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Haciendas mexicanas, legendaria belleza, ideales para todo tipo de reuniones

Cuando en 1942 el mexicano Antonio Haghenbeck y de la Lama adquirió la primera de sus propiedades (la Casa de la Bola) inició su afición por coleccionar y decorar majestuosamente sus casas.

Don Antonio, como lo conocía el común de la gente, heredó de sus padres, ambos mexicanos, una considerable fortuna en bienes raíces las cuales incrementó a lo largo de su vida, pues se dedicó a adquirir bienes inmuebles y obras de arte.

Su gusto por la arquitectura y decoración lo hizo patente al adquirir la Casa de la Bola en 1942, la Hacienda Santa Mónica en 1947 y la Hacienda de San Cristóbal Polaxtla en 1963.

En cada uno de estos tres monumentos arquitectónicos del virreinato imprimió su sello personal ambientándolos con una vasta colección de artes decorativas.

Los tres inmuebles los habitó don Antonio en vida, y fue la Casa de la Bola su residencia permanente, mientras que las haciendas de San Cristóbal Polaxtla y la de Santa Mónica eran utilizadas para pasar el verano y fines de semana, respectivamente.

Su enorme colección de obras de arte (tapicería europea, relojes de pared y de chimenea, grabados europeos del siglo XIX, mobiliario español, francés, flamenco, italiano y mexicano, pintura europea y mexicana, cerámica en cristal y plata, entre otras) se encuentra albergada en estas tres casas, que se destinaron para museos, por disposición del propio don Antonio.

Don Antonio Haghenbeck y de la Lama murió soltero sin descendencia a los 89 años de edad y decidió dejar su fortuna a dos fundaciones que instituyó en vida, adscritas a la Junta de Asistencia Privada:

• La fundación Antonio Haghen-beck y de la Lama IAP. Destinada a proteger la fauna doméstica y silvestre de México y también a los ancianos, a la cual nombró heredera universal y albacea de su haber hereditario.

• La Fundación Cultural Antonio Haghenbeck y de la Lama IAP, destinada a establecer tres museos, la Casa de la Bola, la Hacienda de Santa Mónica y la Hacienda de Polaxtla, constituida el 27 de mayo de 1991.

Esta última es la responsable de respetar la voluntad del fundador respecto de sus tres propiedades, preservándolas con su carácter de mansión y museo.

Para tal efecto, y al no contar con recursos propios, la fundación renta estos preciosos lugares para reuniones sociales.

A continuación se presenta una descripción de cada una de estas propiedades que en su espacio conservan verdaderas joyas de arte, así como la belleza de la arquitectura y los jardines que rodean a cada uno de estos lugares.

Casa de la Bola

La legendaria Casa de la Bola tiene una larga e interesante historia, no sólo por la amplia lista de personajes a los que perteneció sino también por estar situada en lo que era la Villa de San José de Tacubaya, antigua población que por su cercanía a la ciudad de México adquirió gran importancia durante el virreinato y el siglo XIX, como escenario de sucesos notables y lugar de recreo de los capitalinos y de personalidades ilustres.

El hoy Museo Casa de la Bola, además de ser vivienda campestre fue un centro productor de aceite de oliva, cuyo cultivo floreció en Tacubaya, a pesar de las prohibiciones impuestas por España.

Por las escrituras de compraventa que se conservan de la casa, se sabe que desde el siglo XIX se le empezó a identificar con el nombre de Casa de la Bola. El origen de esta designación posiblemente se deba a dos razones: a que en el exterior de la casa destacaba algún elemento arquitectónico en forma de esfera o bien que en ella tuvo lugar una revuelta, tumulto o conspiración, hechos que se dieron con frecuencia en aquella época.

La Casa de la Bola fue el lugar de residencia de don Antonio. Al comprarla, en 1942, consolidó su estructura y agregó algunos elementos, entre éstos, una bella terraza que realizó con material de demolición que procedía de la casa de sus padres.

Los interiores de la planta alta los amuebló suntuosamente con tapicerías europeas, cortinajes, grandes espejos, candiles y un sinnúmero de obras de arte de procedencia europea y mexicana, convirtiéndola en una mansión al estilo ecléctico y ornamental que privó a finales del siglo XIX entre la aristocracia y la burguesía mexicana.

Hacienda Santa Mónica

El Museo Santa Mónica fue una hacienda cerealera, de las más importantes y extensas de Tlalnepantla. Uno de los elementos más importantes de la casa es su sobria y elegante fachada de 50 metros de largo en cuyo centro remata el escudo de armas de González Calderón, rico comerciante que le dio un gran impulso a la hacienda como centro productor de trigo.

En el interior de la hacienda destaca el enorme patio con esbeltas columnas y la escalera de piedra de dos tramos que conduce al piso superior.

La hacienda cuenta también con una iglesia que en la actualidad tiene acceso independiente y funciona como parroquia de los vecinos de la localidad.

Conserva además parte de los establos, la tienda de raya, la huerta, un estanque colonial y el molino, parte de cuya construcción data del siglo XIX.

Don Antonio la amuebló con obras de arte de su colección, además arregló los jardines con avenidas de árboles, ornamentándolos con esculturas y estanques.

El museo realiza visitas guiadas los domingos previa cita. En los salones de la planta baja se llevan a cabo talleres de arte.

Hacienda de San Cristóbal Polaxtla

El Museo Hacienda de San Cristóbal Polaxtla, ubicado a un lado de San Martín Texmelucan, Puebla, fue de gran importancia en la época colonial como productora de cereales.

Esta casona del siglo XVIII alberga en su interior un importante acervo de obras de arte que don Antonio empezó a coleccionar desde su juventud y las distribuyó en las suntuosas habitaciones: las tierras, el bosque, el jagüey y el jardín romántico que rodean la casa principal y que hoy son parte del integrante conjunto histórico que dan marco a la joya arquitectónica y cumplirán las veces, como en los castillos europeos, del parque que rodea al museo.

En su exterior, la casa de la hacienda está ornamentada con bellas terrazas adornadas con macetones. En el patio principal hay un fresno centenario; el jardín tiene hermosas esculturas y un bellísimo estanque que se encuentra a un lado de la propiedad. Sobre las puertas principales del granero, se pueden ver dos relieves monumentales que representan a San Cristóbal, patrono de la hacienda, y a la Virgen de Guadalupe.

Don Antonio decidió destinar a museo el inmueble con sus áreas verdes, así como el acervo artístico que se encuentra en los interiores.

La zona donde se localiza la hacienda está considerada reserva ecológica del estado de Puebla.
Informes sobre la renta de estos inmuebles, en los teléfonos:
5515-5582, 5515-8825 y 1998-7588.

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