Viajes

Crónica al desnudo

Más de ocho mil personas en su mayoría mexicanos, abarrotaron la playa de Zipolite, municipio de San Pedro Pochutla, estado de Oaxaca, para ser parte de la quinta edición del Festival Nudista

Luis Felipe Hernández Beltrán

San Pedro Pochutla, Oaxaca, 6 de febrero de 2020.— Es jueves 30 de enero y son las 19:30 horas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; cientos de usuarios esperan el llamado para abordar el vuelo 1188 de VivaAerobus que los llevará a Puerto Escondido, Oaxaca.

Impacientes, los viajeros no dan crédito al aviso del personal terrestre de la aerolínea, quienes informan que el vuelo está demorado por causas ajenas a ellos y que podría tardar hasta dos horas en llegar.

Carlos C., médico cirujano que no especifica por cuál institución es egresado, y en más de 30 años de trayectoria ha dirigido importantes centros hospitalarios tamaulipecos, es uno de esos casi 200 viajantes que se subirá al avión. Llegó desde un día antes a la CDMX procedente de Tampico, Tamaulipas. En su celular, presume fotografías con importantes secretarios de Salud de distintos gobiernos tamaulipecos, y hasta con titulares de salubridad federal entre los que destaca Julio Frenk Mora (del sexenio de Vicente Fox), José Ángel Córdova Villalobos (del sexenio de Felipe Calderón Hinojosa) y José Narro Robles (del sexenio de Felipe Peña Nieto).

A Carlos C. lo acompaña Diego R., 15 años menor que el doctor. Diego fue futbolista semiprofesional que jugó en las fuerzas básicas de los Correcaminos de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Actualmente ya retirado del balompié, dedica a dar clases de soccer en dos escuelas primarias de esa entidad norteña.

Carlos y Diego son novios desde hace diez años y no encontraron mejor forma de celebrar su décimo aniversario cuando el médico vio una noticia en el periódico y sabía que no podía dejar pasar la oportunidad.

Lo que esta pareja gay no sabe, es que en la misma aeronave subirá un matrimonio estadounidense con un menor de edad que apenas rebasa el año de nacido, que se forma detrás de ellos para ingresar al avión. Y más atrás, un grupo de ocho amigos (cuatro hombres y cuatro mujeres) a quienes se les nota la molestia porque no alcanzarán a llegar a la cena con otros conocidos más que los esperan. Y hasta atrás, al final de la fila, cuatro jovencitas universitarias que entre ellas, hablando en voz baja, sintetizan como una “simple experimentación”, lo que vivirán al día siguiente y días posteriores.

Si bien en el avión viajarán al menos otras 150 personas, probablemente antes o durante el vuelo estas 15 personas se vieron discretamente, quizá se sonrieron, se dijeron “compermiso” en algún momento o hasta uno le dijo al otro “¡salud!” al escucharlo estornudar. Lo que no saben es que un día después y dos o quizá tres días más, se volverán a ver en la playa… ¡desnudos!

Después de casi dos horas de espera, el vuelo 1188 por fin arranca y solo hay que esperar 75 minutos para llegar a Puerto Escondido, lugar que servirá como escala pues habrá que tomar un taxi o rentar un auto para entre una hora y 90 minutos, llegar al destino final: Zipolite.

Y así, los 15 hasta entonces desconocidos, se sumarán a ocho mil más, en su mayoría mexicanos, que formarán parte de la quinta edición del Festival Nudista Zipolite 2020.

Con un clima que rebasa los 32 grados centígrados, del viernes 31 de enero al domingo 2 de febrero, la fiesta playera sin ropa está a tope: hombres, mujeres e integrantes de la comunidad LGBTTTIQA; niños, adolescentes y adultos o gente de la tercera edad; personas de clase alta o clase baja; iletrados o con estudios de maestría y doctorado; morenos y güeros; gordos y flacos; católicos y de otros dogmas o quien no cree en nada; lo mismo luciendo cuerpos pintados, ejercitándose con yoga, jugando voleibol, lanzado frisbee o volando papalotes. Y en un hecho poco usual, es común ver el ir y venir a lo largo de los dos kilómetros de la costa zipolitera, distintas procesiones de una o hasta más de 20 personas, que circulan de un hotel a un restaurante, que van de un hotel a otro a saludar a un conocido, que van de la playa Shambala a la playa del Amor, o que “aparcarán” en la playa del Hotel Nude donde se concentran la mayoría de las actividades.

La impaciencia por andar “al natural”

Leticia B. y Natalia M., residen en el Estado de México. Si bien viven juntas, la última vez que estas familiares se vieron desnudas fue hace más de 20 años, cuando mamá Leticia ayudaba a bañarse y vestirse a su hija Natalia, hasta que la joven creció y exigió privacidad. Ambas, decidieron ir al Festival Nudista de Zipolite, para “hacer algo diferente”.

“Mi hija y yo salimos una vez al año juntas, siempre tratamos de ir a lugares poco conocidos o aprovechamos las ferias (del pueblo o fiestas estatales) para ir y hacer algo nuevo. Desconocía de este Festival, hasta que una página de Facebook de actividades de ocio a la que estoy suscrita publicó el Festival Nudista y entonces dije: vamos a ver de qué trata. Se lo propuse a mi hija y dijo que sí.

“Fue muy raro verla (a Leticia), pero más raro fue cuando otras personas estaban igual de desnudas y se acercaban a platicar con nosotros”, dice sonrojada Natalia, quien también rememora que una noche antes, convivieron al desnudo con otras personas en la playa y se pusieron a bailar con un grupo que amenizaba afuera de uno de los restaurantes sobre la playa. “Me saqué de onda (cuando vi) cómo un señor se acercó a sacar a bailar a mi mamá, y en el baile estaban bailando como en cualquier fiesta (textil)”.

—¿Y a ti te sacaron a bailar? —se le pregunta a Natalia.

—Si, pero la verdad me daba pena, no tanto el bailar, porque salgo seguido con mis amigas, sino porque estábamos sin ropa —responde.

—¿Algo te incomodó? —se le vuelve a cuestionar.

—No, pero no es lo mismo bailar con otro sin ropa que con ropa. Solo me dio pena —dice con su semblante que entre la timidez y el sol, luce rosado.

Las 18:00 horas marcan los relojes y en la plaza de Zipolite conocida como “El adoquín” por el material con el que está hecho el suelo, es una auténtica romería, entre puestos ambulantes de alimentos típicos y artesanías, aparecen las tubas, trombones, cornetas, flautas y tamboras. Un par de botargas humanas hechas con cartón, un hombre y una mujer, encabezan el evento con el que, oficialmente, inician las actividades del Festival Nudista: la Calenda.

Al ritmo de la música de banda bailan en un solo espacio muxes (travestis masculinos del istmo de Tehuantepec, quienes lucen los coloridos trajes típicos oaxaqueños femeninos), tres agrupaciones musicales y cientos de nudistas ataviados únicamente con sonrisas y con los colores del body paint se dirigen a la playa donde figura una nueva atracción: las icónicas y coloridas letras con la palabra Zipolite para que los turistas se fotografíen con ellas.

Y en un escenario donde lucen vestidos la presidenta municipal de Pochutla, Saymi Pineda Velasco, y otras autoridades estatales municipales, Juan Marcos Castañeda Contreras, presidente del Comité Organizador del Festival Zipolite, se para desnudo para dar las palabras:

“Les recordamos que Zipolite nos recibe con los brazos abiertos y hay que corresponder con el respeto que se merecen. Les recordamos que la playa solamente es nudista y que la parte del pueblo hagamos lo posible por mantener el orden para que nos siga manteniendo de la misma manera.

“Así como el comité organizador está compuesto prácticamente por la mitad de nudistas y por la mitad de personas que no son nudistas, nos pasa lo mismo en Zipolite, convivimos nudistas y no nudistas y convivimos en orden y respeto. Venimos a liberarnos de prejuicios pero mantengamos los principios para que este festival se mantenga muchos años y nos siga recibiendo de la misma manera”, dice efusivamente para posteriormente, luego de escuchar los aplausos de los asistentes, disfrutar de un concierto de conjuntos locales y grupos de baile regional.

Previamente, Saymi Pineda Velasco no deja de presumir en su discurso, lo que desde 2016 es una realidad en esa pequeña sucursal del paraíso: “¡Zipolite es la única playa legal nudista de todo México!”, teniendo como respuesta gritos y aplausos de la multitud, sumándose la frase de “Este es un evento de libertad, mas no de libertinaje”.

El cielo estrellado se asoma y la diversión no termina, algunos restaurantes y hoteles ceden para continuar la pachanga en sus instalaciones: el nudismo está permitido. Y así, en cueros, al ritmo de baile y karaoke, comida y bebida, y en un ambiente de camaradería, la fiesta continúa prácticamente hasta el amanecer.

Una vez agarrado el ritmo…

Se han cumplido las primeras 24 horas y en ese lapso, ya se formaron nuevas amistades, ya se organizaron para ir juntos a caminar al otro lado de la playa, a convivir, a beber, a bailar, se toman fotografías con la advertencia de no hacerlas públicas; se formaron los equipos de voleibol, se intercambiaron los números telefónicos, se agregaron a los nuevos amigos de las redes sociales y comenzaron las organizaciones para próximas reuniones nudistas en las ciudades o pueblos de residencia.

Zipolite luce abarrotado, los hoteles registran llenos totales y algunos que se animaron a llegar de última hora, quedan esperanzados en que alguien cancele o decida retirarse para ocupar el lugar.

Ángel, un estudiante de bachillerato que vive sobre la carretera rumbo a Mazunte y quien aprovecha los fines de semana o días feriados para trabajar como mesero en un restaurante de pizzas en Zipolite, asegura haber sacado en una sola noche más de mil pesos de pura propina.

“Esto a veces lo saco (el dinero) en un mes, hoy me lo gané en un día.”

—¿Y tú también te desvistes en la playa. Ya has participado en el Festival Nudista en años anteriores? —se le pregunta.

—No, porque solo vengo a trabajar y tengo que regresar pronto con mi mamá.

La fiesta de Ángel, que declara le gustaría ser surfista pero a pesar de haber aprendido ese deporte de niño no ha tenido tiempo para practicar, continúa en casa con su madre y sus dos hermanos menores.

Más noche, la oscuridad de la arena y el mar que solo ilumina la luna, se acompaña cuando a través de la luz de celulares, lámparas led y luces de bengala, Juan Marcos Castañeda registra la foto oficial con algunos participantes.

Super Bowl nudista

El Festival Nudista Zipolite 2020 está por acabar, y aunque no está en el programa del evento, es domingo de Super Bowl, pero eso no impide que los aficionados nudistas al futbol americano puedan disfrutar de la transmisión del partido y del nudismo, dos pasiones en una.

El Hotel Nude, al igual que otros establecimientos sobre el mar, instala pantallas de televisión para ver el partido. Probablemente, y quizá inconscientemente, será la primera transmisión en vivo por televisión de un deporte con un amplio público nudista.

Y en exclusiva para Protocolo

Al día siguiente, lunes 3 de febrero, pese a que se consideró también ese día para organizar actividades para los nudistas que prolongaron su estancia, Zipolite vuelve a la normalidad… si acaso deambulan unos cuantos desnudos por la playa, como en la temporada baja.

Aviones con punto de salida en Puerto Escondido o Huatulco y autobuses foráneos regresan a sus lugares de origen a aquellos que sanamente y en el terreno del respeto y la cordialidad, días antes habían convivido al desnudo.

Juan Marcos Castañeda celebra que en esta edición participaron ocho mil personas (dos mil más que en 2019), siendo en su mayoría mexicanos y en segundo lugar, de Canadá.

“Hubo una ocupación hotelera del 100 por ciento en Zipolite, Mazunte, San Agustinillo, Puerto Ángel y Pochutla, y sin tener un aproximado, también Huatulco registró un incremento en ocupación de hoteles”, aseguró Castañeda, quien se dijo satisfecho por el éxito logrado.

Odisea que volverá a ocurrir del 11 al 13 de septiembre de este 2020, pues en exclusiva para Protocolo Foreign Affairs & Lifestyle, Juan Marcos Castañeda compartió que en esas fechas, se llevará a cabo Zipolízate. Encuentro Internacional de Nudismo.

Por lo que nuevamente, Zipolite, de estar desnuda tras la quinta edición del Festival Nudista, en poco más de siete meses, se vestirá nuevamente de color carne.

(Fotografías: Luis Felipe Hernández Beltrán, Juan Marcos Castañeda y Ander Masó Sánchez)

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