Cultura

Rinden homenaje al filósofo y escritor Alejandro Rossi

Proyectan un documental realizado por Paulina Lavista y develan un cuadro en su honor, pintado por Arnaldo Coen

Ante Olbeth Hansberg, viuda del escritor,
develó una pintura realizada por el
pintor Arnaldo Coen

La gloria de la filosofía, decía Alejandro Rossi, es precisamente que no tiene tema, que se entromete en todo, nadie sabe muy bien qué es, cambia de máscaras continuamente, pero no desaparece; es también desenfrenada y extravagante en su misma forma.

Así lo expresó Luis Villoro durante el homenaje que los miembros de El Colegio Nacional rindieron a Alejandro Rossi (Florencia, 22 de septiembre de 1932, ciudad de México, 5 de junio de 2009), quien desde los años cincuenta radicó en México para conformar una importante obra literaria, además de participar en forma destacada en importantes revistas como Plural y Vuelta.

En la ceremonia donde estuvo presente Consuelo Sáizar, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta); Manuel Peimbert, presidente de El Colegio Nacional; el historiador Enrique Krauze, el escritor Ramón Xirau, así como amigos y familiares del autor de Manual del distraído, Luis Villoro dijo que Alejandro Rossi estableció con su obra la relación estrecha entre literatura y filosofía.

“Fue un hombre que durante su vida formó también muchos discípulos que más tarde serían notables investigadores. Muchos recuerdan sus clases en la universidad que rezaban sobre la corriente de la filosofía analítica, además de sus estudios filosóficos que abrieron nuevos senderos para el pensamiento.”

Luis Villoro recordó que entre las preocupaciones constantes de Rossi se encontraba la relación entre el pensar filosófico y el quehacer literario, retomando incluso la posición de Ortega y Gasset sobre la posibilidad de una filosofía de la cultura, que tratara también sobre el arte, la historia y la política.

“Rossi nombra a Ortega y Gasset como ensayista cultural en pleno vuelo, pero al mismo tiempo establece que para la filosofía no hay límites, porque es a veces una reflexión sobre la ciencia y otras un análisis sobre el concepto de amistad, a veces una supuesta prueba sobre la existencia divina o a veces se ocupa de la mesa de enfrente para probar que está ahí.”

En el acto fue proyectado el documental Alejandro Rossi, realizado por Paulina Lavista, perteneciente a la serie Creadores Eméritos, producida por el Conaculta a través del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

Asimismo se develó en el Aula Mayor, ante Olbeth Hansberg, viuda del escritor, una pintura realizada por el pintor Arnaldo Coen, donde el autor aparece en su mesa de trabajo rodeado de libros.

Sobre la adopción que Rossi hizo de México como su segunda patria, Enrique Krauze recordó que el escritor encontró aquí a sus pares, un grupo nacido entre los años veinte y los treinta del siglo XX y en el que ya descollaban filósofos como Jorge Portilla, Luis Villoro y Fernando Salmerón, discípulos todos de José Gaos, figura tutelar de esa generación.

Rossi se inclinó por la metafísica, al grado de asistir a un curso con Heidegger en Friburgo, además de estudiar en Oxford, donde enseñaban las grandes luminarias de la filosofía.

“En México Alejandro Rossi contribuyó a la puesta al día del Instituto de Investigaciones Filosóficas, dio cátedras deslumbrantes, emprendió investigaciones innovadoras sobre lógica y semántica, además de publicar un clásico sobre el tema: Lenguaje y significado.”

Enrique Krauze destacó que lo interesante en el caso de Rossi es la derivación de la filosofía hacia la literatura, hecho que ocurrió cuando cumplió 40 años y comenzó a publicar en la revista Diálogos, de Ramón Xirau, y más tarde en Plural, de Octavio Paz.

“Los suyos eran una serie de relatos sorprendentes e inclasificables que se titularon Manual del distraído. En aquellos textos de literatura filosofante, los lectores identificaron de inmediato la aparición de una voz única. Cada relato era una lenta y cuidadosa decantación de objetos, personas, atmósferas, lecturas e ideas.”

Krauze recordó que tras la publicación de esos textos en 1978, Rossi abundó en el mismo género con el texto Un café con Gorrondona, pero en los noventa dio un giro inesperado al publicar La fábula de las regiones, seis relatos magistrales emparentados cercanamente con las historias y geografías de Gabriel García Márquez, pero sin cuadros torrenciales del poder ni intrincadas alquimias de realismo mágico.

“Eran sutiles acuarelas impresionistas, perfiles de almas melancólicas, crepusculares, estoicas, espectrales. El estilo de Rossi tiene como protagonistas a los adjetivos, en cada página, a veces en cada párrafo, hilvanó formas nuevas y primigenias para nombrar a las cosas. Solía leerlo con un lápiz para subrayar, no sin envidia, los adjetivos. Otro genio suyo eran las imágenes, asociaciones y metáforas de gran belleza.”

Revista Protocolo

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