Esculturas policromadas de la iglesia de San Bartolo Cuautlalpan, en Zumpango, recobran su belleza y colorido
Especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) trabajan en la restauración de piezas de arte sacro de los siglos XVII y XVIII, pertenecientes a la iglesia de San Bartolo Cuautlalpan, en Zumpango, Estado de México. Se trata de tres esculturas policromadas cuyas advocaciones representan a San Bartolomé, San Joaquín y Santa Ana.
Las obras son sometidas a limpieza, fumigación, restitución de faltantes y reintegración cromática, con el objeto de que a principios de 2014 regresen a su lugar de origen, donde la comunidad las reintegrará al culto religioso.
La intervención corre a cargo de profesores y alumnos del Seminario Taller de Restauración de Escultura Policromada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) del INAH, que está a cargo de la maestra Fanny Unikel Santoncini.
San Bartolomé
Rodrigo Ruiz Herrera, quien colabora en la intervención de la escultura policromada de San Bartolomé, creada en el siglo XVIII, indicó que “es una pieza muy rica por su policromía variada que va desde la pintura de colores lisos a punta de pincel, hasta dorados y corladuras que semejan textiles finos y joyas preciosas”.
El estudiante explicó que se trata de una pieza ligera, elaborada con madera de colorín, caña de maíz y cedro blanco, cuyas dimensiones son 1.22 m de alto por 37 cm de ancho. “Antes de que la pieza fuera intervenida pasó por un proceso de fumigación porque había sido atacada por termitas y roedores.
“El problema se agravó cuando fue sustituida del retablo principal y fue ubicada en una bodega, la base de la escultura se dañó por la invasión de insectos y roedores, por lo que se rellenaron los faltantes”, puntualizó.
Ruiz Herrera informó que la escultura se encuentra estable por fuera, pero por dentro estaba llena de galerías que fueron localizadas mediante una tomografía axial computarizada, “principalmente de las rodillas hacia la base”.
La escultura, fechada hacia 1783, también fue sometida a análisis con fluorescencia de rayos X, así como a pruebas de microquímica para identificar los materiales constitutivos, y se realizó una radiografía para conocer su estructura interna.
Una vez elaborados los análisis, el equipo de alumnos procedió a restituir los faltantes en la base, piernas, manos y nariz de la escultura. Asimismo, se reestructurará la aureola que estaba rota y se hará una reintegración cromática.
San Joaquín y Santa Ana
Las esculturas de San Joaquín y Santa Ana (s. XVII), matrimonio bíblico, también fueron objeto de una restauración, así como de un análisis morfométrico, porque al parecer fueron realizadas por el mismo taller.
Jimena Fernández y Laura Adriana Téllez, quienes trabajan en la escultura de Santa Ana (1.20 m x 50 cm ancho y de profundidad 45 cm), señalaron que el principal problema de la pieza era la capa de materiales agregados que cubría la policromía. “La comunidad acostumbraba untarle huevo y aceite de bebé para darle brillo, lo que ocasionó que se ennegreciera.
“La capa oscura no permitía ver todas las decoraciones que tenía la obra, después de la limpieza fueron apareciendo los dorados y el manto que es blanco con decoraciones lilas a punta de pincel. Además de que tenía muchos faltantes en el velo del manto resultado de golpes, que estamos restituyendo con madera de cedro rojo”, indicó Téllez.
La integrante del seminario agregó que luego de la limpieza se rellenaron los faltantes y se reintegró la policromía con pinturas al barniz, “utilizamos el sistema trattegio (pequeñas rayas) para reponer el color en las manos que estaban muy abrasionadas y con muchos faltantes en la encarnación, así como en partes del rostro”.
La pieza se encontraba al lado de San Joaquín, su esposo, en uno de los nichos de la nave principal de la iglesia de San Bartolo, a donde regresará en las próximas semanas.
Por su parte, Jimena Fernández explicó que se está haciendo un estudio morfométrico, con ayuda de la doctora Josefina Bautista, para conocer las proporciones de la cara y determinar si son de un mismo taller y de una misma manufactura.
“Lo que encontramos es que tal vez sí proceden de un mismo taller, pero no necesariamente tallado por una misma persona, porque tienen muchísimas similitudes en la madera, en la disposición de los aparejos y en muchos pigmentos son muy similares.”
Sobre la escultura policromada de San Joaquín (s. XVII), la estudiante del seminario Tania Romero, dijo que su estado de conservación es bueno, pero al igual que la talla de Santa Ana estaba cubierta con una capa negra, por lo que se hicieron varios análisis para ver la técnica de la manufactura y unas calas estratigráficas a la policromía.
“Luego de conocer los resultados se determinó efectuar una limpieza mecánica y otra con solventes, después se hicieron resanes, para luego reintegrar el color.”
La alumna Tania Romero reiteró que la madera con la que fue elaborado San Joaquín (1.21 m de alto x 57 cm y una profundidad de 45 cm), es la misma que se utilizó para la de Santa Ana, así como la forma en que está constituido el embón, es decir, el bloque con que se talló la pieza.
Revista Protocolo