Salud

El problema de no creer en nada y sus efectos en los niños

Un niño que no cree en su entorno vivirá con temores y frustrado

Revista Protocolo

Ciudad de México, 6 de diciembre de 2019.— Los niños menores de ocho de años creen principalmente en sus padres, en todo lo que rodea su entorno escolar, en sus maestros y comienzan a admirar los símbolos patrios. Les ilusiona la época navideña; creen en Santa Claus, los Reyes Magos, y en términos generales, piensan que la mayor parte de la gente es buena.

En cambio los de nueve a 12 años de edad manifiestan que México tiene muchos problemas, empiezan a desconfiar de sus maestros y devalúan los símbolos patrios. Desconfían de los extraños y piensan que la mayoría de las personas no son buenas o pueden hacerles algo malo: para ellos la época navideña es buena, no obstante, la mayoría, ya no creen en Santa Claus ni en los Reyes Magos. Asimismo, ya no confían tanto en sus padres. Todo lo anterior con base en estudios clínicos del Centro de Especialización de Estudios Psicológicos en la Infancia (CEEPI).

Y es que la mente infantil no ha cambiado tanto en los últimos años. El juego, ideales, afectos e ilusiones por el futuro, entusiasmo por aprender, capacidad de asombro, creer en fechas emblemáticas como Navidad o Año Nuevo y tener confianza en los demás, principalmente en sus padres, son el resultado de tener una niñez sana, en cuanto al estado emocional. Pero cuando los niños viven preocupados, frustrados o ansiosos, las creencias se transformarán en pesimismo o miedo irracional a perder a los seres queridos, lo cual genera baja autoestima, hostilidad y agresión.

A decir de la directora del CEEPI, Claudia Sotelo Arias, los niños en términos generales calcan las creencias de sus padres. “El pesimismo e incluso el catastrofismo que asumimos de la vida se verá reflejado de inmediato en nuestros hijos. Si no creemos en nada, los niños pequeños también creerán que viven en un mundo en donde a lo mejor nada vale la pena. Eso es nocivo porque más tarde podrían desarrollar trastornos emocionales: una niñez desconfiada dará como resultado a adultos hostiles y altamente egocéntricos”, explicó.

Susana Salazar Gómora, coordinadora de CEEPI y psicóloga infantil, sostuvo que la realidad de los adultos no puede ser vivida de igual manera por los niños. “No se trata de mentirle a los niños, la idea es respetar esta etapa que está basada en creer. Si no lo hacemos tendremos adultos frustrados y en los que germinará la depresión y las conductas que conducen a la agresión. Es fundamental que los niños mantengan la ilusión en esta época de Navidad y de fin de año, porque simboliza, entre otras cosas, unión familiar y valores como el amor, la amistad, la confianza y la honestidad”, concluyó.

CEEPI, con base en datos obtenidos en su clínica, desprendió las siguientes conclusiones:

Niños menores de ocho años
-Creen en sus padres principalmente.
-Creen en sus escuelas, maestros y símbolos patrios.
-Principalmente creen en un ser superior.
-Les ilusiona creer en Santa Claus y en los Reyes Magos.
-También creen que la mayoría de las personas son buenas: confían en el mundo que los rodea.

Los mayores de nueve años y hasta 12 de años de edad dejan de creer:
-Manifestaron que México tiene muchos problemas.
-Desconfían de sus maestros.
-No le tienen confianza a los policías y comienzan a devaluar los símbolos patrios.
-Cerca del 60 por ciento de los niños entrevistados creen que Dios es bueno, pero de la Iglesia tienen algunas reservas.
-El restante 40 por ciento no tuvo una idea clara de lo que es Dios o simplemente no creen.
-En general son desconfiados del prójimo: conocidos, vecinos, gente que ven en la calle.
-Tiene un muy mal concepto de los políticos en términos generales.
-Creen en sus papás pero con sus reservas. Muchas veces observan que son incongruentes: por ejemplo, un padre que se dice responsable pero que falta mucho a su empleo y miente a sus jefes diciendo que está enfermo.
-Saben que no seguir las reglas es malo, pero les divierte que sus padres lo hagan, algo así como “mi papá se pasa las reglas por el arco del triunfo”, lo cual constituye otra incongruencia.
-Comienzan a pensar que la mayoría de la gente no es buena.

Cabe señalar que esta información no marca tendencias ni opiniones solo la percepción que tienen algunos niños en sesiones de juego.

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