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Caballeros del siglo XXI

Parece ser que los caballeros del siglo XXI difieren muchos de los caballeros medievales.
Patricia Elena Blanco Ratti

Cuando pensamos en los caballeros medievales, nos viene a la mente un hombre hermoso, galante, señorial, gallardo, alto. Un verdadero caballero con su armadura brillante y su espada triunfante; y un maravilloso vencedor de torneos, buen mozo, humilde, magnífico, elegante, con su yelmo en mano, y seguramente imaginamos al heroico caballero que ha triunfado en la batalla para ganar el amor de la princesa más hermosa de la comarca, y que sin lugar a dudas, por estas características se ha hecho dueño y señor no sólo de la hermosa princesa sino del palacio y sus tierras.

No era tarea fácil

Llegar a ser un “caballero” no era tarea fácil, debía comenzar desde la niñez, un aprendizaje rudo, dadas las reglas, usos y costumbres reinantes en aquel entonces.

Era necesario que el futuro “caballero” viniera de una familia noble y a partir de ahí tenía que recorrer muchos escalones hasta llegar a tener el honor de escuchar las palabras que lo jerarquizarían el resto de su vida: “Yo os armo caballero…”

Simplemente un ideal

La rudeza y belicosidad de estos señores, que hemos observado en las guerras medievales, estaban encauzadas a un ideal caballeresco, generoso y noble. En esos tiempos el coraje de un caballero cristiano no podía estar en lucha con los preceptos de la religión, antes al contrario, debían defenderlos hasta la victoria.

Esto suponía un compromiso y una honrosa misión que la iglesia formalizó con las órdenes de caballería, sometiendo y formando a los aspirantes a una iniciación solemne y a un régimen especial de absoluta conducta “caballeresca”.

Se los entregaba al servicio de un señor

Llegar a ser un caballero, requería un adiestramiento que comenzaba a los siete u ocho años, edad en que los padres los entregaban al servicio de otro señor, en calidad de paje o doncel, para que este joven lo atendiera en todos sus menesteres personales, aprendiendo de él sus modales cortesanos.

Debía, aprender a ser amable y cortés con las damas que le encargaban algunas tareas y, por supuesto, comenzaba a ejercitarse en el manejo de las armas —que hasta ese momento eran sólo de madera—, el arte ecuestre, aprender a cazar, el arte de la cetrería y la simulación de las justas a lomos de caballos de madera con ruedas y enfrentarse a unos monigotes de trapos y maderas giratorios con brazos.

Llegados los 14 años

Cuando el paje llegaba a la edad de 14 años, el paso siguiente era que su padre le enviara al castillo de un superior, a él en jerarquía, en donde el alumno comenzaba un aprendizaje más duro que el anterior, recibiendo como primer título el de paje.

Entre sus obligaciones estaba la de entretener a las damas —no piensen mal por favor, no lleven sus pensamientos a lugar equivocado—. Ellos debían entretenerlas, como verdaderos caballeros en aprendizaje, de la cortesía que debían observar hacia las damas, recitándoles hermosos poemas, interpretando música con el laúd, o jugar al ajedrez; también se encargaban de llevar y traer mensajes, de servir el vino a la hora de las comidas o cortar la carne para los ancianos que ya no tenían su dentadura en condiciones, y aunque todos ustedes no lo crean, en esos tiempos eran más de los que nos imaginamos.

Además de todo esto, tenía que seguir ejercitándose con las armas que para entonces ya eran reales y no de madera, participaba en las cacerías como asistente siempre al servicio de su señor al cual tenía que ayudarlo a ponerse la armadura así como ocuparse de alimentar a sus caballos y de la limpieza y cuidado de todas las armas de su señor, espadas, hachas, escudos.

Eso le permitía acompañar a su señor, en las campañas militares y si él lograba, con un toque de suerte, desempeñarse heroicamente, se lo armaba caballero en el campo de batalla, cosa poco común.

A los 21 años

Si no era nombrado caballero por un acto heroico en combate, se lo nombraba una vez cumplidos los 21 años, mediante una ceremonia con gran solemnidad.

Terminados esos pasos, se había convertido ya el joven en escudero, recibía así su espada y su escudo en una ceremonia con rituales propios.

Los rituales eran tomar un baño purificador, el cual tenía un significado doblemente importante, limpiar el alma y el cuerpo de todo pecado.

Piensen lo importante de ese baño y los usos y costumbres de aquella época, recuerden que no era habitual bañarse, se decía que un hombre sólo se bañaba tres veces en su vida: cuando nacía, cuando se casaba y cuando moría; bueno, nuestro magnífico caballero lo debía de hacer una vez más.

Después de asearse bien, tenía que cumplir con un ayuno, velar las armas y entregarse a la oración durante toda la noche en la capilla, donde debía confesar sus pecados, tomar la comunión y oír el sermón donde se le decían todos sus deberes.

En esta ocasión solía ir vestido de blanco, símbolo de pureza de alma y de limpieza interna y externa.

Al amanecer era cubierto por una capa roja que representaba la sangre que estaba dispuesto a verter por su honra y su fe; se le daban unas medias de color marrón, las cuales representaban la tierra que debía de defender; un cinturón blanco, espuelas de oro y una espada de dos filos, uno por la justicia y otro por la lealtad.

Por último se le colocaba un manto negro, que representaba la muerte que enfrentaría sin temor y con alto honor. En ese momento el ya “caballero” se acercaba al altar con su espada colgando del cuello, para que el sacerdote lo bendijera.

Se arrodillaba luego delante de su señor, quien lo honraría caballero, y escuchaba en profundo silencio las palabras que lo convertirían en lo que durante años deseó y se formó.

Y por fin llegaba el momento más esperado, el espaldarazo lo daba el señor feudal que lo debía armar “caballero”, recitando tal vez estas palabras:

“¿Con qué fin decías entrar a la orden de caballería? Es para enriqueceros, vivir en la holganza, y recibir honores sin hacer honor a la caballería?”

“¿Sois indigno de ello?”, preguntaba el señor.

El joven respondía dando su juramento de caballero, ahí se le ayudaba a ponerse su atuendo: la cota de malla de hierro, la coraza o el peto, los brazales y las espuelas de oro.

Finalmente tomaba su espada y se arrodillaba otra vez en el altar ante su señor, para recibir el espaldarazo, el cual consistía de tres golpes que se daban con el plano de una espada en el hombro derecho y en el izquierdo y a veces en la mejilla.

Al mismo tiempo decía:

“¡En nombre de Dios, de San Miguel y de San Jorge, os armo caballero! ¡Sed valiente, leal y generoso!”

Ya nuestro joven podía ser considerado armado caballero.

“Recuerda al que te hizo caballero y te ha ordenado; despierta del malvado sueño y mantente alerta confiando en Cristo”

El ideal caballeresco

La caballería surge en el siglo XI y tuvo su apogeo en el siglo XIII. Sin embargo hay antecedentes que ya los primitivos germanos tenían costumbres generosas, rasgos de cortesía y cierto sentimiento de honor.

La mujer era venerada, entre ellos, existía el respeto a la palabra empeñada, competían en torneos y desafíos, y el derecho a usar las armas o a emprender determinada empresa o misión debía ser otorgado mediante cierta ceremonia de iniciación militar.

La iglesia medieval

Canalizo tales inclinaciones junto con los principios cristianos, en más de 200 órdenes de caballería, cuyos miembros se constituyeron en árbitros de la justicia, defensores de débiles y paladines de la fe.

No debemos suponer, sin embargo, que la exaltación de tan nobles ideales tuviera en sí la virtud de convertir a guerreros de escasa cultura en verdaderos héroes dechados de perfección; pero sin lugar a duda, contribuyo a moralizar las costumbres, a moderar el despotismo y a forjar un nuevo estilo de vida.

La honra

Base fundamental de las órdenes de caballería, la honra fue la que llevo a estas órdenes a cuidar con celo la integridad de su permanencia.

Si un caballero cometía alguna falta por cobardía, impiedad, traición que manchara el ideal caballeresco, era sometido a la degradación.

El caballero era conducido a un tablado donde a la vista del público se pisoteaban y destruían sus armas, se le quitaban las espuelas y a su escudo se le quitaba el blasón, se ataba a la cola de un caballo el cual lo arrastraba por la tierra.

Los heraldos que eran los que llevaban las noticias, proclamaban su infamia y todos los injuriaban.

Luego se le colocaba sobre una camilla, cubierto de crespones, se lo llevaba a la iglesia, acompañado con cantos y oraciones para los difuntos. Ese pobre caballero como tal ya estaba muerto, a causa de su deshonra.

El amor, las mujeres y los caballeros

Gracias a Dios, no todo eran luchas, guerras y torneos, también existía el amor.

Las hazañas que los caballeros realizaban, las dedicaban a una mujer idealizada de la cual llevaban una cinta u otra prenda de amor que guardaban junto a su corazón como un verdadero trofeo. Ella aceptando este amor idealizado le correspondía y le entregaba una prenda de amor, una flor, un guante, una cinta o un pañuelo, de esa forma conseguía que el caballero fuese más audaz y luchara ante cualquiera en nombre de su hermosa dama.

En el siglo XIV se forma un verdadero culto a la mujer, el caballero, ya sea por el amor o capricho que sentía por ella, emprendía todo tipo de pruebas peligrosas.

Los caballeros andantes, con su manía de salir en busca de aventuras descomunales capaces de suscitar admiración y fama lamentablemente cayeron en la más vulgar extravagancia.

Los ridículos votos que muchos contraían, la cortesía refinada en el amor, contribuyeron a llevar a la caballería a extremos de frivolidad artificiosa.

Las novelas de caballería que narraban las hazañas hasta el delirio, armaron un mundo irreal.

Hasta que apareció don Quijote, trayendo un último destello del ideal de lo caballeresco; ridículo y desubicado a los ojos del mundo, pero con un contenido totalmente humano, honrado y bueno.

Don Quijote y dulcinea

Don Quijote tiene puesto su pensamiento y su corazón desde el primer día en servir a su señora Dulcinea, así es que manda a su fiel escudero que vaya al Toboso y le entregue esta carta a doña Dulcinea del Toboso.

Carta de don quijote a Dulcinea del Toboso:

“Soberana y alta señora:

“El ferido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísimo Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu hermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, oh bella ingrata, amada enemiga mía, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

“Tuyo hasta la muerte”

Siglo XXI

El tiempo ha pasado, el hombre llegó a la luna, vivimos en la era de la aviación, los chinos descubrieron la pólvora, pero ser un caballero va mas allá de lo que el viento se llevó, debe ser como en aquellos tiempos un aprendizaje, rudo desde la infancia, practicando las reglas de etiqueta, las cortesías, hasta que las tenga incorporadas naturalmente, el joven futuro caballero.

Un gentleman es un hombre que nunca ofende sin querer. No olviden mis caballeros del siglo XXI que son pocas las cosas que halagan a una mujer, nada nos gusta más que la cortesía de un caballero.

En las conquistas sentimentales, sin lugar a dudas, no hay arma más poderosa, no olviden que venimos de la hidalguía española, ese hombre que protege que honra a su mujer amada, y que como en los torneos lleva junto a su corazón esa flor que su amada le dio para llevarlo al triunfo.

Así que ahora y sin ningún interés les doy unos consejos para que sean unos verdaderos caballeros.

“Un caballero es el que tiene los amores y los odios justos.”

Un verdadero caballero del siglo XXI

Nunca habla de dinero fuera de su ámbito profesional y mucho menos para demostrar que tiene mucho.

Nunca se lamenta de sus pobrezas o tristezas.

Sólo pide prestado, en caso de extrema necesidad, y jamás lo hace a una mujer.

No hablará de las proezas de sus hijos ni de las de su mujer delante de terceros, ni tampoco contará problemas propios de su familia, eso lo hará en su entorno familiar.

Un caballero no debe olvidar que todas las mujeres son damas, sus empleadas, las mujeres que conoce en su ambiente social, sus parientas y en especial su esposa.

Nunca habla mal de la reputación de una mujer, no cuenta su relación íntima, ni la que tiene con su novia o esposa.

Cuando tiene algo bueno que decir lo dice y si no es bueno lo calla. Por una necesidad de discreción. Un caballero sabe lo que debe decir, y aún más lo que debe callar.

No olvidemos que un caballero dada su educación, se comporta, correctamente tanto en los tiempos de infortunio, como en los tiempos de prosperidad.

El hombre, que es el más fuerte, es el que está obligado a proteger a la mujer, por eso las galanterías que muchos consideran que han pasado de moda, siempre resultan tan agradables, porque no sólo halagan, sino que también son signo de protección, respeto y deferencia.

Un caballero siempre acepta una disculpa y sabe ofrecerla cuando es necesario, un caballero sabe decir varias veces al día “gracias” y “por favor”.

Cómo debe comportarse un caballero en la calle

En la calle toma el lado de afuera, cuando acompaña a una o dos damas. Es incorrecto, que vaya con una dama de cada lado.

Esta costumbre viene de la época en que transitaban los carruajes, y para evitar que las señoras mancharan sus trajes, el caballero tomaba el lugar de afuera, por una cuestión de cortesía.

Un verdadero caballero no toma el brazo de una señora para caminar, sino que la toma con delicadeza, con su mano bajo el codo, para dirigirla en los cruces peligrosos, o cuando el momento lo requiera.

El caballero sigue a la dama, cuando entran a una habitación, o salón publico, pero es cortés que se adelante y abra las puertas para que ella pase, pasando él después.

En el cine y en el teatro, el hombre sigue a la dama cuando entran en el lugar. Cuando deben de cruzar una hilera de butacas ocupadas, él pasa primero, cuando llega al lugar espera de pie que ella se siente para luego hacerlo él.

Al pasar plateas ocupadas, nunca se da la espalda a los ocupantes. Se pasa de frente, disculpándose o agradeciendo brevemente.

En el automóvil siempre abre la puerta el caballero, para que bajen o suban las señoras. Siempre sube primero ella, ocupando en el interior el lado derecho, luego él girará por detrás y tomará su lugar.

En el ascensor abre la puerta el caballero, sube primero la dama, luego él. Al bajar, sale primero él y luego ella.

Un caballero siempre saluda al subir a un ascensor.

Un caballero jamás saluda a una dama, ni siquiera a un hombre, con un cigarrillo en la boca.

Al subir las escaleras, la señora va delante y el caballero un escalón detrás, al bajarlas, él va adelante y ella detrás.

Delante de una señora un caballero, jamás debe de pronunciar palabrotas, ni tampoco relatar cuentos subidos de tono, a pesar de que haya mujeres que esto les divierta, un caballero no debe permitirse, relatar cosas inconvenientes, porque, puede esto producir más fastidio que diversión.

En una reunión un caballero jamás bebe en exceso, con damas presentes o sin ellas, para no perder el control de sus actos.

Un caballero se quita siempre el guante para dar la mano.

Un caballero siempre debe de ceder el asiento a las señoras y a las personas mayores, en todos los medios de transporte.

Y hasta el próximo encuentro, esperando que estas reglas no sean “lo que el viento se llevó”, y esperando encontrar al modelo de caballero del siglo XXI que me diga cortésmente: “Soberana y alta señora”.

Les cuento un secreto: en mis oídos y en mi corazón, tengo las palabras de un verdadero caballero de los pocos que quedan sobre la faz de la tierra, él me dice:

“Esa linda señora me encanta”, y yo, lindo señor, digo: “Yo os armo modelo de caballero del siglo XXI” y afirmo: “Ese lindo señor me encanta”.

Hasta siempre, por siempre y para siempre…

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