Desde hace 85 años, el árbol de Navidad del Rockefeller Center es una tradición que se ha constituido como un elemento importante de la cultura estadounidense
Texto: Luis Felipe Hernández Beltrán
Si hay un destino en el mundo obligado a viajar en época de Navidad, sin duda alguna es Nueva York, en Estados Unidos.
Aunque los habitantes de aquellas tierras, como el resto de los estadounidenses, no suelen armar la fiesta en grande como en México y otras partes del mundo, la decoración por las principales calles de “La gran manzana” es digna de admirarse; si de por sí “la isla de la libertad” goza de ser una de las urbes más iluminadas de todo el planeta Tierra, en Navidad, esa iluminación se multiplica.
De todos los elementos navideños neoyorquinos, hay uno que es característico y único de Nueva York desde 1931: el árbol de Navidad en las faldas del Rockefeller Center, uno de los rascacielos más sobresalientes de la arquitectura estadounidense.
Es un pino natural enorme, que llega a superar los 30 metros de largo; decorado como la mayoría de los árboles de Navidad; en distintas épocas, esta planta ha roto récords en cuanto al mayor número de adornos o foquitos navideños llegando a rebasar los 500 mil ornamentos y los nueve kilómetros de extensiones, respectivamente.
Cada año, un estado de la Unión Americana es el elegido para donar el pino que deberá de ser sembrado y cortado en la localidad, y llega a Nueva York desde los primeros días de noviembre para su colocación y preparación.
Su encendido, que se acostumbra a las ocho de la noche de cada 30 de noviembre, es todo un espectáculo; su demanda para presenciarlo en vivo, es equivalente a la del Superbowl o en su momento, un concierto de The Beatles; millones de personas en el mundo pelean por el ansiado boleto, en ocasiones con más de un año de anticipación, y una vez conseguido, hay que llegar desde temprano para ocupar los mejores lugares.
Cada año, para disfrutar del primer día de actividades, se programan conciertos con artistas de moda, quienes aparte de sus éxitos, interpretan cánticos navideños; además de ofrecer espectáculos de baile o patinaje sobre hielo y contar con la presencia de los gobernantes en turno, en ocasiones hasta con el presidente estadounidense, y otros invitados especiales del medio artístico y socialité.
En la parte de abajo, se coloca una pista de hielo, en la que durante el mes de diciembre, los habitantes de Nueva York y turistas podrán disfrutar patinando en ella.
Se puede decir, entonces, que Nueva York no solo es la ciudad que alberga a algunos de los edificios más altos de todo el mundo, también goza de tener al árbol de Navidad más grande e iluminado del año.
Revista Protocolo
