Ciencias Alternas

El mal de ojo

La forma más extrema del mal de ojo es el odio, que suele caracterizarse como la pérdida total de la dignidad humana. Esta fuerza tiene el poder de penetrar el escudo espiritual de la persona por quien alberga animosidad

Dr. Moisés Matamoros Muñoz

Los kabbalistas se refieren a esta energía como ayin horé. En Italia, se llama malocchio. Los árabes lo pronuncian ayin harshá. Los escoceses lo conocen como droj shuil; los romanos lo denominaban oculus malus. Como quiera que elijamos llamarlo, el concepto del mal de ojo data de miles de años atrás.

El mal de ojo es mencionado en La Biblia y es un fenómeno que reconocen musulmanes, judíos y cristianos. Los gigantes de la filosofía griega —Sócrates, Platón y Aristóteles— también hablaron de ello. Moisés escribió al respecto. Reyes, reinas y presidentes han preparado estrategias para cuidar a sus naciones de sus efectos. De hecho, el maquillaje de ojos se originó en la India como una herramienta para proteger a las personas de la corriente visual negativa causada por el mal de ojo.

Los kabbalistas enseñan que los ojos son la ventana del alma; de todos los orificios del cuerpo, los ojos contienen la conexión más directa con nuestra esencia pura y divina. Por lo tanto, los ojos son el portal a través del cual podemos crear y extraer la mayor Luz o la mayor oscuridad. La decisión es nuestra. Hay muchas capas y matices sobre la conciencia del mal de ojo; no está representada por un único pensamiento o sentimiento.

La forma más extrema del mal de ojo es el odio, que suele caracterizarse como la pérdida total de la dignidad humana. Cuando alguien mira a una persona con odio en su corazón, está llena de mal de ojo e indistintamente de si su odio es expresado en palabras o acciones, esa fuerza del mal de ojo tiene el poder de penetrar el escudo espiritual de la persona por quien alberga animosidad.

El mal de ojo se manifiesta en una variedad de otras formas que podrían parecer menos extremas que el odio, pero, en realidad, igual tienen el poder de influir en el bienestar físico y espiritual de otro ser humano. Cuando la mayoría de nosotros escuchamos el término mal de ojo, lo reconocemos como un código de la envidia; aquello que activa sentimientos de rabia y resentimiento en muchísimas personas cuando están frente al éxito o la buena fortuna de otro. El habla maliciosa, en particular el chisme, también es parte de la conciencia del mal de ojo, ya que la gente tiende a hablar mal de otras personas cuando sienten envidia.

El primer ejemplo de mal de ojo en la Torá está en el Génesis, que profundiza en las sutilezas del mal de ojo. El Zóhar explica que la muerte se originó porque la serpiente sentía envidia de Adán y estaba celosa del hecho de no poder tomar a Eva como su esposa; recordemos que esta no era solo una serpiente que se arrastraba, sino que podía ponerse de pie y hablar.

El Zóhar continúa, diciendo que el mal de ojo no siempre significa que le deseamos el mal explícitamente a alguien; también se refiere a las maneras en las que juzgamos y evaluamos lo que otros tienen en relación con nosotros. Cuando consideramos el sistema de creencias de que algún tipo de carencia que tengamos podría o debería ser satisfecha con tener lo que alguien más tiene, significa que el ego ha tomado control de nuestra conciencia y estamos en un estado de mal de ojo. Esto es tan discreto que toma mucho tiempo siquiera desarrollar la pericia para identificarlo.

La verdad es que, cuando algo no llega a nosotros exactamente cuando lo deseamos, suele ser un indicio de que todavía no hemos creado la vasija para recibirlo; es decir, no hemos refinado nuestro deseo a fin de que esté más basado en compartir que en únicamente recibir. No recibir algo también puede ser señal de que hay algo todavía mejor que el Creador quiere darnos o que el tiempo del Creador simplemente es diferente al nuestro y tenemos que ejercer más paciencia y confianza. Tener certeza en estas cosas —que todo lo que debe ser, será; que lo que necesitemos llegará a nosotros en el momento perfecto— puede ayudarnos a asegurar de que nunca caigamos en la conciencia del mal de ojo.

El mal de ojo es una conciencia a la que todos somos vulnerables, y podemos caer en ella tanto consciente como inconscientemente. Sin importar cómo o por qué nos encontremos en este estado mental, es crucial que entendamos el daño y el poder de esta fuerza, ya que no se puede subestimar en absoluto. De acuerdo con el Zóhar, la mayoría de las aflicciones e infortunios comunes se atribuyen al mal de ojo, ya que: “cada persona que tiene el ojo del mal, tiene sobre sí el ojo del Ángel de la Destrucción, quien es llamado: el ‘Destructor del Mundo’…” (Zóhar, Nóaj p. 197). La próxima vez que te encuentres mirando a otra persona, comenzando a considerar pensamientos negativos, puedes preguntarte: ¿Quiero ser un destructor o quiero ser un creador? Cada momento en el que puedes resistir el impulso de consentir pensamientos de odio, envidia o juicio por otra persona y en su lugar eliges pensamientos de amor, gratitud y misericordia, creas nuevos canales de Luz para ti y el mundo.

Otro aspecto importante del mal de ojo que los kabbalistas nos instan a considerar es que todo lo que percibimos en nuestro mundo externo es un reflejo de nuestro mundo interno. Todo mal de ojo que sentimos que hemos recibido es un reflejo del mal de ojo que hemos proyectado a los demás.

El mejor antídoto para la fuerza del mal de ojo es el esfuerzo consciente y constante de mirar el mundo con un ojo benévolo. Lo opuesto al mal de ojo es la capacidad de ver a todo y a todos con un deseo de encontrar la Luz interior, revelar la bondad inherente y ver la chispa de Dios que existe en toda la humanidad. Cuando te concentras en lo bueno de algo o alguien, te permites experimentar lo bueno. Más adelante hablaré sobre la energía y beneficios del Hilo Rojo, que no es simplemente una herramienta de protección contra el mal de ojo, también es un recordatorio para nosotros, una revisión de conciencia, para transformar cualquier juicio en misericordia.

Los rabinos dijeron a Rabí Yojanán: ¿Acaso al Maestro no le preocupa lastimarse por el mal de ojo al mostrarse de esta manera? Rabí Yojanán les dijo: Vengo de la descendencia de Yosef, sobre quien el mal de ojo no tiene dominio, como está escrito: “Rama fecunda es Yosef, rama fecunda junto a un manantial [aléi ayin]” (Génesis 49:22); y Rabí Abahú dijo: No lea los versículos como queriendo decir: “junto a un manantial [aléi ayin]” sino, más bien, léalos como: quienes trascienden el mal de ojo [oléi ayin]. La descendencia de Yosef no es vulnerable a la influencia del mal de ojo.

Tratado Bava Batra 118b

Rabí Yoséi, hijo de Rabí Janiná, dijo que una evidencia de la idea de que el mal de ojo no tiene influencia sobre Yosef y su descendencia se encuentra aquí, en la bendición de Yaakov para los hijos de Yosef, Efraim y Menashé: “El Ángel que me ha rescatado de todo mal, bendiga a estos muchachos; y viva en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Avraham e Yitsjak; y crezcan para ser multitud [veyigdú] en medio de la tierra” (Génesis 48:16). Veyigdú está relacionado etimológicamente con la palabra “pez” [heb. dag]. Así como a los peces en el mar el agua los cubre y el mal de ojo no tiene dominio sobre ellos, de la misma manera ocurre con la semilla de Yosef: el mal de ojo no tiene dominio sobre ellos.

Fuente: https://kabbalah.com/es/articles/

www.moisesmatamoros.com

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