Especial

Apuntes mexicanos

Cuando estuve en México, un abril de 1979, no me había imaginado que iba a regresar dos veces más… y, sin embargo, ¡así fue!

En 1979 llegué a México como intérprete de una importante misión parlamentaria rumana; en noviembre de 1983, en calidad de periodista, invitado por el grupo mexicano Primera Plana, y 18 años más tarde, un 7 de noviembre, entregaba mis credenciales al presidente de los Estados Unidos Mexicanos en calidad de embajador de Rumania.

Llevo, por lo pronto, casi tres años como máximo representante de mi país en México y esta es una idónea oportunidad para rememorar algunos de mis sentimientos y algunas de mis experiencias mexicanas.

Mis primeros e imborrables recuerdos se relacionan con la gente de estos parajes. Recuerdos actualizados y consolidados permanentemente, convertidos en certezas y sentimientos compartidos.

¡México, tierra de mitos y leyendas, tierra de colores y ritmos, de cantos y poesía, lugar de tristezas y alegrías, de trabajo duro y retos, de fe y esperanza, nación fuerte en plena definición de su identidad universal, parajes codiciados, amados y temporalmente abandonados, mas siempre añorados por su gente!

Mi México lo llevo en el corazón y se identifica con lo más sagrado y respetable que he venido conociendo durante mis estadías más largas o más cortas, desde varios ángulos de mi enfoque hacia su gente, su historia, su espiritualidad, su latinidad, sus ancestros y sus contemporáneos. Mi México es uno vivo, enérgico y entusiasta, es uno que sobrevive con sus valores intrínsecos de más allá del calendario, es una mezcla inconfundible e incomparable de historias de luchas y victorias, de obstáculos y desencantos; es un mundo de donde salieron y se fueron para convertirse en mis valores, en los de todo el planeta, el fabuloso Diego Rivera y su —para siempre— Frida, Octavio Paz y Carlos Pellicer, Orozco, Tamayo y Siqueiros; ellos me enseñaron de una forma u otra quiénes y cómo fueron Netzahualcóyotl, Moctezuma y Cuauhtémoc.

En mis viajes por una capital con todos sus problemas cotidianos supe encontrar mis lugares preferidos, donde disfruté y sigo disfrutando del perfume bohemio o mexica de un México que se deja descubrir: Coyoacán, San Ángel y la Condesa siembran inevitablemente mis caminos dominicales…

Mis paseos por este México, como periodista o diplomático me han facilitado encuentros entre dos mundos —el mexicano y el rumano—, que tantas similitudes tienen: la latinidad con sus extraordinarias formas múltiples e impresionantes de expresión en la música y el baile, en la creación artesanal, el folclore, la poesía, las artes, la gastronomía. Encuentro por todas partes gente ávida de conocer y aprender, de intercambiar experiencias y ello es, de por sí, la garantía del éxito de la misión diplomática que tengo: hablar de mi país, trátese de la transición democrática o de las normas de ceremonial y protocolo…

¡México, ombligo del mundo!

He aquí un sintagma que todavía los mexicanos y nosotros —los que tenemos el privilegio de estar con ustedes— tenemos que descifrar.

PAÍSES QUE NOS ESTÁN VIENDO