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La Fiesta de las Ánimas de los purépechas en Michoacán: Animeecheri k’uinchekua

Los purépechas no celebran a la muerte, sino la vida continuada o “la otra vida”, y con ello la oportunidad de una vez al año coincidir, encontrarse y convivir los de este mundo con los del otro que ya han partido

Ciudad de México, 17 de octubre de 2022.— Michoacán es un lugar colmado de paisajes esplendorosos, múltiples manifestaciones culturales, tradiciones, de hecho una de las más emblemáticas está por iniciar, se trata de la “Noche de Muertos” una costumbre muy arraigada en el estado y que particularmente en las comunidades indígenas purépechas, resultan de gran relevancia por ser una de las expresiones rituales con profunda significación, más allá de su singular vistosidad.

La celebración inicia desde días previos al 1 y 2 de noviembre, los panteones y casas se visten de colores con flores de cempasúchil, velas, fruta, pan e incienso. Las familias montan majestuosos altares en sus hogares y tumbas de sus seres queridos, se purifican espacios, se lleva ofrenda, se reza, hay ambiente festivo y al mismo tiempo se percibe profundo sentido comunitario y orden ceremonial, preparan y comparten comida y bebida que cada comunidad reconoce como comida de fiesta: tamales, pozole, atole, chocolate, pan, etcétera.

Para las comunidades purépechas esta fecha es conocida como: animeecheri kúinchekua, fiesta de las ánimas, y se refiere a una ceremonia ritual, en la cual cada elemento y actividad cumplen una función importante, por lo cual se deben seguir al pie de la letra las normas que han sido impuestas.

Cabe señalar que nunca será igual vivir la fiesta de ánimas de una comunidad a otra, puede variar en diversos aspectos de acuerdo a cada región, ya que será a través de su experiencia que determinen las maneras particulares en las que han de realizar su celebración, de tal suerte que se pueden conocer tantas variantes como comunidades purépechas existen.

Contrario a lo que muchas personas piensan, los purépechas no celebran a la muerte, sino la vida continuada o “la otra vida”, y con ello la oportunidad de una vez al año coincidir, encontrarse y convivir los de este mundo con los del otro que ya han partido. Por ello, las familias se reúnen a comer con sus seres queridos que vienen del “más allá” y ofrecen lo mejor que tienen: comida, flores, adornos, etcétera.

Todo lo anterior viene de la creencia purépecha de que cuando alguien muere, su cuerpo se sepulta, pero su alma sigue viviendo y va a reunirse con sus seres queridos que fallecieron antes, con los dioses y desde esa otra vida puede “regresar” a esta, para convivir otra vez con su pueblo y con los suyos.

De acuerdo con el mito de estas comunidades, las ánimas en el uarhicho (el cielo purépecha) siguen desempeñando el oficio que por tradición reconocen como suyo; trabajan, caminan, comen, duermen, se cansan, se enojan y también hacen fiesta, por ello requieren nuestra ayuda para cubrir algunas de sus necesidades como: herramientas de trabajo, juguetes para los más pequeños, comida, velas para alumbrarse, ropa, entre otras; y todo eso se les puede hacer llegar el día de las ánimas cuando vienen de visita y de paso se llevan todo cuanto se les coloca en la ofrenda.

La naturaleza también colabora y con su propio lenguaje refuerza el discurso del mito: hacia finales de octubre, pequeñas mariposas empiezan a revolotear por comunidades, las cuales los purépechas consideran que son las ánimas que ya están llegando. Un punto a resaltar es que las festividades por los espíritus que vuelven coinciden con la llegada de las mariposas monarca a tierras michoacanas, por lo cual la leyenda cobra más fuerza.

Dentro de estas creencias, también hay un punto para las ánimas a quienes nadie espera y por lo tanto no se les colocó ofrenda alguna. Según los relatos, ellas llegan tristes y se regresan llorando, recogiendo las sobras y migajas de quienes sí fueron festejados.

Cabe señalar que lo que se encuentra en el animeecheri kúinchekua, es una reelaboración a partir de permanencias ancestrales, pero también la apropiación y la reinterpretación que se hace de lo impuesto durante los siglos de dominación colonial.

El ritual

Existen tantas variantes de hacer la fiesta como comunidades en el territorio purépecha, si bien las más difundidas son las comunidades que se asientan en las riveras del lago de Pátzcuaro y las islas al interior del propio lago, en las comunidades de la sierra, la cañada y Ciénega de Zacapu, también cada una tiene su propia manera de hacer la fiesta como lo mencionamos anteriormente.

Según dicta la tradición, cuando alguien fallece en el seno de una comunidad purépecha y luego de los ritos propios para despedir el cuerpo y el alma de la persona, casi inmediatamente inicia el tiempo para preparar “la espera”. Y se acostumbra que para quienes regresan de la “otra vida” por primera vez, se les organiza una gran fiesta para darles la bienvenida.

Los visitantes empiezan a llegar la noche del día 31 de octubre, regresan los ángeles, es decir, las ánimas de las niñas y niños, aunque también se considera ángeles a quienes fallecieron sin haber contraído matrimonio.

A la medianoche del día 1 de noviembre, dejan de llegar los niños y es el turno de las ánimas de los mayores, a ellos se les espera hasta la medianoche del día 2.

El rito central de ofrendar consiste en que los de la casa, que son quienes han preparado la comida y el altar, reciben la visita de parientes y amigos quienes también colaboran en la ofrenda y en el altar, para juntos esperar al ánima.

Una variante o complemento de lo anterior, es lo que se conoce como velación en el panteón. Para algunas comunidades cobra mayor relevancia hacer la espera en el panteón, para ello se adorna cuidadosamente la tumba: se coloca el arco de flores, con adornos de fruta y pan, se encienden velas encima sobre la tumba y se monta una ofrenda. Posteriormente, la familia se sienta alrededor a “velar” que es un modo de convivencia con el ánima, comen, beben algo caliente e incluso, hay quienes duermen ahí.

Para las ofrendas, uno de los elementos que más destaca por su colorido aroma y abundancia es la flor de tiringuini, (cempasúchil en náhuatl) o flor de muerto, ya que es la flor que más se asocia a lo sagrado, por el color y forma, para ellos es signo de fiesta, vida y alegría. Vivifica y purifica, dispone un ambiente limpio para el encuentro con el ánima y con lo sagrado.

Otro elemento es el pan en forma humana, el cual, aunque se elabora con la misma harina de pan para otras fiestas, posee otro sentido, tiene la forma del ánima que se espera, se coloca junto al altar o tumba donde el ánima cuando llega lo come y al mismo tiempo lo impregna de su esencia.

Otros elementos significativos que se colocan en las ofrendas son: velas, cruz floreada, arco, copal, milpas, panales de miel, chilacayotes, calabazas, plátanos, guayabas, naranjas, nísperos, cañas, objetos personales, imágenes religiosas, flor de ánima, agua, sal, herramientas o juguetes, ropa, fotografía y demás, forman parte del altar-ofrenda.

La elaboración del altar sus dimensiones y complejidad es tan variada como el gusto de los parientes a quienes corresponde su elaboración consideren, también se toma en cuenta si es el primer año o si ya es un altar pequeño y sin fiesta, solo para seguir ofrendando a las animas de familia.

Es común escuchar que el altar tiene cuatro niveles y su correspondencia con sus elementos. Cada comunidad vive y reelabora su costumbre de manera particular de tal suerte que puede haber semejanzas en cuanto al uso de elementos, pero no existe un modelo único de altar.

Fotografías: Prensa Michoacán

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