Cultura Etiqueta y Protocolo

¡Carta a la cigüeña!

Hoy las flores tienen un color y perfume especial, los pájaros cantan más y más; el sol brilla con una nueva fuerza, la brisa es suave y esta noche las estrellas con una sonrisa iluminada brillarán aún más, por el nacimiento de un nuevo bebé.
Patricia Elena Blanco Ratti

Cartas las hay y muchas, de amor, de felicitaciones, de agradecimiento, pero la carta más hermosa y con el premio más dulce y soñado es ¡la carta a mi querida cigüeña!

La llegada al mundo de un bebé es para una familia un acontecimiento muy importante, es la culminación de una soñada y ansiada espera repleta de ilusiones y esperanzas.

La llegada de mi cigüeña embarga a los padres de alegría; pero no por eso deben de olvidar sus obligaciones y deberes, humanos y espirituales, que tienen con ese tesoro que de ahora en más estará a su lado, para darles alegrías, tristezas, triunfos y placeres, ilusión y alegría que debemos de tomar con obligación y absoluta responsabilidad.

Un nacimiento es simplemente el principio de todo, es el milagro de este presente y la esperanza de nuestro futuro soñado.

Recuerdo las palabras de mi adorado doctor, diciéndome: “La primera novedad, Patricia, esperas un bebé.”

Pasaron los años y esas palabras siguen en mi mente como una música maravillosa.

Cada nacimiento de mis tres hijos lo tengo presente y completamente intemporal. Es algo que no olvido, la luz, el aroma y ese momento, único, irrepetible de tener sobre mi pecho a mis hijos; el primer beso que les di con lágrimas silenciosas, recuerdo su olor, su calor, su llanto.

Emilio, el primero, serio; Bárbara, redondita, perfecta; Jazmín, rubia, rosada. Lindos, simplemente lindos.

Tesoro propio y único como madre, ese primer momento con mis bebés, fue mío y sólo mío.

Tanto, tanto, los besé. Tanto, tanto, los miré, tanto, sin cansarme de mirarlos.

Nuestras miradas dulces, esas miradas que se acariciaron por primera vez en una comunicación íntima de nuestro maravilloso y único amor mágico, dulce, misterioso.

Bueno, ya basta de recuerdos, vamos a explicar, querida cigüeña, lo que de ahora en más nuestros hermosos y primerizos padres, deben hacer, para compartir con todos esta linda noticia.

Tan pronto como el médico confirme que la madre está encinta, ésta lo trasmitirá primero a su marido y luego a sus padres y a los padres de él, lo ideal sería a todos juntos, tal vez organizar una comida, donde el brindis será en honor del nuevo bebé, de esa forma no ofendemos a nadie y compartimos la emoción con todos.

Tal vez al levantar la copa, el futuro padre dirá con amor y orgullo: por mi hijo, por nuestro bebé.

Una vez dicho esto a los padres de ambos, se podrá esperar hasta el cuarto mes para dar la noticia a los conocidos, es mejor guardar el secreto hasta que a la madre se le haga evidente su estado; a los amigos íntimos lo podemos hacer después de decirlo a los abuelos.

La comida fue estupenda, la emoción grande, besos, lágrimas, sonrisas han hecho que nuestra futura mamá se haya convertido de un segundo al otro en la perla más hermosa y cuidada de la familia.

Lógico es que la nueva mamá tenga molestias, fatigas, pero sólo las contará a su médico, siendo muy discreta en su entorno. El estar encinta causa ciertas incomodidades, pero otros placeres que seguramente le brindará su marido, mimándola, con ternura y amor.

Una futura mamá debe esmerarse por tener una apariencia atractiva, cuidar su peinado, su piel, su ropa.

Las comadronas
En cuanto a las maneras de llegar al mundo, las hay muchas, todas diferentes según las culturas. Aunque muchas mujeres dan a luz solas, es más frecuente que sean atendidas por parteras, viejas expertas en estas tareas, abuelas, vecinas, que ayudan en el parto.

En tiempos pasados, cuando llegaba la hora a las parturientas se llamaba a la comadrona, o a la “señora”, para que asistiera a la madre; si se vivía en el campo, simplemente se recurría a la mujer más vieja del pueblo, quien, con su experiencia, ayudaba.

El término “comadrona” proviene del latín commater, compuesto por cum, que significa conjuntamente, y mater, que significa madre.

Antes que llegara la “señora” comenzaban los movimientos dentro de la casa, hermanas, primas ponían a hervir el agua que se utilizaría durante el parto. Mientras la futura mamá esperaba el momento, acostada en una cama grande. La propia comadrona recibía al niño, le daba masajes y lavaba su cuerpo.

En los antiguos escritos indios, en manuscritos de Grecia y Roma, y en la misma Biblia, encontramos a las comadronas, que asistían en estas artes.

Egipcios
Para los egipcios, el periodo del embarazo como el momento del parto implicaban riesgos para la madre y el bebé, por lo que siempre los protegían con amuletos mágicos de divinidades. Las mujeres egipcias preparaban el lugar para los partos en cabañas situadas en el jardín o en los tejados de sus casas.

En estas cabañas, las comadronas ayudaban a las mujeres, las cuales en cuclillas sobre unos ladrillos se disponían a dar a luz, mientras las comadronas no sólo ayudaban a tener al bebé sino que recitaban conjuros mágicos de protección para la madre y su hijo.

Israelitas
La mujer israelita daba a luz en un taburete circular, ayudada por la comadrona, y se convertía en “impura” por el simple hecho de parir, y más impura aún si había alumbrado una niña.

“Cuando una mujer conciba y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días. Mas, si da a luz una niña, durante dos semanas será impura.”

Las comadronas poseían conocimientos sobre hierbas y brebajes que utilizaban para aliviar el dolor en el parto, tratar enfermedades propias de la mujer o dar consejo sobre medidas abortivas o anticonceptivas. Entonces eran ellas las que tenían todo el poder en sus manos, los hombres estaban al margen de toda esta maravillosa arte y ciencia.

Edad Media
A partir de la Edad Media el dolor en el parto se consideró un justo castigo divino y toda tentativa para calmarlo era considerada un gran pecado, motivo por el cual, muchas comadronas fueron llevadas a la hoguera por aplicar tratamientos para mitigar el dolor de las parturientas.

Ninguna mano de varón podía mancillar el “honor” de una mujer que diera a luz. En 1521 el doctor Veithe fue condenado a la hoguera por haberse atrevido a dirigir un parto disfrazado de comadrona, idea peligrosa que tomó para pelear en silencio contra el sistema imperante, pensando simplemente con amor en el prójimo.

¿Que nombre elegiremos a nuestro bebé?

Cigüeña, ¿sabes qué? No te preocupes, tendrán idas y venidas, apuestas e ilusiones, para elegir el nombre.

Me contaron, que el nombre del bebé ya está escrito en el cielo y un ángel baja oportunamente y lo sopla muy suave al oído de sus padres.

Un poco de Historia

Egipcios
Las madres egipcias le daban un nombre al pequeño: el “nombre de la madre”, relacionado con la personalidad del niño o bien con alguna divinidad, aunque posteriormente era inscrito en la Casa de la Vida con un segundo nombre que llevaría siempre.

En el mismo momento de su nacimiento el nuevo niño era protegido de los malos espíritus y enfermedades con múltiples amuletos o con tiras protectoras con figuras que lo defendían de influencias maléficas; también existían pequeños cilindros de materiales diversos que se colgaban del cuello del recién nacido y que contenían en su interior fórmulas poderosas y protectoras o bolitas de cobre que sonaban al moverse.

Hebreos
Los hebreos daban nombre a sus hijos según las primeras palabras que decía el padre al ver al niño.

Los cristianos
Según la Biblia, el nombre del primer ser humano, relatado en el Génesis es Adán, que quiere decir terrifacto, piel, costra, cáscara de la tierra.

El cristianismo extendió la costumbre de usar nombres hebreos bíblicos, de virtudes morales, y de utilizar una ceremonia específica para imponer los mismos, denominada bautismo.

De ahí la expresión de nombre “de pila”, que procede de “pila bautismal”. En cambio, el apellido o nombre familiar, comúnmente es el que heredamos por parte de nuestro padre; el del padre y el de la madre, aunque en algunos países se puede invertir el orden, o cuando se contrae matrimonio cambiar uno por el del cónyuge o adoptar en exclusiva el del cónyuge, éste pasa de una generación a otra.

La palabra apellido procede del latín y tiene el mismo origen que “apelación”, es decir, “acto de llamar”.

Católicos
Era muy común en las familias católicas poner el nombre que tocaba en el santoral el día del nacimiento, o poner el nombre de los padres o abuelos. Al elegir el nombre del recién nacido no debemos olvidar que así se llamará toda la vida. A mí personalmente me gusta poner nombres familiares al menos de segundo nombre.

Celtas
Los pueblos celtas y germánicos al poner el nombre a sus hijos pensaban en las virtudes relacionadas con el mérito guerrero que se esperaba que lograra este nuevo ser, llevaron este tipo de nombres por Europa en el siglo V durante las invasiones bárbaras.

Siglo XVI
El Concilio de Trento consagró la costumbre de adoptar nombres de santos de la iglesia católica, con lo que se redujo mucho la riqueza en la variedad de nombres y de esa forma se perdieron infinidad de ellos que eran exquisitos y muy antiguos.

Edad Media
Hasta la Edad Media se usaban simplemente los nombres de pila. Era un verdadero problema para diferenciar a dos personas con el mismo nombre entonces se añadía una indicación relativa al lugar donde vía la persona, al oficio o trabajo que realizaba, o a cualquier otro rasgo que la caracterizaba.

Así, a dos personas con el mismo nombre, se las distinguía llamando a uno José, el molinero, si trabajaba en el molino, y a otro José, el pastor, si éste cuidaba ovejas.

Cuando se instituyeron los apellidos esta costumbre se mantuvo, motivo por el cual existen todavía apellidos como Molinero o Pastor.

Romanos
Cuando en una familia romana nacía un hijo, el niño era presentado al padre para que éste lo reconociera como suyo. En caso afirmativo, en una sencilla ceremonia el padre levantaba al bebé del suelo, lo tomaba en sus brazos y oficiaba un ritual sencillo de presentación, para que los dioses domésticos lo acogieran bajo su protección. Se esperaban ocho días para darle nombre a las mujeres y nueve para los varones. Ese día se colgaba del cuello del niño un medallón llamado bulla, a modo de amuleto, que el mismo llevaría en el cuello hasta los 17 años, si era varón y hasta el matrimonio si era mujer.

El padre romano tenía también la potestad de decir que el niño no era suyo, dándole la espalda y dejándolo abandonado, en un lugar público, donde con suerte alguien se apiadara de él y lo llevara consigo. El abandono era común en las niñas, para los varones sólo si no eran sanos. Una vez cumplidos los 17 o 18 años se celebraba una ceremonia durante la cual el niño recibía del padre la toga viril. A partir de entonces al joven se le consideraba adulto y de esa forma obtenía la ciudadanía.

Quintus, Sextus, Septimius, Octavius, Nonius, Decius, eran los nombres que le ponían los romanos a sus hijos, recurrieron a los números porque no tenían variedad de nombres y ésta fue la forma simple y sencilla que adoptaron para diferenciarlos.

Los tiempos cambian
Hoy día es muy distinto, los padres deben presentarse ante la ley en un trámite simple que debe hacerse en los primeros días del alumbramiento. En algunas maternidades, asisten personas especializadas para cumplir con los requisitos de registrar al bebé, facilitando esta tarea a los padres.

Un poco de historia
En Egipto el nacimiento de los hijos era un acontecimiento muy ansiado, motivo de gran alegría. Los hijos no sólo representaban la culminación del amor conyugal y un apoyo para la vejez, sino que su llegada aseguraba a sus padres con más manos para realizar las labores cotidianas. Con ellos, además, se garantizaba la continuidad de las herencias y la memoria de las familias a lo largo del tiempo, ya que ellos se ocupaban de los rituales funerarios de sus padres. Los niños eran bienvenidos fuera cual fuese su sexo, aunque mejor recibidos eran los varones.

Para saber si una mujer estaba embarazada y conocer el sexo del futuro hijo tenían maneras muy prácticas. Decían: “Pondrás cebada y trigo en dos bolsitas de tela que la mujer mojará con su orina cada día. Si ambos germinan la mujer está embarazada. Si germina primero la cebada será un niño, si es el trigo será niña. Si no germina ninguno de los dos la mujer no está embarazada”.

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Los egipcios esclavizaron a los israelitas, con los trabajos del barro, del campo y con toda clase de servidumbre. Un día el rey de Egipto dijo a las parteras de las hebreas: “Cuando asistáis a las hebreas, fijaos bien: si es niño, matadlo; si es niña, que viva”.

Como las comadronas temían a Dios no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños. El rey llamó furioso a las comadronas y les dijo: “¿Por qué habéis hecho esto y dejáis con vida a los niños?” Ellas respondieron al faraón: “Es que las mujeres hebreas no son como las egipcias; son más robustas, y antes que llegue la comadrona, ya han dado a luz”.

Dios, que es justo, premió a las comadronas; el pueblo se multiplicaba y se hacía muy fuerte. Entonces el faraón ordenó a todo su pueblo: “A todo niño recién nacido arrojadlo al río; pero a las niñas, dejadlas con vida”.

Un hombre de la casa de Leví tomó por mujer a una hija de Leví. La mujer dio a luz un hijo, y viendo que era hermoso lo tuvo escondido con temor, durante tres meses. Al no poder seguir escondiéndolo durante más tiempo, tomó una cesta de papiro, le pasó betún y metió en ella al niño, la colocó suavemente entre los juncos, a la orilla del río. La hermana del niño vigiló a lo lejos para ver lo que le pasaba. Vio a la hija del faraón bañarse en el río, mientras sus doncellas se paseaban por la orilla. La hija del faraón al ver la cestilla entre los juncos, envió una criada para que la trajera. Gran asombro tuvo al ver dentro un hermoso niño, que lloraba. Se compadeció de él y exclamó: “¡Es un niño de los hebreos!”

Tomó la doncella al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del faraón, que lo adoptó y le llamó Moisés.

“Del agua lo he sacado”

El agua
El agua ha sido símbolo de fertilidad y maternidad en toda época, lugar y cultura. El agua tiene un origen sagrado y es sostén de la vida. El agua, la espuma, el vigor, el sexo.

La vida comenzó en el océano y el lugar más hermoso donde nos preparamos y vivimos antes de nacer, es ese paraíso de nueve meses de agua que nos protege, salada como el mismo mar.

Afrodita
La diosa del amor nació de la espuma de las olas. Después de su nacimiento en el mar, el viento empujó la espuma de las olas hacia la isla de Chipre, donde las olas la recibieron alegremente y le impusieron su vestimenta divina.

Bebés en otros territorios
Mi cigüeña es traviesa y a veces sucede que deja a los bebés en el extranjero, en ese caso, el bebé nacido fuera de su territorio llevará doble nacionalidad; la del territorio donde ha nacido, y también la del país de origen de sus padres. Si mi cigüeña deja al bebé en un barco, mientras sus padres viajan; el recién nacido se anotara en la bitácora del viaje y el capitán del navío será quien dará fe del alumbramiento. Nacimiento inspirador de cuentos maravillosos. ¡Nacer en un barco!

Nadie dijo que ser una reina fuera fácil
La corte castellana impuso en el siglo XVI, en tiempos de los Trastámara, un ceremonial muy estricto en cuanto a los nacimientos; debían ser ante testigos, esta decisión era necesaria para evitar deslegitimar un nacimiento. Como ocurrió con Pedro I en 1334.

Isabel la Católica
La reina Isabel la Católica tuvo que sufrir esa vergüenza de dar a luz a sus hijos delante de varios nobles y caballeros, la pobre entonces dispuso que su cara fuera cubierta por un velo, para que nadie viera el dolor en su rostro.

Sólo se esperaba de las reinas un control admirable, nada fácil era ser una reina, debían llevar su dignidad real hasta en estos íntimos momentos.

La emperatriz Isabel, esposa de Carlos I de España, superó la idea de la reina Isabel la Católica, ella decidió no sólo cubrir su rostro sino que ordenó que se atenuasen las luces de los candeleros y candelabros, que alumbraban sus aposentos.

Su parto fue largo y trabajoso, pero la emperatriz a pesar que le pedían que se relajara y gritara para pasar mejor el momento, dijo: “moriré, más no gritaré”, y dio a luz con un control admirable de su dignidad real.

Las reinas fueron ganando en intimidad y, con el tiempo, los testigos se limitaron a permanecer en las salas contiguas. Con ello, los nacimientos ganaron también en higiene y salud, ya que estas personas eran portadoras de gérmenes que hacían más inseguros los partos reales que los de las campesinas que eran más íntimos.

La presentación a los testigos de los recién nacidos era una ceremonia rodeada de hermosuras que jerarquizaban el momento.

Al pequeño se le colocaba en una bandeja de oro o de plata y con salvas anunciaban su nacimiento; 15 salvas de cañón si era niña y 21 si era niño. En aquellos tiempos se buscaban amas de cría por las montañas para la lactancia de los niños reales, hasta que Victoria Eugenia rompió con la costumbre y decidió darle ella misma el pecho a su pequeño Alfonso.

En la clínica
Para ese día que debemos concurrir a la clínica para dar a luz tenemos que preparar tan sólo una maleta como para un pequeño viaje que organizaremos con amor; llevaremos poco, de regalo traeremos el diamante más grande de regreso a casa, ¡nuestro bebé! Sólo tendremos que preparar un maletín con nuestra ropa interior, bonitos camisones y la ropita del bebé.

Desde pequeñitas, las niñas visten de rosa, mientras que los niños visten de azul. Jamás me pregunté por qué esa decisión hasta el día de hoy. Yo simplemente recuerdo fotos, cuadros y esos trajes que llevaban mis abuelos y padres. Gorritas de encajes, vestiditos largos, puntillas, todos de color blanco o beige. Con rizos largos sea niño o niña, sentados en almohadones de brocato, con tules, moños en hermosas cabelleras, que sólo me parecían femeninas y no era así. ¡El de hermoso moño azul, con rizos dorados, era mi padre!

Era difícil distinguir a simple vista a un niño de una niña. Sólo vestían del mismo color, y llevaban un vestido, en esos tiempos los usos y costumbre no permitían vestir a los niños con pantalones.

El uso de los colores en la vestimenta infantil, la comodidad como norma, es un concepto moderno. A partir de la década de 1920 los padres comenzaron a vestir a sus hijos con ropas de color, tal vez pensando en buscar la forma de diferenciar al varón de la niña. Se comenzaron a dejar los pliegues, encajes y puntillas. Se comienza a buscar la sencillez y comodidad. El cambio comienza con algo muy distinto a lo que ocurre hoy, las reglas de etiqueta del momento permitían el color rosa para los niños y el azul para las niñitas. El azul celeste se pensaba ideal y el más delicado para las niñas, pensando en el color del manto de la Virgen María. Mientras que el color rosa se eligió para los niños, por su similitud con el color rojo, símbolo de fuerza, de poder, de fortaleza y de lo intenso.

Tanto oriente como occidente tomaron esos colores; para oriente, no fue sólo para diferenciar a sus niños, sino para protegerlos. La mortalidad infantil por esas tierras del oriente era tan grande, en especial los que partían eran los niños. Entonces sus padres, creyendo que su Dios, por sus pecados, les arrebataba a sus hijos varones, decidieron ocultarlos bajo los colores de sus vestimentas. A partir de los años cuarenta, las niñas visten de rosa, mientras que los niños visten de azul. Sea rosa sea celeste, los bebés son hermosos, y aunque las modas van y vienen, los usos y costumbres nunca son iguales.

Cómo se comunica
Para comunicar el nacimiento de nuestro bebé, la etiqueta nos da dos soluciones, podemos comunicarlo por correo, a los amigos, familiares y conocidos que se encuentran viviendo en otros lugares. Si fuera así, uniremos a la tarjeta de los padres una más pequeña con el nombre del bebé, si fuera niño con un lacito celeste, y niña con lacito rosa, y la mandaremos por correo. O bien, podemos esperar el bautismo, y la estampita será la que enviaremos para comunicar nuestra alegría.

Podremos también, con buen gusto, publicar la noticia con una nota discreta, en la sección “Sociales” del diario local, donde los padres dirán el día, lugar y nombre de la nueva personita.

Las visitas
En los días que la madre permanezca internada, los amigos serán los que rápidamente harán llegar sus felicitaciones, de la forma mejor que responda a su compromiso y grado de amistad.

Hay mamás a las que les gusta recibir visitas en el sanatorio y a otras en su casa. Si la visita fuera en los días de interacción, debemos de ser prudentes con el tiempo, dado que la madre en esos momentos, simplemente quiere conocer a su bebé y restablecerse de su parto.

Este tipo de visitas son obligaciones que la sociedad nos impone. En especial cuando la mamá es nuestra amiga, en ese caso deberemos preguntar al feliz padre, por teléfono, si la visita es prudente. En caso que la respuesta sea afirmativa, nos pondremos hermosas y llevaremos unas atenciones para el bebé y su mamá.

Hermosa ropita para el niño, una alhaja, un jueguito de cubiertos para su primera comida, flores, una planta, marrón glasé o bombones para la madre. Escribiremos preciosa tarjeta o una linda carta, con frases para la ocasión, que seguramente la flamante madre guardará de por vida en recuerdo de ese irrepetible momento.

Si fuéramos íntimos, será correcto preguntar si necesitan algo en especial, y tal vez regalar algo que sea útil para el bebé: sillita de comer, corralito, coche de paseo.

Trataremos que la visita sea breve y la conversación agradable, nuestro tacto social hará que orientemos la conversación sólo a temas alegres. Hablaremos del recién nacido, de su parecido con la familia, no tomaremos al bebé en nuestros brazos ni lo tocaremos, para muchas mamás esas actitudes no son de su gusto, temen un contagio, o sólo tienen celos lógicos de ese bebé, pensando que es sólo su tesoro.

Un consejo a las mamás: no cansen a las visitas contando todos los pormenores de lo acontecido, tendrán que tratar de olvidar las pequeñas cosas desagradables, y sólo disfrutar de la felicidad que nos dan los que nos han venido a visitar para compartir nuestra alegría.

Pienso que tal vez si volamos con la imaginación y traemos a nuestra memoria aquellos cuentos infantiles donde las hadas derramaban dones a los recién nacidos. Y creemos que nuestras hadas de cuentos son nuestros parientes y amigos, más reales y actuales, que las hadas de cuentos. Pero que como ellas, alegremente colmarán a nuestro futuro príncipe o princesa, de dones y regalos; entonces nobleza obliga, los debemos atender, simplemente, con felicidad.

Quiero compartir parte de un cuento hermoso, que mi abuela Elena me contaba de niña. Mis abuelas eran esas abuelas soñadas, coquetas, buenas anfitrionas, distinguidas. Pero sobre todo con un amor grande, el cual me trasmitieron con enseñanzas y ejemplos. Mi padre, mi madre, mis tíos, todos maravillosos. Cigüeña, hay cosas que en un momento cualquiera no se pueden decir pero creo que éste es el oportuno para que sepas algo. Gracias por dejarme en mi país, en esta familia, que es y será mi ejemplo y sostén.

La última perla

Hans Christian Andersen
(1805-1875)
Escritor y poeta danés

Era una casa rica, una casa feliz; todos, señores, criados e incluso los amigos, eran dichosos y alegres, pues acababa de nacer un heredero, un hijo, y tanto la madre como el niño estaban perfectamente.

Se había velado la luz de la lámpara que iluminaba el recogido dormitorio, ante cuyas ventanas colgaban pesadas cortinas de preciosas sedas. La alfombra era gruesa y mullida como musgo; todo invitaba al sueño, al reposo, y a esta tentación cedió también la enfermera, y se quedó dormida; bien podía hacerlo, pues todo andaba bien y felizmente.

El espíritu protector de la casa estaba a la cabecera de la cama; diríase que sobre el niño, reclinado en el pecho de la madre, se extendía una red de rutilantes estrellas, cada una de las cuales era una perla de la felicidad. Todas las hadas buenas de la vida habían aportado sus dones al recién nacido; brillaban allí la salud, la riqueza, la dicha y el amor; en suma, todo cuanto el hombre puede desear en la Tierra.

Fiesta de pañales
Algo que me encanta para el séptimo mes… Una “fiesta de pañales” (baby shower).

Un baby shower o “fiesta de pañales”, término que voy a utilizar para esta reunión, me agrada mucho, y utilizo mi idioma castellano. Es una reunión muy agradable, donde se sirve un estupendo té, donde no faltarán los juegos para entretener y pasar un momento especial, recuerdos para los invitados, y muchos regalos para la futura mamá y el nuevo bebé.

Es una fiesta que celebra a un bebé y a la futura mamá, y es un tiempo precioso para la mamá, sus amigas y familiares.

La futura mamá no debe organizar su propia “fiesta de pañales”. Una “fiesta de pañales” es para honrar a la madre. Entonces, sus amigas o familia deben tomar la responsabilidad de la organización para la reunión.

Es preferible celebrar la “fiesta de pañales” durante el séptimo mes del embarazo. Así, la madre sabrá si es niño o niña, dada la tecnología de nuestros tiempos. Hay mamás que prefieren no saber el sexo del bebé, ésas comprarán y recibirán regalos que no identifiquen si es niña o niño. Uno de mis bebés fue tramposo, a pesar de la ciencia, jugaba a las escondidas, y no dejaba ver si era niño o niña, hasta el momento de nacer, creo que fue Jazmín, así que el doctor me dijo: “Espera y teje todo en color blanco.”

Como sobre gustos nada está escrito, muchas prefieren que la “fiesta de pañales” se celebre durante el mes ocho. Otras prefieren celebrarla después del nacimiento. Algunas culturas lo requieren así. En realidad el mejor tiempo para celebrar es cuando le guste más a la nueva mamá.

El lugar correcto para celebrar la “fiesta de pañales” es en la casa de quien organiza la reunión. No sería correcto celebrar en casa de la embarazada porque es a ella a quien se honra y no está bien que finalizada la reunión sea quien limpie la casa después de la fiesta.

Para invitar a esta reunión informal, pero llena de ilusiones y felicidad, hay varias maneras:

Se podrá mandar una invitación de papel a cada amiga y familiar en la lista de invitados. Las hay hermosas con adornos propios del motivo de la reunión y muy coloridas. O simplemente, llamar por teléfono para invitar a todos a nuestra “fiesta de pañales”. Todo dependerá del tiempo y dinero que tengamos para gastar. Jugaremos con la imaginación, y con diseños soñados y amorosos, dulces, alegres y amorosos, siempre recordando compartir con la reina de la reunión que es la futura mamá la lista de invitados que a ella le dé más alegría.

Si ella sólo quiere una “fiesta de pañales” pequeña e íntima, entonces sólo debe de invitar a las amigas y familiares que conozcan bien a la embarazada. Es un tipo de reunión que permite se invite a los hombres también. Egoísta y de mal gusto sería de nuestra parte no darles a los varones el mérito eternamente agradecido por dar la continuidad a la especie. Habrá pañales, chocolates, almohaditas de lavandas y bolsitas de tul con pétalos de rosas.

Mi cigüeña y yo nos vamos
No me quiero ir sin antes contar que mi cigüeña y yo estamos juntas hace mucho tiempo. Claro, desde que nací y antes también. Ella vive en la chimenea de la quinta de mis abuelos, la decora y la vigila cuidando a la familia desde lo alto, en silencio, distinguida y erguida. Ella está en una localidad de la provincia de Buenos Aires, en Don Torcuato; en invierno sus blancas plumas se ponen oscuras, por culpa del humo de la chimenea.

Mi hija Jazmín me decía: “Mami, mira qué linda, está quieta.” “¡Sí —le decía yo—, ella te trajo a casa! Es la cigüeña que trajo al abuelo, a mis hermanos y a mí. Ella espera hasta que se escriba con amor otra carta, y así va y viene, llevando hermosos bebés de un lugar a otro.

Nunca voy a olvidar esos ojos verdes, hermosos y grandes, llenos de ilusión que tenía mi Jazmín, esperando ver levantar vuelo a mi cigüeña.

Pasaron años, la cigüeña trajo a mis sobrinas y más bebés y ahora le toca ser internacional, viaja a México…

Tengo un secreto. Esta vez no lo voy a contar en voz baja y al oído, lo voy a contar con voz dulce y firme. Me lo contó un ángel, así que, cigüeña, deja ya la chimenea, es tiempo, de volar. Pronto le toca el turno de bajar a la Tierra, a un angelito primoroso y nacer en ella como niño.
Está asustado, piensa cómo va a vivir en la Tierra tan pequeño.

Cigüeña, dile que se quede tranquilo, que Dios eligió un Ángel Guardián que en la Tierra lo va a cuidar y proteger, lo va a tomar de la mano y lo va a guiar. Con ternura lo va a mecer para que el sueño pueda venir. Ese ángel le va a cantar, le va a sonreír, y le va a enseñar con paciencia y amor cada una de las palabras que los hombres usan en la Tierra, le va a enseñar a rezar, juntando sus manitas. Con ojos y mirada dulce, con caricias y abrazos, lo va a cuidar de todo temor. Si te pregunta su nombre, no lo sé, sólo sé que tiene cabellos suaves, voz tierna y que simplemente le dirá: Mamá.

Cigüeña, la carta se escribió, la respuesta está. Tanto, tanto lo desearon. ¡Levanta vuelo, cigüeña! Vamos, te esperan Ana Fabiola y Alfonso, con ilusión y amor. Que dejes a Emiliano en sus brazos.

¡Bendición del cielo!

“No tiene el mundo flor en la tierra alguna, ni el mar en ninguna bahía perla tal, como un niño en el regazo de su madre”
Oscar Wilde (1854-1900)

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