Cultura

El Museo de Guadalupe recupera ritos marianos del siglo XVIII en torno a la Semana Santa

El Altar de Dolores presenta ¡Oh, Raquel hermosa!, en el que destaca una escultura de culto del siglo XVIII que los franciscanos ceden durante abril para su exhibición en el museo. Esta pieza podrá apreciarse en el recinto zacatecano, del 7 al 24 de abril, junto con otros objetos antiguos de carácter litúrgico y ornamental

Revista Protocolo

Zacatecas, Zac., 13 de abril de 2022.— Los zacatecanos revivieron la procesión previa a la Semana Santa que realizaban los franciscanos del Antiguo Colegio Apostólico de Propaganda Fide en el siglo XVIII y hasta el XIX. Los religiosos trasladaban una imagen mariana doliente, que formó parte de la ornamentación de su templo principal, por diversos espacios del seminario, donde hoy se alberga el Museo de Guadalupe, en Zacatecas.

A más de 150 años de que se realizara por última vez aquel ritual litúrgico, la Secretaría de Cultura federal, por medio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Museo de Guadalupe, retomaron la procesión como parte de la instalación del Altar de Dolores, titulado ¡Oh, Raquel hermosa!, que se inauguró en días pasados.

La procesión se realizó de la antesacristía del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, aún abierto al culto, a la Capilla de la Enfermería del Museo de Guadalupe, donde se exhibe tal como se solía mostrar en la época virreinal.

Para los franciscanos, la Virgen de los Dolores fue y sigue siendo una imagen de especial devoción. Desde el siglo XVIII se le nombró patrona del noviciado, cuando fray Antonio Margil de Jesús, fundador del Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Guadalupe, estableció una cofradía en su honor y, en 1714, los misioneros de Guadalupe fundaron una misión dedicada a esta advocación mariana, en el actual territorio de Texas, Estados Unidos.

En la procesión, previa a la Semana Santa, volvieron a ser interpretados algunos cánticos con más de 150 años de no ser entonados, los cuales fueron acompañados de un armonio (órgano pequeño). Dichos cantos fueron extraídos de un manual para las procesiones y otros rituales religiosos, escrito en 1854 por un franciscano del Colegio de Guadalupe.

La procesión concluyó con la colocación de la imagen de la Dolorosa en el altar que hace alusión al personaje bíblico de Raquel, esposa de Jacob, quien representa el dolor de las madres por la pérdida de sus hijos, pero que al mismo tiempo encarna la esperanza vivida en el llanto.

La escultura aún conserva algunos elementos indumentarios originales como la túnica blanca que sirve de fondo, un brocado de Bretaña y un terno de seda.

En el altar se colocaron velas en representación de la luz que Cristo dejó en los apóstoles; recipientes de cristal para simbolizar las lágrimas de la Virgen María; trigo y alpiste, que figuran la Eucaristía y Resurrección de Jesús, y naranjas agrias en recuerdo de los ásperos momentos que vivió la inmaculada al ver el sufrimiento de su hijo.

Otros elementos del altar son el papel picado en color morado y blanco, que aluden a la pena, el luto, la tristeza y desolación de María tras la muerte de Jesús; las flores (nardos, claveles) y hierbas aromáticas (manzanilla y pasiflora), cuya esencia y perfume calmarían los dolores de la Virgen e intentarían alegrarla. Hay instrumentos de la pasión como el gallo, la columna de la flagelación o la lanza con que hirieron el costado de Cristo.

Además, se colocaron distintos elementos ornamentales como espejos, lámparas de aceite, finos manteles y encajes, pañuelos bordados para que la Virgen seque sus lágrimas; jarrones, tibores y otro tipo de loza que aviva el altar, así como tapetes de aserrín en los que se distribuyen motivos florales y pasionarios.

Un óleo de gran formato manufacturado por el pintor Juan Nepomuceno en 1784, que retrata a la virgen María con el cuerpo inerte de Jesús (escena también conocida como La Piedad y que es acervo del museo) acompaña a la escultura mariana.

Entre otros enseres del menaje cultural que resguarda el museo y que también se exhiben, está un tibor de talavera poblana del siglo XVIII y dos floreros de plata del siglo XIX.

Cabe destacar que el altar se levanta en la antigua Capilla de la Enfermería del colegio, una verdadera obra de arte de los canteros tarascos, quienes tallaron exquisitos detalles en los relieves que decoran la portada y la cúpula de esta capilla.

El altar podrá disfrutarse del 7 al 24 de abril, de 9:00 a las 18:00 horas. La entrada está incluida en el boleto de acceso al museo, con cupo limitado a cinco personas de manera simultánea. Se seguirán las medidas sanitarias establecidas por el recinto.

(Fotografías: Cortesía del INAH)

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