Ciencias Alternas

La muerte y su poder transformador

Al final de la vida, la muerte nos priva de todo lo terreno, pero no de la gracia y mucho menos de la Luz, en virtud de los cuales hemos sido asociados indisolublemente al misterio eterno de Dios

Dr. Moisés Matamoros Muñoz

En estos días, incluso meses, la vida ha sido tocada de manera sensible por la enfermedad. Una pandemia que nos ha sorprendido, y desgraciadamente ha dejado familias con vacíos muy grandes. Vemos de nuevo sus rostros, que nos son familiares, mientras escuchamos otra vez los nombres de los que ya han trascendido a la presencia de Dios, sin dejar de lado que existe la plena certeza de que sus nombres ya “están escritos en los cielos” (Lc 10, 20).

Recordar los nombres de estos hermanos nuestros nos remite al origen de la creación del mundo, que marcó para cada uno de ellos —como para todos— el ingreso en la comunión de la fe. Al final de la vida, la muerte nos priva de todo lo terreno, pero no de la gracia y mucho menos de la Luz, en virtud de los cuales hemos sido asociados indisolublemente al misterio eterno de Dios que es eternidad e infinitud. Despojado de todo, pero revestido de la Luz: así el ser humano cruza el umbral de la muerte y se presenta ante Dios justo y misericordioso.

Para que la oscuridad de todo ser humano se purifique de toda impureza y de toda mancha, la comunidad “terrenal” ofrece y envía Luz al alma de quien ya trascendió. Rezar por los difuntos es una obra buena, que presupone la fe en la vida eterna, vida en Dios, reencarnación, o como deseemos denominarla.

El Zóhar explica que la muerte es solamente una ilusión que experimentamos a través de nuestra perspectiva limitada del mundo. Existe una realidad en la que la muerte no ocurre y la vida continúa eternamente. Cuando un individuo alcanza la unión total con el Creador, la muerte no puede tocarlo y no muere, sino que continúa viviendo en esta otra realidad, libre de la muerte y el dolor. Dado que Moisés y Jacob habían alcanzado este nivel de transformación total, ellos no experimentaron lo que nosotros conocemos como muerte. Solo las personas que los rodeaban percibieron su muerte, porque todavía vivían en el mundo ilusorio. De esto también podemos dar referencia a Jesús, como el primero entre los que han vencido a la muerte.

La lección aquí es que cada uno de nosotros tiene el potencial de vivir en una realidad sin la muerte. Saber que dicha realidad existe es el primer paso para llegar a ella. Después tenemos que hacer el difícil trabajo de transformarnos por completo.

Rav Áshlag desarrolla este concepto de inmortalidad en Las Diez Emanaciones Luminosas. Él nos enseña que nuestra alma proviene del Creador y que estamos hechos de la misma esencia que Él, salvo por una diferencia muy importante: nosotros, como seres humanos, tenemos el “Deseo de Recibir para Sí Mismo”. Este es el lado egoísta de nosotros que nos hace desear cosas solo para nosotros. En general damos por sentado que la gente tiene naturalmente este lado egoísta, pero, tal como Rav Áshlag revela, esto en realidad no es parte de quienes somos o de quienes debemos llegar a ser. Somos parte del Creador y estamos destinados a ser como el Creador, estar unidos en pensamiento y acción.

Esto significa que el Deseo de Recibir para Sí Mismo es el único aspecto de nosotros que nos separa del Creador. Dado que el Creador es la fuente de la vida, cualquier cosa que nos separe de Él es una separación de la vida misma. Esto es lo que nos causa la muerte. Morimos cuando al final somos completamente dominados por nuestro Deseo de Recibir para Sí Mismo y nos desconectamos del Creador.

El proceso de desconexión es lento y usualmente no tenemos idea de que está ocurriendo. Cada vez que realizamos una acción del Deseo de Recibir para Sí Mismo, nos apartamos de la fuente de vida. Imagina que estamos sujetados al Creador por una serie de cuerdas. Cada vez que realizamos una acción egoísta, cortamos una de esas cuerdas, hasta que finalmente no hay nada en absoluto que nos vincule con el Creador. Ahí es cuando nuestro cuerpo muere. Cuando llegamos al final de nuestra vida, no es que alcanzamos un nivel máximo del egoísmo, sino que hemos cometido suficientes acciones egoístas a lo largo de nuestra vida y ahora estamos completamente desconectados.

“A través de este proceso de transformación, pudieron alcanzar la inmortalidad.”

Por otro lado, cada vez que realizamos una acción verdaderamente desinteresada, nos acercamos al Creador y fortalecemos esas cuerdas. Las almas justas pudieron alcanzar esta unidad total con el Creador al transformar por completo su Deseo de Recibir para Sí Mismo en un altruista Deseo de Recibir para Compartir. Y a través de este proceso de transformación, pudieron alcanzar la inmortalidad. Este es el propósito de nuestra vida: transformar nuestro Deseo.

Solemos pensar que hay acciones egoístas y acciones dadoras, y que mientras nos mantengamos en el ámbito de las acciones dadoras estaremos bien. Pero, según Rav Áshlag, esto no es exactamente cierto. La mayoría de las acciones dadoras de la gente todavía están en el ámbito del egoísmo, porque esperamos ver algún resultado; ya sea emocional, físico o incluso espiritual. Si nuestras acciones dadoras tienen la expectativa de recibir algo, no son verdaderas acciones dadoras. No solo estas acciones no nos acercan al Creador, ¡sino que tienen el efecto contrario! Lo que creemos que es una acción dadora en realidad puede estarnos separando de la Luz del Creador si nuestro propósito es recibir algo a cambio.

Esta es una revelación asombrosa y muy atemorizante. Si entendiéramos que nuestro egoísmo está directamente relacionado con la muerte, ¿no nos esforzaríamos más en ser altruistas? Por ello es tan esencial que hagamos introspección y descubramos la intención detrás de nuestras acciones. ¿Estamos actuando con verdadero desinterés o estamos esperando recibir algo a cambio de nuestra acción dadora? Debemos analizar el bien que hacemos y purificarlo de cualquier egoísmo que tenga adherido.

Rav Áshlag nos enseña que estamos destinados a alcanzar el nivel en el que estemos completamente adheridos al Creador, pero no es fácil llegar allí. Es importante que nos esforcemos en alcanzar ese nivel de adhesión, pero también es importante que no nos mortifiquemos en el transcurso, hay que recordar que es un proceso de toda una vida y que es increíblemente difícil de lograr. Por eso tenemos las herramientas del estudio y la oración para orientarnos. A través del trabajo espiritual, podemos transformarnos en seres más dadores y alcanzar la verdadera inmortalidad.

Hoy expresamos nuestra gratitud a Dios de modo especial por haber dado a conocer su nombre a tantos que han perdido la vida a causa de la pandemia: familiares, amigos, personal de salud, incluso aquellos olvidados. Pertenecen al número de aquellos hombres que, como dice el evangelio de san Juan, el Padre dio al Hijo “tomándolos del mundo” (cf. Jn 17, 6). A cada uno de ellos Cristo “le dio las palabras” del Padre, y ellos “las aceptaron”, “creyeron” y pusieron su confianza en el Padre y en el Hijo (cf. Jn 17, 8). Rogó por ellos (cf. Jn 7, 9), encomendándolos al Padre (cf. Jn 17, 15. 17. 20-21) y diciendo en particular: “Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria” (Jn 17, 24).

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