Internacional

Luchadores extranjeros de sumo: ¿amenaza o salvación?

El punto culminante del Torneo de Sumo de Otoño del pasado 25 de septiembre fue el desempate entre un mongol y un búlgaro. Evidentemente, se han producido algunos cambios sorprendentes en el deporte más tradicional y venerado de Japón. No hace mucho tiempo se consideraba el sumo como algo incomprensible para mentes no japonesas; de forma parecida a lo que representa el críquet para los ingleses, el sumo es un icono cultural para los japoneses, aunque no sea el deporte más popular. Las opiniones varían sobre los efectos a corto y largo plazos de la afluencia de talento extranjero.

Aunque todavía son pocos, los extranjeros empezaron a adentrarse en el sumo desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Estos luchadores eran predominantemente estadounidenses y brasileños de origen japonés, y nadie los podía distinguir fácilmente ni por el nombre ni por sus rasgos. Lo mismo se podría decir de los pocos chinos, muchos de los cuales fueron en realidad seleccionados en Japón. Los primeros en llamar la atención fueron los isleños del Pacífico –tonganos, hawaianos y samoanos occidentales– desde los años ochenta. No todos consiguieron triunfar, pero aquellos que lo lograron eran grandes, poderosos y muy sacrificados; Takamiyama fue el primer luchador de origen foráneo en ganar la Copa del Emperador y convertirse más tarde en maestro de cuadra (o escuela de sumo); Konishiki, hawaiano de origen samoano, se convirtió en el Ozeki nacido (el segundo rango más elevado); y Akebono, el alumno aventajado de Takamiyama, fue el primer extranjero en lograr la mayor categoría dentro del sumo: Yokozuna.

La segunda gran oleada comenzó en 1992, cuando un maestro de cuadra contrató a seis mongoles. Tres de ellos abandonaron casi inmediatamente; pero espoleados por el éxito de Kyokushuzan y de Kyokutenho (ambos aún en activo), empezó a llegar desde Ulan Bator un número cada vez mayor de jóvenes ilusionados. Alarmada por la invasión de su deporte ancestral, la Asociación de Sumo empezó a considerar la imposición de un máximo de 20 personas de cada país extranjero; pero antes de que se tomara una decisión en firme, los mongoles ya habían superado este número. Ante ello, probaron otro plan: un límite de dos extranjeros en cada cuadra, excepto para la de Oshima-beya, que ya contaba con tres mongoles. (La cuestión es que aquí los traspasos no están permitidos en la monolítica Asociación Japonesa de Sumo (AJS); un luchador sólo puede abandonar su cuadra cuando se retira del sumo definitivamente.)
Desde entonces, el mínimo se ha rebajado hasta uno por cuadra –excepto, por supuesto, en el caso de aquellas cuadras que ya tenían dos o tres–. Esto no sucede sólo en Japón; en otros países, hay determinados deportes que también imponen un cupo de extranjeros. Esto no es necesariamente un indicio de racismo, porque si bien el talento exhibido por los inmigrantes es bien recibido, si superan determinada proporción crítica, es posible que se produzca un cambio en el concepto que de ellos tiene el país anfitrión.

Los mongoles son con mucho los más numerosos por el momento. Sin embargo, aunque menos numerosa, ha aparecido discretamente una tercera oleada: esta vez se trata de países que en el pasado pertenecían al bloque soviético: Georgia, la República Checa, Rusia, Bulgaria, Estonia, Kazajstán y Hungría.

¿Internacionalización del Sumo?

¿Pero verdaderamente se ha internacionalizado el sumo? Más bien se podría decir que son los aspirantes extranjeros los que han de esforzarse muchísimo para llegar a ser como los japoneses; incluso para los jóvenes japoneses, la vida espartana dentro de un sumo-beya (una cuadra) supone toda una experiencia; la comida principal, un estofado denominado chankonabe, que tiene de todo, es también ajeno a los jóvenes japoneses de la misma manera que lo es para los que son de fuera. Todos por igual han de aprender a obedecer las normas y a esforzarse en el trabajo más de lo que habían podido imaginar. Pero los no-nativos también han de aprender el idioma y las costumbres japonesas.

Una de las cosas que más claramente se ha internacionalizado han sido los seguidores del sumo, tanto los telespectadores como el público que asiste en directo a los combates. La AJS tiene ahora plena conciencia del enorme aumento de clientes foráneos, no sólo en las butacas más económicas o en las visitas de media hora incluidas en los recorridos para visitar “los lugares de interés de Tokio”. El Kokugikan de Tokio, por ejemplo (el único estadio permanente con que cuenta el sumo), retransmite los comentarios tanto en japonés como en inglés desde las emisiones por satélite de la NHK; a cambio de un depósito reembolsable, los clientes pueden pedir prestados pequeños aparatos de radio para escuchar los combates.

Los periódicos japoneses reflejan la actitud ambivalente de la AJS y del público. El Yomiuri Shimbun, en su ejemplar del 29 de septiembre, llamaba la atención sobre la proporción de extranjeros dentro del sumo: “En la división makushita –la tercera división del sumo– hay 19 luchadores extranjeros menores de 23 años, casi tantos como luchadores japoneses de la misma edad. Estas cifras sugieren que los luchadores extranjeros acapararán las mejores divisiones aún en un futuro cercano.” Un portavoz de la JSA expresaba sus dudas respecto de los planes de los extranjeros tras su retirada: “Los diferentes métodos y formas de pensar podrían acabar con las tradiciones japonesas…” Sin embargo, el artículo concluye con la insinuación de que la emoción que han traído estos hombres desde el extranjero es la que está aumentando el interés por el sumo.

En comparación, el Asahi Shimbun, en un editorial del 26 de septiembre, insta a la AJS a abrir aún más las puertas: “El cupo (de un extranjero por cuadra) debería ampliarse si la comunidad del sumo quiere mantener a cierto número de luchadores extranjeros de extraordinario talento a largo plazo. Eso contribuiría a mejorar la calidad de los espectáculos y a reforzar la situación económica del negocio.” Y, tras mencionar una serie de exitosas giras en el extranjero, el editorial concluía: “El sumo es ahora un precioso recurso diplomático de Japón.”

Fuente: Centro de Prensa Extranjera / Japón. Embajada de Japón.

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