.

El informe propone medidas encaminadas a paliar el riesgo de que aumente el trabajo infantil, entre ellas, ampliar la protección social, facilitar la concesión de créditos a hogares en situación de pobreza, promover trabajo decente para los adultos, facilitar el regreso de los niños a la escuela sin costos de escolaridad y disponer más recursos para realizar inspecciones laborales y hacer cumplir la ley.

La OIT y la Unicef están elaborando un modelo de simulación para evaluar los efectos del COVID-19 en el trabajo infantil a escala mundial. En el año 2021 se publicarán nuevas previsiones globales en materia de trabajo infantil.

En México, el 7.1 por ciento de los más de 29 millones de niños y adolescentes que tienen entre cinco y 17 años, equivalente a 2.1 millones realizando trabajos no permitidos, como labores domésticas en condiciones no adecuadas. De ellos, 1.2 millones llevan a cabo trabajo clasificado como peligroso o con exposición a riesgos y más de 800 mil tienen menos de 15 años, edad mínima de admisión al empleo, según la legislación mexicana.

La tasa de trabajo infantil es casi el doble en áreas rurales que en áreas urbanas, que indica que la mayoría de los niños que trabajan lo hacen en el sector agrícola. También, involucra más a hombres que a mujeres (73.2 por ciento son niños y 26.8 por ciento son niñas), aunque posiblemente se está invisibilizando el trabajo doméstico que afecta desproporcionalmente a niñas y mujeres.

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