Cultura

Ex convento cercano al Popo, en atención continua

A través de la aplicación de cal, arenas y baba de nopal, el Ex Convento de Tetela del Volcán, en Morelos, es restaurado constantemente, dado el impacto de los tremores del volcán

La cercanía de 16 kilómetros entre el Popocatépetl y la población de Tetela del Volcán, en Morelos, ha sido la principal razón de que frecuentes tremores afecten al Ex Convento de San Juan Bautista, que data del siglo XVI; ante esta situación especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) realizan, de manera constante y acuciosa, trabajos de conservación del inmueble histórico, a partir de una mezcla de cal, tezontle y baba de nopal, que le ha devuelto firmeza.

La edificación, que forma parte de un conjunto de 14 monasterios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO, es atendida desde hace cuatro años, y de manera pausada, mediante la aplicación de dicho tipo de mortero, que ha mostrado su eficacia en la preservación de los muros construidos con tierras volcánicas de la región.

Laura Ledesma Gallegos, arqueóloga adscrita al Centro INAH-Morelos, trabaja en el rescate del inmueble conventual, con la colaboración de cerca de 200 personas de las comunidades aledañas, que desarrollan esta tarea extraordinaria de conservación, que va desde moler gravilla y tezontle para convertirlas en arenas muy finas, la elaboración de las diferentes mezclas de morteros para muros, la realización de aplanados y resane de grietas, hasta las “aguadas de cal” que se vierten sobre la construcción.

Para esta labor, los trabajadores se descuelgan desde la azotea en columpios sostenidos por la resistencia de cuatro o cinco hombres, ello, debido a que se trata de un inmueble histórico sobre el que no se debe fijar ningún elemento.

El Ex Convento de San Juan Bautista de Tetela del Volcán fue construido en el siglo XVI por la orden de los dominicos, y forma parte de una ruta de conventos ubicados en las faldas del Popocatépetl, que en 1994 fueron incluidos en la Lista de Patrimonio Mundial, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

La cercanía con el coloso ha propiciado, a lo largo de la historia, afectaciones de diferentes grados en el conjunto conventual. La más grave fue en el siglo XVIII, cuando a causa de un sismo de alta intensidad las bóvedas originales se vinieron abajo; en el siglo XIX se construyeron las bóvedas actuales, pero desde entonces se han tenido que sortear problemas de desplazamiento de muros, agrietamientos, varios de éstos acrecentados a causa de filtraciones de agua y concentraciones de humedad, indicó la arqueóloga Ledesma Gallegos.

El edificio está construido con cal mezclada con arenas y arcillas; sus componentes, materiales y sistemas constructivos se identificaron a través de exploraciones arqueológicas, hechas antes de su restauración, mismos que los especialistas del INAH decidieron retomar para recuperar la estabilidad y fuerza de cimientos, muros y cubiertas.

“En la restauración usamos métodos tradicionales y materiales originales, porque el tiempo ha demostrado que son resistentes y dan estabilidad al edificio. La cal es una roca metamórfica cuyo proceso de transformación tiene todas las cualidades para absorber otros componentes, como la gravilla y el tezontle, y endurecerse con ellos. Se ha usado para la construcción de manera ancestral, en México desde hace por lo menos mil 500 años; en Mesoamérica se usó para unir las piedras en la mampostería, y para elaborar los acabados de estuco de las ciudades monumentales”, comentó la especialista Laura Ledesma.

“Las propiedades de la cal —añadió— se conocían en todo el mundo, y cuando llegaron los españoles a la Nueva España ocurrió un sincretismo de las técnicas de construcción; monumentos virreinales también fueron edificados con cal desde el siglo XVI, y esta tradición continuó hasta 1906, cuando llegó el cemento a México, y fue a partir de la década de 1930 que se sustituye completamente el mortero de cal por el concreto.

De acuerdo con la especialista, la cal tiene propiedades que permiten que todo el material constructivo tenga movimiento y se acomode con la oscilación del suelo, en consecuencia hay desprendimientos en lo que se restaura; en cambio el cemento —que es bueno en otro tipo de construcciones—, tiene un cuerpo sólido que fragua por sí solo, y que al ser sólido, con los movimientos del suelo se desprende; entre las fisuras queda atrapada agua que provoca humedades, y ésta, mayores desprendimientos. Por eso, este último no ha sido adecuado para restaurar los edificios construidos con cal.

Es así que desde hace cuatro años los especialistas se dieron a la tarea de eliminarle al Ex Convento de Tetela del Volcán todos los resanes hechos con cemento, y restituirlos con las mezclas de cal y arenas volcánicas, con las que también han sellado grietas, consolidado muros y hecho los aplanados.

El proceso comienza con la preparación de las arenas, al sitio llegan gravillas y tezontles -—de entre dos y tres centímetros— que son cernidos en una gran coladera de más de un metro por los maestros de obra; luego de esta primera selección de rocas, alrededor de 100 mujeres muelen las piedras en metates, y después de varias pasadas obtienen arenas de diferentes texturas, desde la fina hasta extrafina, como la del talco.

“Con esas arenas, cal y tierra preparamos tres tipos de mezclas; la que llamamos mortero de amarre, se hace con la arena más gruesa, misma que se usa en intramuros para consolidarlos; el medio, con una arena de molido fino, sirve para hacer la primera capa de los aplanados; y el extrafino, que se crea con la arena pulverizada, y coloca en los acabados finales, el cual se puede decir que es ‘la piel’ del edificio, porque da textura y, combinada con arcillas, también color; igualmente sirve para proteger a la construcción de los factores del ambiente, ya que permite que el agua escurra en lugar de filtrarse.”

El elemento principal de la mezcla es la cal, destacó Laura Ledesma, al explicar que ésta se adquiere pura y se hidrata con agua durante días y en grandes tambos; cuando está lista se prepara la mezcla, que además de las arenas lleva tierra. La mezcla queda lista hasta que toma la consistencia del chicle.

“Por otra parte, la baba de nopal, es usada para humedecer los muros, antes de que se aplique la mezcla de cal, y de esta manera se adhiera y evite que se cuartee.

“Además de la mezcla, con la cal se preparan ‘aguadas’, es decir, agua de cal no espesa, con la que se rocían los techos para dar más estabilidad a la construcción, que al momento de secar sirve como impermeabilizante y evita filtraciones de agua”, finalizó la arqueóloga Laura Ledesma.

La restauración del Ex Convento de San Juan Bautista continúa, y aun cuando el Popocatépetl mantiene alta actividad, los habitantes de Tetela dicen no tener miedo, y siguen restaurando su templo, Patrimonio Mundial. Es la vida habitual al pie de un volcán.

Revista Protocolo

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