Seguridad

Secuestros y TLCAN

TLCAN y sus inicios

Mientras trabajé en la embajada estadounidense recibimos instrucciones del Departamento de Estado de promover el TLCAN. Había mucha renuencia entre los dueños de grandes empresas de Estados Unidos y Canadá. Sobre todo cuando se mencionaban temas delicados como era la corrupción en el gobierno de México, altos índices de delincuencia y los costos para asegurar su protección.

Mi supervisor y yo viajábamos en aviones Learjet a diversos destinos de la República Mexicana para exponer los puntos de vista de la Oficina de Seguridad (Servicio de Seguridad Diplomática, como ahora se conoce) de la embajada. En estas oportunidades mis jefes, ahora jubilados, como yo, daban estadísticas del número reducido de ciudadanos de Estados Unidos que eran víctimas del delito, incluyendo las que incidían en el personal diplomático.

Sin embargo, pese a estas ventajas, incluida la posición estratégica de México, junto a Estados Unidos y Canadá, al acabar de hablar, los oficiales de SSD se frustraban cuando los empresarios preguntaban por funcionarios del gobierno mexicano conocidos por escandalosos problemas de corrupción. Decían arriesgar su dinero en México.

Casi forzados por las circunstancias mis supervisores me solicitaban hacer uso del micrófono, pues yo era su jefe de asesores local, para dar a saber mi punto de vista. Me refería a las postrimerías de los años sesenta (cuando promovíamos el TLCAN era a la mitad de los noventa). Entonces, la inseguridad pública en Estados Unidos era mucho peor. Les decía que en México, entonces, no había ningún lugar que se comparara con zonas de alto índice de violencia urbana que en inglés se les conoce como “no man’s zone”. Ni en Tepito, colonias Buenos Aires, Doctores, áreas de Iztapalapa, Gustavo A. Madero jamás hemos visto ese tipo de situaciones, a pesar de lo que la prensa amarillista documenta diariamente, escenas desgarradoras que desacreditan a nuestro país como lugar ideal para el turismo y las inversiones.

Corrupción: mal mundial

Cuando leo en las noticias que México es blanco de críticas acérrimas de líderes de los países del Primer Mundo y de organizaciones internacionales, más aún de ciudadanos inquietos por su protección y la de sus familias, les quiero decir que en la página de Referencias de mi sitio hay suficiente evidencia de que mientras trabajemos unidos con nuestras autoridades, la esperanza de ganar la batalla contra el crimen organizado existe.

De repente, alguien llegaba y me decía “que dicen los señores que ya entendieron el mensaje”, especialmente cuando me refería a grandes escándalos de corrupción oficial dentro del gobierno de Estados Unidos. Si no hubiera ésta, el problema de las drogas allá no existiría.

Conclusiones

Los líderes políticos que se encargaron de elaborar el Tratado de Libre Comercio lo hicieron a las carreras, con poco o escaso conocimiento de las implicaciones que éste traería a la seguridad pública. Esto continúa hasta nuestros días en que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, planea hacer revisiones a este polémico tratado y hay quienes se oponen públicamente, cuando en verdad podría ser beneficioso, sobre todo para México.

Al llegar a nuestro país los grandes capitales, tanto los estadounidenses como los canadienses, trajeron consigo el concepto de la seguridad “privada”. Hasta la fecha trato de entender cómo es posible que civiles armados con poco o nulo entrenamiento lo amedrenten a usted, a mí y a todos cuando protegen valores en la vía pública. Lo mismo, cuando quien vigila su residencia, su trabajo, maneja su vehículo son personas que han sido entrenadas por agentes de la CIA, agencias policiales extranjeras cuya imagen a partir del 11 de septiembre han ido más y más en descrédito. Les invito a meditar sobre todas estas ideas y reflexiones.

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