Comercio y Negocios

Euro: unidad para la diversidad

Poco más de cinco décadas han pasado desde que Jean Monnet, principal artífice de la Comunidad Europea, concibiera a la futura federación como un espacio solidario y de convivencia pacífica para los pueblos de Europa, y no como una simple coalición de Estados.

Esta idea, piedra angular de la cimentación de una Europa unida, se hace hoy más palpable, con la reciente adopción del euro, en 12 Estados miembros de la Unión, como la divisa única con curso legal que sustituirá paulatinamente a las respectivas monedas nacionales, en un lapso oficial de dos meses, con fechas previamente acordadas para cada uno de ellos (ver tabla).

Lo que en 1951 se consideraba como la expresión de conceptos radicales, ajenos al entorno que vivía entonces el mundo, principalmente Europa, los cuales estaban fundamentalmente vinculados con la idea de un Estado rector, al cual no escapaban atributos esenciales como el de la soberanía, hoy son ya una realidad.

El sueño se cumplió. El precedente que asentara la Corte Europea en el caso Van Gend & Loos vs Países Bajos, de 1963, en el cual se reconoce por primera vez la posibilidad de una auténtica transferencia de soberanía por parte de los Estados miembros de la Unión Europea a un conjunto de instituciones independientes, encargadas del diseño y la puesta en marcha de políticas comunes en diversas materias, es desde el 1 de enero de 2002 absolutamente tangible.

Prueba viva de ello son los billetes y monedas de euro, emitidas por el Banco Central Europeo, que ya forman parte de la vida cotidiana de millones de ciudadanos europeos. La tan temida y criticada cesión de soberanía fue entonces, más que una pérdida, una ganancia.

Moneda única, un triunfo de la paz

Por primera vez en la historia de Europa, un grupo de países que reúne a más de 300 millones de personas y que representa el 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, asume libremente el compromiso solemne de avanzar en la construcción de valores que contribuyen a dejar atrás el horror de guerras pasadas, mediante la adopción de una moneda única.

En un escenario internacional dominado por los atentados del 11 de septiembre y sus consecuencias, así como por graves crisis económicas y de índole social, este acontecimiento de gran trascendencia histórica para el proceso de integración –más allá de consideraciones estrictamente financieras– es símbolo inequívoco de un logro sin precedentes en la continua búsqueda de la paz.

También es expresión de libertad y democracia, y constituye un paso decisivo en el sinuoso camino hacia la consolidación de la unión monetaria y política.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer y la mera introducción del euro no debe traducirse en una sucesión de avances espontáneos, en el tradicional efecto dominó, respecto a la profundización de la unión económica y, mucho menos, de la política.

Repercusiones en México

Es aventurado y prematuro –-incluso riesgoso– intentar la construcción de escenarios futuros, de mediano o largo plazos, en lo que se refiere al efecto que pudiera tener la introducción del euro en aquellos países que se encuentran fuera de la «eurozona», como es el caso de México, cuando incluso en el interior el panorama aparece aún incierto.

En este sentido, es importante destacar dos factores vinculados con nuestro país, los cuales deberán tomarse en cuenta al realizar un análisis cuidadoso de la relación México-Unión Europea, sobre todo si se trata de deducir cuáles serían las principales consecuencias de la introducción del euro para México.

El primero de ellos es la firma, en 2001, del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea. Este tratado es parte de uno de los instrumentos de política exterior más ambiciosos que México ha celebrado: el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación entre México y la Unión Europea, conocido como: Acuerdo Global.

Con la entrada en vigor de este acuerdo, México se convirtió en el único país latinoamericano con libre acceso comercial a los países con el más alto ingreso per cápita del mundo. Además, se abrió una nueva vía hacia diversas formas de cooperación, en favor de objetivos comunes, incluso mediante iniciativas conjuntas en el plano internacional y, más concretamente, en los ámbitos de la paz, la seguridad y el desarrollo regional.

En segundo lugar, la Unión Europea es actualmente el segundo socio comercial y la segunda fuente de inversión extranjera directa (IED) de México, lo cual da a nuestro país una ventaja comparativa importante en relación con el resto de los países que se encuentran dentro de la esfera de influencia europea.

En lo doméstico, si bien es cierto que la nueva moneda lleva consigo una fuerte carga simbólica que, en términos generales, resulta positiva, las expectativas superan los progresos.

Países y retos pendientes

Según el más reciente reporte emitido por el FMI, en el que destaca la debilidad del euro en los mercados cambiarios, es evidente que las reformas estructurales no han sido suficientes. Tres países han quedado al margen de la adopción de la nueva moneda: Reino Unido, Suecia y Dinamarca, lo que significa fundamentalmente que esperan que la moneda europea se consolide, aunque sus argumentos sean de corte político.

Ahora, lo que se espera es lograr la plena vigencia de las cuatro libertades fundamentales que caracterizan el espacio europeo, a saber, la libre circulación de bienes, servicios, personas y capitales.

Y es precisamente este principio el que plantea el mayor reto que enfrenta la Unión Europea hacia el exterior, una vez con el denario de sueño como bandera de su anhelada cohesión.

Su tarea en el ámbito internacional implica una enorme responsabilidad y es, a todas luces, un esfuerzo que requiere voluntad política, principalmente en lo que respecta a la difusión de aquellos valores que se propuso edificar hace poco más de medio siglo, como son la democracia, la solidaridad, la convivencia pacífica y la tolerancia.

La Unión Europea cuenta, a partir de este año, con un instrumento invaluable para buscar la estabilidad política y económica en el mundo. Evidentemente, el entorno es adverso y el objetivo ambicioso. Sin embargo, el desafío de crear una conciencia, de forjar una identidad, se ha vencido ya en este nuevo siglo. Está probado, pues, que la diversidad resulta un componente esencial de cualquier unidad.

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