Cultura

Niños hacen música para combatir la discriminación cultural y la exclusión social

Música para todos es un programa de sensibilización a la música e integración social enfocado a niños, jóvenes y adultos con ceguera, debilidad visual y auditiva

Decenas de niños con ceguera y debilidad visual se reúnen alrededor de varios tambores y, mediante la música y el ritmo, automáticamente se detona en ellos una exploración sobre habilidades como la cooperación, el desenvolvimiento y la comunicación en un grupo. Eso provoca Círculo de tambores, espectáculo que se presenta hasta el 24 de marzo en la Pérgola de la Escuela Superior de Música, del Centro Nacional de las Artes (Cenart).

Círculo de tambores forma parte del programa Música para todos, dirigido por la percusionista Rosaura Grados Chavarría, quien cuenta que como resultado de la experiencia que ha acumulado como docente de educación musical de niños, adolescentes, adultos y adultos mayores a lo largo de 12 años, se propuso crear un esquema de sensibilización a la música e integración social, enfocado a niños, jóvenes y adultos con ceguera, debilidad visual y auditiva.

Música para todos es un programa con un enfoque holístico de la música centrado en el crecimiento y desarrollo personal y comunitario, que busca “sacar al músico que todos llevan dentro”, contribuyendo así a eliminar las prácticas e inercias que limitan el acceso a la cultura musical, el desarrollo y aprendizaje, sin distinción de raza, sexo o condición física.

“Música para todos tiene como objetivo promover y fomentar la inclusión e integración social a través de la igualdad en el acceso a la cultura musical para toda la población, buscando combatir la discriminación cultural y la exclusión social de grupos vulnerables que por su condición física o social suelen ser objeto de discriminación en nuestro país”, explica Rosaura Grados, egresada de la Escuela Nacional de Música de la UNAM.

El porqué de utilizar los tambores, precisa Grados, se debe a que el primer recuerdo auditivo que tenemos en común todos los seres humanos es el latido del corazón de nuestra madre.

“Ese pulso vital marca la pauta de nuestro paso por este mundo y es y ha sido motivo de ocupación e inspiración de la raza humana desde sus orígenes. Debió haber sido maravilloso para el hombre primitivo descubrir que al chocar dos objetos entre sí, éstos producían un sonido particular y que podía tener control sobre el resultado. Reunirse en torno a un círculo fue, ha sido y es quizás el paisaje que mejor representa el sentimiento de unidad y fraternidad que la raza humana no ha perdido del todo.”

Para la directora de Música para todos, la percusión es la madre de la música y el latido del tambor, su hijo predilecto. “El retumbar de un tambor activa en nuestra memoria un recuerdo casi ‘genético’, por lo que resulta ideal para fomentar la conexión entre el hombre y su propia naturaleza. De ahí que este programa se sirva de los tambores y de la amplia gama de instrumentos de percusión para facilitar la enseñanza de la música a través del juego y experimentación espontánea, única e irrepetible”, dice.

A partir de la premisa de que el proceso de aprendizaje suele ser el mismo para todos los seres humanos, pero para quienes padecen una disminución o carencia de alguno de los sentidos sensoriales se compensan y potencian los demás, la docente buscó diversas estrategias didácticas para que sus alumnos asimilaran ese primer recuerdo auditivo.

“Limitar temporalmente un sentido sensorial en el alumno, tal como vendarle los ojos o ponerle tapones en los oídos al momento que realiza alguna dinámica musical o interpreta alguna pieza, genera que el cerebro compense paulatinamente esa carencia y agudice sentidos sensoriales que comúnmente no estaban involucrados en un rol prioritario”, explica.

“Contrastar mi experiencia como docente de educación musical de alumnos ciegos, con debilidad auditiva e incluso con autismo, con la de alumnos en uso pleno de todos sus sentidos, me llevó a la conclusión que carecer o tener una disminución de algún sentido no es una limitante significativa para el aprendizaje musical.”

Si bien admite que “la música no es la panacea que remediará todos los males de este mundo”, la instrumentista se dice convencida de que a medida que más personas puedan comprender el significado y belleza del arte a través de la música, estaremos contribuyendo significativamente a reducir la desigualdad que permea en la sociedad, no sólo la económica, sino también la cultural.

Música para todos. Círculo de tambores, tendrá presentaciones hasta el 24 de marzo, los sábados y domingos a las 12:30 horas, en la Pérgola de la Escuela Nacional de Música, ubicada en el Centro Nacional de las Artes, Río Churubusco 79, esq. Calzada de Tlalpan, cerca de la estación del metro General Anaya. La entrada es libre.

Para mayor información consulte www.cenart.gob.mx

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