Cultura

Tlaltecuhtli, la pieza arqueológica de mayor dimensión hasta ahora rescatada

El investigador Eduardo Matos aseguró que existen las condiciones para exhibirla a mediados de 2010

Eduardo Matos Moctezuma, ex director de la Zona Arqueológica del Templo Mayor y fundador del Programa de Arqueología Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), afirmó que la escultura mexica de Tlaltecuhtli (Señor-Señora de la Tierra), es la pieza de mayores dimensiones rescatada hasta la fecha en la historia de esa disciplina en México.

En el marco de la conferencia magistral “De la Piedra del Sol a Tlaltecuhtli” que ofreció en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, como parte del ciclo en el que participaron los ganadores del premio Fundación México Unido, el prestigioso arqueólogo aseguró que están dadas las condiciones para que la monumental escultura mexica, de cuatro metros de alto por 3.57 de ancho, sea exhibida por primera vez al público a mediados del presente año.

La pieza, encontrada por el equipo de Arqueología Urbana que ahora comanda Leonardo López Luján en 2006, en la sexta etapa constructiva del Templo Mayor que corresponde a la época en que gobernó Ahuizotl, ha sido sometida a un largo proceso de restauración, al igual que las impresionantes ofrendas localizadas en su contexto, y ahora, de acuerdo con el especialista, se planea mostrarla en el marco de la gran muestra dedicada a Moctezuma II, en el museo de esa zona arqueológica.

En relación con las ofrendas, Matos afirmó que son impresionantes y un tanto diferentes a las 160 que hasta ahora se habían descubierto. De su contenido, mencionó los esqueletos de 13 águilas (símbolo del Sol) superpuestas viendo hacia el poniente, en alusión al astro rey que por la tarde declina en esa dirección.

Mencionó también la existencia de un cánido (no se sabe si es lobo, coyote o perro) adornado con grandes ajorcas, piezas de oro, etcétera; caracoles, corales y objetos de madera. Agregó que la riqueza de la ofrenda indica que posiblemente en ese sitio se encuentran las cenizas de algunos tlatoanis como Ahuizotl o Axayácatl, aunque no han surgido evidencias fehacientes, como serían las urnas con el glifo de esos gobernantes.

Recordó que la muestra de Moctezuma II acaba de regresar de Londres, luego de una temporada en el Museo Británico donde alcanzó un gran éxito de público, y ahora el INAH se apresta a montarla —por ahí de junio o julio próximos— en el Museo del Templo Mayor. Y dijo que justamente el atractivo adicional, el que no se vio en Inglaterra, será Tlaltecuhtli y algunas de sus ofrendas, que serán colocadas en el sitio que actualmente ocupa la maqueta de la zona arqueológica, misma que será sometida a proceso de restauración.

“Esta escultura de Tlaltecuhtli, es una de las grandes obras de Moctezuma, pues fue él quien la mandó a hacer en honor de su antecesor Ahuizotl. Con ella, se complementará bastante bien esta muestra sobre uno de los principales gobernantes mexicas y que recibió más de 200 mil visitantes en el Reino Unido.”

Durante su disertación Eduardo Matos hizo un rápido repaso de la historia de la arqueología mexicana que arrancó el 13 de agosto de 1790, en las postrimerías de la Colonia, cuando a raíz de un conjunto de obras que ordenó realizar en la Plaza Mayor el segundo conde de Revillagigedo, entonces virrey de la Nueva España, se encuentra la gran escultura de la Coatlicue, la madre tierra.

A los pocos meses de ocurrido este hecho, José Gómez, un alabardero o guardia del Palacio Virreinal que se encargaba de llevar un diario sobre el gobierno de Revillagigedo, reporta un segundo hallazgo en la misma área, se trataba ni más ni menos de la Piedra del Sol o Calendario Azteca.

A decir de Matos, el diario de Gómez es el primer documento histórico sobre la arqueología mexicana y que serviría de base para que uno de los grandes sabios y eruditos de la época, Antonio de León y Gama, intentara interpretarlos para luego plasmar sus juicios en un libro.

Luego de explicar y mostrar detalladamente tanto el significado como imágenes de ambas piezas monumentales a las que definió como el “Alfa” o inicio de la arqueología mexicana, Matos se centró en Tlaltecuhtli, el gran devorador/devoradora de cadáveres que representa el “Omega”, lo más reciente en materia de hallazgos arqueológicos.

El autor de Muerte a filo de obsidiana aludió a la representación dual de Coatlicue, la madre tierra que pare al Sol por la mañana y que por la tarde cuando éste se pone y se enfila al mundo de los muertos, adopta la personalidad de Tlaltecuhtli, la gran devoradora de cadáveres que se los traga y los hace pasar por su matriz para luego encaminarlos a su destino después de la muerte.

Revista Protocolo

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